Capítulo 21.

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Recordé la primera vez que vi a Giselle al entrar en su tienda. La seguridad que transmitía aumentaba mi posible envidia hacia ella. Perdió a su hermana, y no parecía triste ni deprimida. Y yo, incluso en eso, era todo lo contrario.

- Lo siento mucho. -atrapé la última lágrima instalada en mi mejilla. Seguía temblándome la voz.

- Tranquila.

Me abrazaba. Me abrazaba como había hecho desde que nos conocimos. Me abrazaba sosteniéndome como un pilar cuando debía ser él quien estuviera hecho pedazos. Cuánto le quise en tan poco...

- ¿Sabes? Desde el primer momento me recordaste a ella. -susurró a mi oído. Tenía la voz rota pero noté que estaba sonriendo. Y eso hizo que me resquebrajara todavía más.

- ¿A qué te refieres? -pregunté separándome un poco de él.

- Al principio pensé que solo eras un poco tímida. Y lo cierto es que te ignoré -se disculpó rascándose la nuca.- Pero cuando saliste de la discoteca y te derrumbaste conmigo... me recordaste muchísimo a ella. Hacía justo un año y se me revolvió todo por dentro... Entonces supe que no cometería el mismo error dos veces. Quería protegerte, aunque no te conocía de nada -ambos reímos, poco, pero lo hicimos- De hecho aún no te conozco del todo. Pero...

No le dejé acabar y cubrí sus palabras con un largo beso. Lo necesitaba. Lo necesitaba conmigo. Al terminar agarró mi muñeca y besó las cicatrices. Me estremecí pero no puse resistencia alguna. Al verme veía a Leire. En cierto modo eso me quemaba por dentro, pero a su vez me dio fuerzas. Fuerzas para continuar. Fuerzas para luchar de una vez por todas.

- Prométeme que no volverás a hacerlo.

- Yo... no puedo. -aparté la muñeca y la sostuve contra mi pecho.- Héctor, no es tan...

- Fácil. Lo sé. Pero prométeme que al menos intentarás no volver a hacerlo. -levantó mi barbilla, obligándome a mirarle- Estoy contigo.

- Te lo prometo.

Al decirlo parecía demasiado fácil. Confiar en él para todo y olvidar que estaba sola contra el mundo. Mantenerlo fue realmente complicado. Durante las primeras semanas parecía que podría con ello, me estaba recuperando y las cosas no iban del todo mal. Muchos podréis pensar al leer esto que no era para tanto. Que todo se supera y bla, bla, bla. Muchos ignoráis, entonces, lo que es sufrir sin a veces llegar a saber el por qué. Y no os culpo, en absoluto.

- Bien, espero, junto a todo el claustro de profesores, que todo os vaya realmente bien. Han sido dos años bastante intensos, lo sé, para algunos incluso más de dos, -nuestro jefe de estudios lanzó una mirada que no pasó desapercibida a quienes repetían aquel curso- pero ahora todos ya sabéis vuestro camino. A los que se presenten, mucha suerte en las pruebas de selectividad. Aquí estaremos si necesitáis algo.

Y así daban por finalizada la graduación de bachillerato-infierno. No sé que me daba más miedo; hacer selectivo o tener que apañármelas para estudiar sin Martina. Desde entonces aún no habíamos hablado. Y la verdad, sentía la necesidad de hacerlo esa noche.

- Sigo pensando que ese vestidito azul te queda realmente sexy. -la voz seductora de Héctor me sobresaltó. Durante unos segundos temí que fuera algún profesor pervertido, como el de educación física. Pero dejemos eso para otro momento.

- Ya ti esta corbata improvisada que te has puesto. -pasé la mano por su camisa, que tenía una gran mancha de zumo de fresa. Una de las chicas de primero que colaboraban en la barra se la había manchado sin querer. O queriendo. Cualquiera querría ver esa camisa blanca mojada y ceñida a su torso. Pero era mío.

Confío en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora