Capítulo 26: Helado... o tal vez pastel

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Narra Jasper 

La noche había caído y Dominick y yo estábamos acurrucados en las cómodas butacas del cine, disfrutando de una película. Había elegido una que, a pesar de sus encantadores comienzos, se había tornado en una historia trágica. El final se acercaba, y la trama culminaba con la dolorosa pérdida de un perrito querido por los protagonistas.

A medida que se desarrollaba la escena final, noté que Dominick se había inclinado más cerca de mí, su respiración volviéndose entrecortada. La pantalla mostraba la última escena del perrito, y de repente, Dominick comenzó a sollozar suavemente.

—Oh, Dominick... —murmuré, sintiendo un nudo en la garganta mientras veía sus lágrimas deslizarse por sus mejillas.

Dominick sollozaba, su voz temblando mientras decía:

—No puedo creer que el perrito haya tenido que morir... Era tan dulce.

Me conmovió verlo tan afectado, y no pude evitar sonreír ante su ternura. Era realmente especial cómo su corazón se abría completamente, incluso por las cosas más pequeñas. Me acerqué un poco más y lo abracé con ternura, a pesar de estar en un espacio público.

—Está bien, amor —le susurré, acariciando su cabello—. Al perrito no le pasó nada. Es un actor. Él está bien.

Dominick levantó la vista, sus ojos aún húmedos pero con un destello de alivio.

—¿De verdad? —preguntó, con una sonrisa entre lágrimas.

—Sí —asentí, sonriendo—. No te preocupes por eso. El perrito está bien, y tú también.

Dominick se recostó más contra mí, su llanto disminuyendo mientras se dejaba consolar por mi abrazo. A pesar de estar rodeados de desconocidos, el momento entre nosotros se sentía íntimo, como si estuviéramos en nuestra propia burbuja. Me sentía afortunada de poder estar a su lado en esos momentos de vulnerabilidad, y ver cómo un simple gesto de cariño podía hacer una gran diferencia.

Mientras los créditos comenzaban a rodar en la pantalla, me aseguré de que Dominick se sintiera mejor. Aunque la historia había sido triste, el amor y el cuidado que compartíamos eran un consuelo constante. Me di cuenta de cuán importante era para ambos mantenernos el uno para el otro.

—Gracias por estar aquí conmigo —dijo Dominick en voz baja, rompiendo el silencio del cine.

—Siempre estaré aquí para ti —respondí, dándole un suave beso en la frente—. En las buenas y en las malas.

Al terminar la película, mientras las luces del cine se encendían lentamente, noté que Dominick aún estaba un poco afectado. Decidí animarlo y, con una sonrisa juguetona, le susurré:

—¿Sabes qué? Vamos por un postre. Estoy seguro de que algo dulce te hará sentir mejor.

Sus ojos, aún un poco llorosos, se iluminaron al instante con la ilusión de la idea. Era increíble cómo un simple gesto podía transformar su estado de ánimo.

—¿De verdad? —preguntó, con una sonrisa tímida asomándose entre sus labios.

—Claro, ¿qué se te antoja? —respondí, tomando su mano mientras salíamos del cine.

—un helado... o tal vez un pastel —dijo con entusiasmo, su tristeza desvaneciéndose rápidamente mientras hablaba de sus opciones favoritas.

—Entonces, helado y pastel serán —le guiñé el ojo, feliz de verlo más animado.

Salimos del cine abrazados, con una sonrisa tranquila en el rostro, sabiendo que, pase lo que pase, siempre podríamos contar el uno con el otro.

Nos dirigimos a una pequeña cafetería cercana, y mientras esperábamos nuestro postre, la calidez de su sonrisa me hizo saber que había logrado mi objetivo. Estar juntos, disfrutando de algo tan simple como un dulce, era justo lo que ambos necesitábamos para cerrar la noche con una nota más alegre.

One-Shots: "Nuestra Primera"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora