Capítulo 23

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- ¿Vengo luego a verte? -preguntó tras aparcar en el patio de mi casa. Tenía el pelo completamente despeinado por haberle metido prisa para que me llevara en coche. Me sabía mal, pero necesitaba ver ya a mi madre.

- Bueno, puedes venir a compartir mi estrés estudiando -empezaba a odiar el haber decidido ser una alumna aplicada justo en la recta final.

- Si te voy a distraer... -dijo, poniendo las manos sobre el volante, con una sonrisa sarcástica.

- No. -casi grité- O sea, te necesito conmigo. Eres mi apoyo moral. -confesé sobre actuando con una mano en el pecho.

- Va, tonta. -dijo entre risas. Se acercó para darme un beso. Corto, demasiado corto- Luego te llamo.

Le di otro beso, esta vez más profundo, y salí del coche. Cuando me acerqué a casa la música me ensordeció y, al abrir la puerta, el olor a marihuana inundó mis pulmones. Al parecer Manu había regresado a casa. Y no estaba solo.

- Hola, muñequita. -Aaron, el detestable amigo de mi hermano ocupaba el sofá entero del salón. La mesita de cristal colocada en el centro de la habitación estaba repleta de papeles, envoltorios y demás cosas de las cuales no quise saber su contenido.

- ¿Dónde está mamá? -pasé por alto las miradas de arriba a bajo de Aaron y fulminé a Manu con la mía.

- ¿Dónde estabas tú y con quien? Se fue hace un rato. Dijo algo de cambio de turno. -me extrañaba que mamá no me hubiese llamado para decirme que le habían cambiado el turno del nuevo trabajo- ¿Nos traes algo de comer?

Alcé la vista y simplemente me di la vuelta para apagar la horrible música. Salí del salón hacia mi habitación. En el fondo sabía que estaba desatando una nueva guerra. Contra mi hermano y contra mí misma.

- Hermanita, ¿a caso no me has oído? -noté como se levantó del sillón, así que me apresuré por llegar a mi cuarto. Pero justo a la hora de cerrar su pie se intercaló entre el miedo y la fuerza- ¿Qué te he dicho? ¿No me oyes o qué?

- ¡Lárgate! No vas a conseguir nada esta vez. Nunca más. -lo cierto es que desde que estaba con Héctor me sentía fuerte, invencible. Ni mi hermano me imponía el respeto de antes. Ni los recuerdos de Lucas... Lucas... no debo pensar en Lucas.

- ¿Ah, no? -recordar el nombre de mi ex me hizo flojear ante el empujón que Manu arremetió contra la puerta. Caí de bruces contra el suelo, pero él me levantó con una sola mano, agarrando mi camiseta. Con la otra me propició un puñetazo justo debajo del ojo derecho. Y me soltó, impactando otra vez con el mármol.- Veremos si es verdad -fue lo último que escuché, antes de sentir una nueva patada y notar como perdía la noción del tiempo.

El tono de mi móvil me hizo recobrar la conciencia. Era la quinta llamada que Héctor me hacía. No podía venir a casa. No con Manu en ella y la posible marca que seguramente habría dejado en mi rostro. De nuevo, el móvil sonó.

- Dime, cariño. -respondí levantándome poco a poco del suelo.

- Al fin. -la dulzura de su voz me calmó e hirió al mismo tiempo- Llevo media hora llamándote.

- Perdona. Estaba estudiando y dejé el móvil en silencio. -me miré en el espejo y comprobé que era peor de lo que temía. Tenía un redondel rojo amoratado que ocupaba casi toda la mejilla.

- Qué aplicada. Estoy casi llegando a tu casa. Espero que puedas tomarte un descansillo de diez minutos.

- Em... no sé, Héctor. Tengo mucho que estudiar hoy y no quiero distraerme. Creo que mejor nos vemos mañana.

- ¿En serio? Pero si antes casi me pediste que fuera.

- Lo sé, lo sé. Pero ahora que estoy viendo el temario...

Confío en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora