EPÍLOGO. EL...

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Teniendo dos mil años de vida, nunca se me ocurrió que podría aprender algo nuevo. Para mi, las cosas siempre han sido claras, los humanos o los matas o los comes.

Algunos demonios los utilizan para rejuvenecer, otros solo por diversión, dudo mucho que algunos lo hagan por su sabor. Su sabor...

A un recuerdo lo asqueado que me sentía la saber que mi padre, el General Inu no Taisho había tenido desagradables muestras de apareamiento con una repugnante humana. Enterarme de eso hizo que sintiera una enorme decepción de él, después de todo, nosotros los Inugami nos sentimos honorables de ser una de las razas mas puras y poderosa que puedan existir en la faz de la tierra.

Si bien a mi madre, Irasue, no le agrado más la noticia, nuestra ventaja como demonios es que realmente solo nos gusta aparearnos con el youkai mas poderos, para mejorar nuestra raza pura. Dejando de lado las ventajas que se pueden obtener del apareamiento, las cuales en mi opinión son llevaderas. Aun así para mi, el deseo es un lujo que solo los que deseen mostrar debilidad pueden tomar.

En mi caso no puedo negar que ha habido demonezas en mi vida, 2 000 años son demasiado como para no probar los placeres que da. Si lo llamo lujo es porque a raíz de mis experiencias, me di cuenta que los demonios tendemos a guiarnos por las pasiones como si fuera una maldición, y lo comprobé con el estúpido de mi padre.

Dejándose llevar por la pasión y el deseo se perdió en una simple humana, trayendo al mundo a un ser, que durante mucho tiempo yo lo pensé repulsivo, que no tiene lugar ni con ellos, ni con nosotros, un mundo en donde solo somos demonios o humanos. No obstante con eso, esas cosas que llamó sentimientos lo llevaron a la muerte. Y esa fue mi más grande enseñanza.

Así que cuando decidía entregarme al deseo lo hacía solo bajo mis propias reglas, bajo mis instintos...

Todos mis pensamientos y enseñanzas comenzaron a cambiar después de caer herido cerca de donde unos lobos atacaran una aldea, ahí conocí al primer humano que me hiciera cambiar de opinión. Rin, una pequeña a quien reviví después de ser casi desmembrada por lobos. Después de eso no pude quitármela de encima, me siguió junto con Jaken, a quien jamás le agrado la idea de cargar con un humana. Con sus intenciones e intentos de Rin, tan absurdos de cuidar de mi, no pude evitar pensar si era tonta o era suicida.

Después que comenzó a viajar a mi lado la entendí menos, era tan pequeña e indefensa que me daba gracia cuando expresaba su preocupación por mi. Como si ella pudiera hacer algo en caso de que algún estúpido, o loco, se atreviera a desafiarme.

Aun así gran parte del tiempo me reusaba a aceptar que tenía una preocupación hacia ella. Pero ciertamente solo me engañaba a mi mismo, y esa fue una sorpresa a la que me enfrente cuando escuche a Jaken decirle a Rin que yo la salvaría siempre porque ella era importante para mi.

Reí para mis adentros como burla de lo que el había dicho, hasta que me di cuenta de que realmente era así.

No había caído en la cuenta de la gravedad del asunto, hasta que me tope con el segundo humano... el segundo humano que me haría caer en la perdición total de mi cordura, el humano que me haría perder todo el autocontrol que por herencia tenía.

Ese ser humano que me hizo sentir tantas cosas que jamás creí, entre ellas envidia... envidia de el ser que mas repudie en toda mi existencia, envidia de mi propio hermano, el ser hibrido, envidia de Inuyasha.

Comencé a odiar eso que llamaban sentimientos cuando después de que el inútil de mi medio hermano perdiera el control de su sangre, esa mujer me enfrentara.

A mi, al Gran Lord Sesshomaru, una simple humana me enfrentaba por el simple hecho de salvarle el pellejo a EL... una humana a la que podría asesinar con tan solo un movimiento de mi mano, una humana a quien una sola de mis garras podría atravesar su piel sin un esfuerzo.

Destinos DistintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora