CAPITULO 38

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LA OFICINA DE ALEXANDER

La puerta se abre de golpe, los pasos decididos de una mujer resuenan como truenos en el ambiente. Alexander, sentado detrás de su escritorio, levanta la mirada con una mezcla de sorpresa y desprecio.
Bella entra con un porte arrogante, su sonrisa cargada de malicia mientras cierra la puerta tras de sí.

Alexander: (alzando la voz) ¿¡Qué diablos haces tú aquí!? ¡¿Quién te dejó entrar?!

Bella: (sonriendo con burla, caminando hacia él) ¿Por qué tan agresivo, cariño? (saca una caja de galletas y chocolate de su bolso) Traje tus favoritos, amor. Galletas y chocolate, ¿te acuerdas? Vamos a ser una familia como siempre quisiste. Estoy lista para retomar lo nuestro.

Alexander se pone de pie, el desprecio marcado en sus ojos.

Alexander: (con un tono helado) Tú y yo nunca fuimos nada, Bella. Y jamás lo seremos. Así que recoge tus cosas y lárgate antes de que mi esposo llegue. Si te encuentra aquí, no habrá nada ni nadie que pueda salvarte de su ira.

Bella: (cruzándose de brazos, riendo) ¿Esposo? No me hagas reír, Alex. No puedes reemplazarme. Tú me amas a mí. Lo sabes. Y por si se te olvida... Yo te dí un hijo.

Alexander: (con una frialdad escalofriante)  ¿El hijo que asesiné con mis propias manos? Incineré su cuerpo porque llevaba tu maldita sangre. Ni muerto quise nada que viniera de ti.

Bella lo mira, perpleja por un instante, pero rápidamente recupera su arrogancia.

Bella: (encogiéndose de hombros) Pues bien, olvidemos al que murió. Podemos tener otro. O,  compramos uno. Al fin y al cabo, solo son estorbos hasta que crecen.

Alexander: (acercándose con furia contenida) ¿Estás escuchando las estupideces que dices? ¿Comprar un niño? Eres una aberración.

En ese momento, la puerta se abre con fuerza, casi arrancándola de las bisagras. Eduardo entra, su mirada ardiente de furia.

Eduardo: (su voz profunda y peligrosa, ajustándose las mangas) ¿Qué está pasando aquí? ¿Quién demonios es esta basura?

Alexander: (con tono áspero) Ella es Bella. De la que te hablé.

Bella: (con desdén, mirando a Eduardo) ¿Y tú quién eres? ¿El perrito faldero? ¿Crees que puedes reemplazarme? Qué iluso.

Eduardo: (avanzando lentamente, su mirada es puro veneno) Soy el esposo de Alexander y el único dueño de su corazón. Tú no eres más que una sombra del pasado. Y no tienes idea de con quién estás jugando.

Bella: (burlona) ¿Esposo? Patético. Alexander es mío, y voy a recuperarlo.

Con un movimiento rápido, Eduardo la golpea, su puño impactando en el rostro de Bella. La sangre comienza a brotar de su nariz mientras grita, intentando soltarse.

Bella: (sollozando, desesperada) ¡Alexander! ¡Haz algo! ¡No me dejes así!

Alexander: (con los brazos cruzados, su mirada fría) Te lo advertí. Tú misma viniste. Ahora enfréntalo.

Eduardo: (con voz grave y furiosa mientras arrastra a Bella por el brazo)  Ahora vas a entender lo que significa meterte con mi alfa. ESE RUSO ES MÍO, SOLO MÍO."

Patricia: (asomándose cautelosamente desde su escritorio) "¿Señor...? ¿Necesita que traiga la silla?"

Eduardo: (con una mirada encendida y una sonrisa sarcástica) "No, Patito. Pero ve por un balde de agua bien helada. A las perras en celo hay que bañarlas para que no sigan detrás de hombres ajenos. Es el único remedio para estas descaradas sinvergüenzas.

FUEGO Y DESEO: EL DRAGÓN DOMINANTE  (V+18P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora