Sus oscuros ojos marrones me miraron fijamente durante unos segundos. Tenía la boca ligeramente abierta, como esperando a que sus carnosos labios decidieran pronunciar alguna palabra. Sin embargo, no era sorpresa lo que se veía en su expresión. Indiferencia, quizá. Como cuando estuvo más pendiente del móvil que de saludarme. Se le veía cansado. Seguramente volvería a la fiesta después de dejarme en casa. Aunque al parecer estuvo más tiempo conmigo que de juerga. No pude evitar fijarme en su camisa remangada, dejando ver medio tatuaje sobre su antebrazo derecho. Intenté averiguar de qué se trataba hasta que por fin habló.
- Te veo bastante decente a pesar del espectáculo que diste anoche. -dijo sin cambiar la dureza que mantenía en su rostro. ¿Era un reproche?
- Mmm... gracias por llevarme a casa -me ruboricé al notar como seguía inspeccionándome con la mirada. Incomoda, me crucé de brazos cuando se centró en mi muñeca.
- Lo cierto es que se estrenó bastante bien, ¿no crees? -dijo Giselle, rodeándome por los hombros tras llegar hasta nosotros.
Pero él no dijo nada. Con una pequeña sonrisa, sacó un sobre rectangular del bolso trasero de su pantalón y se lo tendió a Giselle. Tras vacilar en cogerlo o no, ésta desapareció resoplando por detrás del mostrador. Giré la cabeza bruscamente hacia Héctor cuando me agarró fuertemente del brazo. Bajó delicadamente hasta la muñeca, y recé para que no notara mis cicatrices.
- ¿Qué te ha pasado en la cara? -miró atentamente mi mejilla amoratada. Con las prisas y emociones se me olvidó tapar bien el golpe de mi hermano a base de maquillaje.
- Oh, no es nada. Tropecé y me di con el escritorio. -disimulé, creo que bien. O mal, ya que su expresión no cambiaba. Seguía sujetando mi antebrazo suave pero firmemente.
- Deberías tener más cuidado a la próxima. -por fin soltó mi brazo, y su mirada cambio a más ¿dulce? No lo sabía, era incapaz de definirlo de cualquier modo.
- Lo sé, es que soy un poco torpe. -reí, esperando que él lo hiciera también. Pero no. Parecía un pasmarote mirándome como si fuera el cuadro más extraño de todos los que había allí.
- Me refería al alcohol. Está claro que no sabes beber. -se dirigió al mostrador, pasando por mi lado sin rozarme, y se sentó sobre una de las sillas que sacó Giselle tras mi ataque depresivo la tarde anterior. Por cierto, aún no había salido desde que Héctor le dio el misterioso sobre.
- Ya, bueno. Hacía mucho que no... -iba a decir salía, cuando lo que él soltó me dejó casi en shock.
- Tienes que dejar de hacerte daño.
- ¿Qué? -solo supe decir eso. Me quedé petrificada mirándole. ¿A qué se refería exactamente con hacerme daño? Dios mío, no quería imaginarme el viaje de anoche volviendo a casa. Las heridas de mi muñeca parecían arderme.
- Es una jodida estupidez. Y tú eres así más estúpida aún. -ahora sí parecía un reproche, sobre todo por como alzó la voz. Me dabas ganas de gritarle que el único estúpido era él hablando de ese modo sin saber nada. O, ¿qué era lo que sabía?
- No sé de qué me hablas. -silencio- Me voy. ¿Puedes decírselo a Giselle?
Dijo que sí, sin más. No esperaba que se despidiera, ni si quiera yo pensaba hacerlo. Menudo tipo, ¿quién se había creído? Por gente así acabé como he acabado. Presioné mis heridas mientras iba hacia la puerta, cuando volvió a hablar. Me detuve, sin girarme para verle.
- Ten mucho cuidado, Erica. De verdad, ayúdate.
ESTÁS LEYENDO
Confío en ti
Teen FictionErica es una joven de diecisiete años que guarda un terrible secreto: desearía estar muerta. Todo es complicado desde que sufrió una ruptura y decidió ser totalmente fría con el resto de sus amigos. En una depresión constante, con solo la ayuda de s...