Capitulo 4

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La tarea de ocultar el previsible moretón que me causó mi hermano está costando más esfuerzo del que creía. Al menos conseguí esconderlo de mi madre hasta entonces. Pero al amanecer, se ha agrandado considerablemente. Casi ocupa toda mi mejilla.

- Eri, me voy ya a trabajar, cariño. Hoy entro antes. Date prisa en desayunar y arreglarte, o llegarás tarde.

- Sí mamá. -respondí aún encerrada en el cuarto de baño, dando por vencida mi sesión intensiva de maquillaje.

- Te quiero.

Iba a decir que yo también cuando escuché el sonido de la puerta de entrada. Quizá fue que lo pensé demasiado. Aproveché que se fue antes que yo para llamar a Martina y decirle que me encontraba mal, que no iría a clase. Insistió un par de veces preguntándome si había pasado algo malo, a parte del dolor de estómago que puse de excusa.

- Todo bien. De verdad.

No me gustaba mentirle. No a ella. Pero a fin de cuentas, era más por ocultar algo, la marca de mi hermano en este caso. Quién por cierto, se fue la noche anterior y todavía no había aparecido por casa. Mientras me preguntaba cuánto tiempo sería esta vez, abrí el cajón más alto de mi armario, donde solía guardar todos mis recuerdos. Allí estaba mi caballete. Solté un pequeño gemido de dolor cuando una de las esquinas rozó con los cortes horizontales todavía salientes que me propicié en las muñecas, después del golpe de mi hermano. Simplemente pensaba que merecía más. Siempre merecía más castigo.

- ¡Está como nuevo! -exclamé casi aplaudiendo cuando lo puse de pie.

Sin embargo la inspiración no estaba de mi parte. Mi frustración llego a niveles insospechados. Una y otra vez repetía en voz alta que no debí haber pensado que podría volver a pintar como antes. A casa trazo que hacía con el pincel, sentía una punzada de remordimiento. Mejor sería dejarlo por hoy.

Desconociendo el motivo, me vestí rápidamente con lo primero que pillé. Casi estábamos en mayo, pero usé una camiseta de manga larga para ocultar mis recientes cicatrices. Até mi pelo con una coleta alta, me calcé y salí disparada.

Andaba rápido con los auriculares puestos, casi corriendo. Cómo me gustaba antes salir a correr. Casi tanto como pintar. Mis formas de escapar de los problemas, que por aquel entonces se reducían a disputas tontas y chicos no correspondidos. Lo de correr lo mantuve más tiempo. Siempre sola. Pero adelgacé, me veía fea y huesuda. Así que me olvidé de ello. Parecía ya parte de mi historia dejar a un lado todo lo que me hacía libre, para hundirme todavía más en lo que me aprisionaba.

Llegué a donde pretendía. La puerta hizo sonar una campanita al cerrarse, característica para avisar de que un cliente nuevo había entrado. Aunque, de nuevo, no había nadie más en aquella acogedora tienda de arte.

- Sí, en seguida salgo -se escuchó su voz desde detrás de una cortina, colocada al fondo del mostrador. Salió- ¿Hola, en qué puedo...? -una sonrisa se dibujo en su rostro al verme- Erica, ¡me alegra volver a verte! ¿Vienes a traerme algo ya pintado?

Y sin saber por qué, sin articular palabra, rompí a llorar. Hacía tanto que no lloraba con alguien delante, que ni lo recordaba. Ni con Martina era capaz de abrirme así. Lo más importante era que no sería la primera vez que Giselle me vería derrumbarme de tal modo.

- ¿Qué pasa? -dijo dulcemente, apartándome las manos de mis ojos. No sé muy bien cuándo llegó a mi lado.

- Yo solo... no puedo... no consigo centrarme en lo que me gusta. En lo que de verdad quiero... no...

Entre sollozos, con la voz entrecortada y mi interior gritando que parase, que no le importaba, que solo sería una carga para alguien más, trataba poco a poco explicar mi mayor temor: olvidar el arte. Y por tanto, olvidarme a mí. Me sentí tan débil, tan impotente durante tantos meses...

- ¿Qué te ha pasado aquí? -Giselle señaló mi mejilla golpeada, tras un largo silencio en el que me mantuvo entre sus brazos. Aún no fui capaz de decir nada con claridad.

- No tiene importancia... -me tapé ligeramente con una mano.

- ¿Quién fue? ¿Tu novio? ¿Tu padre? ¿Tu...?

- Mi hermano. -le interrumpí, manteniendo la vista en el suelo.

- Tienes que hablar con...

- La policía. Ya. -de nuevo no le dejé acabar- Ya lo sé. Pero simplemente, no puedo. No con como está todo...

- ¿Alguien lo sabe? -alcé por fin la vista. Sus ojos me miraban con confianza, ternura, puede que incluso compasión. Y la conocía de menos de un día.

- Mi mejor amiga. Y bueno... tú. No confío en nadie... Estoy un poco sola desde hace un tiempo, ¿sabes? Desde que me engañó mi ex... tampoco salgo, ni conozco a gente nueva... estoy un poco... saturada, no sé.

- Pues se acabó. -se levantó de golpe de la silla que puso delante del mostrador cuando comencé a llorar, junto a otra para mí. El pendiente de plata de su nariz me deslumbró un segundo.

- ¿Qué?

- Hoy te vienes conmigo y unos amigos. Vamos a salir de fiesta. Y te vas a venir. No puedes permitir quedarte así más tiempo.

- Pero yo... Yo no conozco a tus...

- Esta noche los conocerás -esta vez fue ella quien me interrumpió- Tranquila, son buena gente -sonrió amablemente, animada, una sonrisa perfecta que iluminó sus ojos cristalinos- De verdad, lo pasarás bien.

- Bueno... -me levanté yo también, y ambas nos dirigimos a la puerta del establecimiento. Una docena de cuadros de distintos tamaños nos abrían paso.

- Te recogeré aquí a las doce. Ponte algo bonito.

- Está bien... Gracias. -sonreí.

¿Qué había hecho? ¿Una fiesta? ¿Con gente que no conocía? Solo a Giselle... bueno, no, tampoco la conocía. Pero, ¿una fiesta? Hacía meses que no me rodeaba de gente ni para salir a dar una vuelta, y ahora, ¿una fiesta? Sin Martina. Mientras volvía a casa una parte de mí me decía que regresara y rechazase la invitación de la admirable pintora que me había engatusado. Pero otra me suplicaba que fuera, que me sintiese libre de una vez. Además, Giselle me había consolado aún sin tener que hacerlo, en su propia tienda. Parecía buena chica, parecía encajar conmigo. Aunque no supiese en ese momento sus ambiciones en esa y cada una de las fiestas a las que fuimos. Ni yo llegase a comprender las mías.

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De verdad, muchas gracias por leer.
Sé que no actualizo muy seguido, pero estoy muy liada estas vacaciones.
Agradecería mucho sus comentarios, para saber si les va gustando la historia o se les hace pesada, acepto cualquier crítica, es más, ¡estaré encantada si comentan los fallos que ven para poder mejorarlos y hacer de esto una verdadera y buena historia!
¡Muchas gracias a todos, y a disfrutar de la lectura!
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Confío en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora