Capítulo 15.

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-  ¿Estás bien? -me preguntó Héctor risueño, cuando llegamos con los demás y estuvimos fuera de peligro.

- Sí. -no podía contener la risita floja que me salía, hasta que vi que se miró la mano. Tenía un cristal pequeño clavado.

Tiraba de él haciendo una mueca de dolor. Estaba más profundo de lo que parecía, para ser tan fino. Finalmente lo sacó. Recordé que llevaba un pañuelo de tela en mi mochila, era de mi madre. Cogí la mano por la que caían unas gotas de sangre, y rodeé el corte de la palma con el pañuelo. Apreté, no demasiado para evitar causarle más daño, y lo até con un lazo. Cuando terminé le miré a los ojos.

- Gracias -dijo acariciándome la mano que tenía sobre la suya, con los dedos de la misma. El corazón se me aceleró considerablemente cuando sonrió. Tenía una sonrisa preciosa.

- Eh, parejita. -Hugo nos llamó desde su coche. Todos estaban sentados ya.- ¿Venís, o ya cogéis un taxi de vuelta?

Cuando me acerqué al coche de John, en la parte de atrás Giselle y Valeria dormían una apoyada en la otra. Miré a Héctor mientras abría la puerta del suyo, y me hizo una señal para que fuera con él. Me despedí de John así como de Alicia, fui hacia el Opel azul marino de Héctor y abrí la puerta del copiloto. No había nadie en los otros asientos, los demás se agruparon en el coche restante. Un silencio incómodo se situó entre nosotros después de que el motor arrancara. Me daba miedo decir algo inapropiado, o que fuera él quien lo hiciera.

- ¿Te dejo en casa? -preguntó, para mi total sorpresa. ¿Dónde iba a dejarme si no?

- Claro -esbocé una tímida sonrisa, y me miró sonrojado.- Gracias por ayudarme antes. Si no hubieses saltado a por mí, ahora estaría entre rejas. -exageré intencionadamente, mirando al frente para no tener que enfrentarme a esos oscuros y cálidos ojos.

- No te preocupes. -dijo tras una carcajada. Mi comentario le hizo gracia, y la tensión desapareció.- Lamento haberte empujado así. Pero de otro modo habríamos acabado los dos "entre rejas". -me copió la broma acentuando sus últimas palabras.

- Tranquilo, -finalmente miré, apartando la vista en seguida- no sé que me pasó. Me quedé como un pasmarote... -me encogí en el asiento de la vergüenza que sentía. Por mi culpa se había clavado un cristal.

- Estabas asustada. -dijo para tranquilizarme.

- ¿Cómo está tu mano? -pregunté mirando hacia el volante, se aferraba con las dos manos y parecía no sentir dolor.

- Bien. Tu torniquete ha ayudado -dijo tendiéndola hacia mí, con el pañuelo de tela ensangrentado en el centro. Me estremecí al ver la sangre, e inconscientemente toqué mis casi invisibles heridas.- Erica, yo... siento mucho como me comporté el otro día. No debí haberte hablado así. -dicho esto, puso la mano sobre mi muslo, ahuecándola para evitar rozarme con el corte que tenía.

Ahora sí me sentía pequeña en aquel coche. El pulso acelerado y las manos sudorosas hacían que estuviera todavía más inquieta. Se dio cuenta de que no respondía, por lo que quitó la mano, centrándose en la carretera.
Yo también lo siento. Sé que solo te preocupaste por la actitud de mi hermano. -hice una pausa, al recordar como le dije indirectamente que se metiera en sus propios asuntos el domingo pasado- Todo esta bien. Simplemente no le gusta verme con chicos. Es mayor que yo, ya sabes. -le miré sonriendo para que el asunto se zanjara. No quería que se entrometiera mucho en el tema de Manu. Yo era la única que debía sufrir eso.

- De acuerdo. -sonrió una última vez al mirarme, y el silencio se apoderó de la situación, esta vez menos incómodo.

Por fin llegamos al barrio. Los dos coches se desviaron y pitaron en señal de despedida. Héctor aparcó una calle antes de la mía, yo misma se lo pedí. Era tarde y quizá a mi hermano le diese por aparecer a esas horas.

- Gracias por traerme. -dije con una gran sonrisa al desabrochar el cinturón de seguridad. Me aproximé para darle dos besos de despedida. En el segundo estuvimos quizá más tiempo del normal mirándonos, hasta que abrí la puerta y salí. Antes de que el motor se pusiera en marcha, me abalancé sobre la ventanilla y di pequeños golpecitos para que la bajara.- ¿Te apetece... vernos algún día? Quiero decir... ¿tomar algo o...? -Dios mío, ¿qué estaba haciendo y por qué siempre trato de parecer lo más estúpida posible?

- Claro. Te llamaré. -respondió con una sonrisa que tranquilizó hasta lo más profundo de mí.

Le sonreí de vuelta y me despedí. Andaba casi flotando hasta llegar al portal. Sentía un cosquilleó por todo el cuerpo que ya no era por el efecto del alcohol. Abrí la puerta de casa haciendo el menor ruido posible, cuando vi que la luz del salón estaba encendida. Me asomé, y mi madre estaba sentada en la mesa, de espaldas a mí. Eran las tres de la mañana, no era normal que a esas horas estuviera despierta sabiendo que al día siguiente trabajaba. Acercándome a ella, temí lo peor.

- Mamá. Ya he llegado.

- Oh. Tesoro. No había oído la puerta. -dijo sonándose en un pañuelo de papel. Tenía la voz temblorosa y no levantaba la cabeza para mirarme. Estaba llorando.

- ¿Mamá? Mamá, ¿¡qué pasa!? -pregunté alarmada sentándome a su lado. Solo la vi llorar una vez, y fue cuando mi padre se marchó.

- Me han despedido. -habló antes de derrumbarse completamente. La estreché entre mis brazos mientras las lágrimas le caían, ya sin preocuparme que percibiera el olor a vodka. Se me estaba partiendo el alma poco a poco- Oh, Dios mío, Erica, ¿qué vamos a hacer ahora?

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Buenas mis queridos lectores.

Dedico este capítulo a AbbyDirectioner94 , Onemoreader y FrikiPorLaLectura , gracias por vuestra lectura, votos y comentarios ❤️

Como veis la portada de la historia, ¡gracias a PortadasBlogSpace que hizo la maravillosa que tengo ahora! Es estupenda.

Y gracias de nuevo a todos los que seguís la vida de Erica, veremos que pasa con su madre y su hermano, sus nuevos amigos, y descubriremos más cosas del dulce Héctor en los próximos capítulo ❤️
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Confío en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora