CAPÍTULO 30

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5 DE LA TARDE

Jazmín: "Valentino, cálmate. Por eso no quería que vinieras, pero bueno, ya estás aquí."

Valentino: (mirándola con los ojos muy abiertos) "¿Cómo quieres que me calme, Jazmín? ¡Nos vamos a encontrar con El Carroñero! No puedo dejarte sola, eres mi hermana y te amo mucho. ¿Sabes lo que ese tipo hace con la gente? Dicen que colecciona cabezas de sus víctimas. ¡Ese tipo me aterra! Mamá siempre dijo que no debíamos acercarnos a él. Me da miedo.

Jazmín: (serena) "No creas todo lo que mamá decía, Valentino. Puede que te estrelles con un muro de metal si lo haces. Sí, Felipe sabe moverse entre el peligro. Además, no es tan malo como parece. Aparte es nuestra.......mejor quédate aquí, yo voy sola."

Valentino: "¡No! Voy contigo, no voy a dejarte sola con él. No tengo miedo, no tengo miedo... Bueno, un poco, pero estaré bien. Dios mío, si mi esposo se entera de dónde estoy, estoy frito. Todo sea por ti."

Jazmín: (exhalando con resignación) "Está bien, pero harás todo lo que te diga. Camina."

Ambos salieron del auto y se dirigieron a un edificio antiguo pero bien conservado. El ascensor estaba fuera de servicio, así que no les quedó más remedio que subir las escaleras hasta el sexto piso. Frente a una puerta de madera con pintura desgastada, Jazmín se detuvo y tocó. No hubo respuesta.

Jazmín: "Parece que no está... Vámonos."

Justo cuando se daban la vuelta para marcharse, la puerta se abrió, revelando a Felipe, un omega cuya presencia era tan imponente como enigmática. Su apodo, "El Carroñero", parecía no encajar con la visión etérea que tenían frente a ellos.

Su piel, blanca como la nieve recién caída, parecía brillar con un resplandor natural, suave y uniforme, como si el sol hubiera decidido posarse únicamente sobre él. Llevaba un short ajustado que acentuaba sus piernas largas y perfectamente tonificadas, como esculpidas por un artista que buscaba la perfección. Encima, una bata ligera, que apenas se aferraba a sus hombros, se deslizaba con descuido, insinuando más de lo que ocultaba. Para completar el cuadro, llevaba unas pantuflas de felpa que, lejos de restarle seriedad, añadían un toque desconcertante, casi juguetón, a su figura.

Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención era su rostro. Sus labios, de un rosado natural, eran carnosos y perfectamente delineados, exudando una sensualidad que parecía invitar tanto al peligro como al deseo. Sus ojos, grandes y almendrados, estaban enmarcados por pestañas largas y gruesas que intensificaban su mirada. Aquellos ojos eran una mezcla de dulzura y amenaza, capaces de derretir corazones o atravesarlos como una daga.

Su cabello blanco, liso y desordenado con una perfección calculada, caía suavemente sobre su frente, dándole un aire desinteresado y arrebatadoramente atractivo. Bajo su bata, se adivinaba una figura esbelta pero fuerte, con una cintura estrecha y un porte que emanaba confianza. Era como si Felipe fuera una obra maestra viviente, una contradicción fascinante entre lo angelical y lo mortal, lo frágil y lo indestructible.

Felipe apoyó una mano en el marco de la puerta, mirándolos con una sonrisa que era tanto un saludo como un desafío.

Felipe: (recostándose en el marco de la puerta con una sonrisa tranquila, aunque con un destello de ironía en sus ojos) "Princesa, ¿qué haces aquí? ¿Y tú, cachorro? ¿Qué los trae a mi humilde hogar? Pensé que me habían olvidado por completo."

Jazmín: (con voz suave) "Hola, Felipe. Vinimos a buscarte."

Felipe: (arqueando una ceja, con un dejo de burla en su tono) "¿A mí? ¿Para qué? La última vez, si mal no recuerdo, me echaron de sus vidas como si fuera la peor escoria. ¿Qué fue lo que dijeron? 'No queremos volver a verte jamás'. Me votaron de su casa como si fuera un perro callejero. Y ahora aparecen aquí... Bueno, pasen, adelante. Hagan como si estuvieran en su casa." (pausa, con una sonrisa cortante) "Y, dime, ¿cómo está tu papá, Jazmín? ¿Sigue siendo el cobarde de siempre o ya le crecieron los huevos?"

FUEGO Y DESEO: EL DRAGÓN DOMINANTE  (V+18P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora