CAPITULO 27

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Sicario: (con una sonrisa cruel, levantando el arma) "Este es tu fin, alfa."

Un rugido gutural, desgarrador y lleno de furia, resonó en el aire como si viniera directamente del infierno. Los sicarios, confiados y seguros segundos antes, sintieron cómo el miedo se apoderaba de ellos. El rugido no era humano. Era una promesa de muerte.

Gael apareció como una sombra entre las luces oscilantes, su mirada incendiada por un odio feroz. No perdió tiempo. Con un movimiento brutal, atrapó al sicario que estaba por matar a Orlando, aplastándolo como si no fuera más que un muñeco de trapo. El sonido de los huesos rompiéndose resonó en el aire, mezclándose con el grito agónico del hombre.

Gael: (con una voz baja, cargada de peligro helado, mientras observa al sicario) "Te atreviste a tocar a mi alfa... ¿Acaso no sabes que soy el único que puede lastimarlo? Ese privilegio es mío y de nadie más."

Sin soltar el cadáver del sicario, arrojó el cuerpo sin vida hacia los demás, como si fuera basura. Dio un paso adelante, su mirada fija en el resto.

Gael: (con una calma escalofriante) "Cleptus, que no quede ninguno. Quiero verlos arder."

Cleptus: (con una sonrisa siniestra, mientras se inclinaba) "Será un placer, mi señor."

En segundos, Cleptus dejó atrás su forma humana. Su cuerpo se transformó en una bestia gigantesca, oscura como la noche, con ojos que brillaban como brasas infernales. Sus movimientos eran rápidos y despiadados; los gritos de los sicarios llenaban el aire mientras eran destrozados uno por uno. Los hombres de Orlando, paralizados por el horror, observaban cómo la criatura aniquilaba al enemigo sin piedad.

Gael, sin prestar atención al caos, se arrodilló junto a Orlando, quien yacía en el suelo, pálido y débil.

Gael: (murmurando, con los dientes apretados) "No... no, no voy a perderte. Aguanta, Orlando, aguanta. Por esto no quería acercarme a ti, por esto intenté alejarme..."

Con un movimiento rápido, tomó un cuchillo de su cinturón y se cortó profundamente la palma de la mano. Sin titubear, cortó también la palma de Orlando, ignorando su débil protesta.

Gael: (con un susurro lleno de devoción) "Perdóname por esto, pero no voy a dejar que te vayas. No mientras pueda evitarlo. Siempre juntos ¿Te acuerdas?

Gael unió sus manos sangrantes con las de Orlando, dejando que la sangre fluyera entre ellos, formando un vínculo visceral, casi sagrado. Lo abrazó con fuerza, presionándolo contra su pecho como si con eso pudiera alejarlo de la muerte misma. Su respiración era errática, y su voz, una mezcla de rabia, amor y desesperación.

Gael: (acariciando su cabello con manos temblorosas) "Respira, mi alfa. Respira. No me dejes, por favor, no me dejes... Haré lo que quieras, lo que sea, pero no me abandones."

Orlando, debilitado pero consciente, dejó escapar un susurro mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios pálidos.

Orlando: "¿Te casarías conmigo?"

Gael: (con lágrimas acumulándose en sus ojos, pero con una voz firme) "Sí. Sí, me caso contigo. Pero no me dejes, Orlando. Por favor, aguanta un poco más... ¿Ves? Te dije que no me tocaras. Eres un orejón testarudo, siempre queriendo acercarte, y mírate ahora..."

Sus alas, de un rojo vibrante como la sangre recién derramada, emergieron de su espalda con un despliegue imponente, cubriendo a Orlando como un escudo viviente.

Las balas comenzaron a rebotar contra las membranas carmesí, incapaces de atravesar la protección que ofrecía. Los sicarios que aún quedaban vivos retrocedieron, aterrorizados por la imagen del omega, no solo furioso, sino desatado en su forma más poderosa.

FUEGO Y DESEO: EL DRAGÓN DOMINANTE  (V+18P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora