Capítulo 18.

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Mayo. El peor mes al que  puedes enfrentarte si cursas segundo de bachillerato. Y si eres una suicida deprimida, el peligro de multiplica por cuatro. Hacía justo una semana que no sabía nada de Héctor. Dijo que me hablaría, y pensé que había perdido el móvil al no hacerlo. Pero su última conexión le delataba. Martina me evitaba en clase, los pocos días que fui. Aún no habíamos tratado de arreglar lo que se supone que pasó. Ni si quiera yo sabía que era. Por más que trataba de concentrarme en estudiar, mi mente vagaba en ellos, en la tensión que hubo con Samuel, en Martina preocupada, en Héctor con los nudillos blancos. En mi madre sin trabajo y en mi hermano sin dar señales de vida.

-  Necesito distracción -dije cuando llegué a la tienda de Giselle. Estaba con Alicia.

-  Exámenes, ¿verdad? -preguntó la pelirroja, con su sonrisa de siempre. Cada vez la veía más guapa. Quizá tener un novio como el que tenía, tan atento en ella, le permitía radiar esa felicidad. Ojalá Lucas hubiera... no, Lucas no. Jamás.

-  Globales. Después selectividad. Y Héctor no aparece. -lo último lo dije casi sin pensar, y al pensarlo me arrepentí cuando vi la mirada preocupante que Alicia le echó a Giselle.

-  Bueno, tú tranquila, esta noche salimos y te despejas. -aseguró Giselle, con su sonrisa seductora.

-  Salir, ¿adónde?

-  Es el cumpleaños de John. -dijo la novia de éste, con una sonrisa todavía mayor- Vamos a ir al sitio del otro día.

-  Pero yo tengo que... -iba a decir estudiar, cuando me vino la idea de que seguramente Héctor iría. Podría verlo, aunque fuera en una fiesta en la que pasaría de mí.- ¿A qué hora? -dos risas resonaron en las paredes rojas cubiertas de cuadros, a las que la mía, leve, se unió.

Esa noche me arreglé sola. Había ido antes de compras, después de meses sin pisar un centro comercial. Elegí un vestido blanco ajustado, con más escote que el granate que llevé en la primera fiesta. Cogí el brazalete de siempre; las heridas todavía se percibían en mi muñeca. Me costó más que nunca decirle a mi madre que saldría. Sin embargo, con una sonrisa y los ojos enrojecidos, me dijo que tuviera cuidado y lo pasara bien.

Como era tradición, todos esperaban en el parque de siempre. Héctor no estaba, y noté algo desinflándose en mi interior. Fuimos a la misma discoteca. Álex volvió a acercarse a mí, y entramos juntos. Esta vez sí que no iba a beber. No por lo que pudiera pasar, simplemente no me apetecía.

-  Estás muy sexy hoy. -dijo una voz inestable a mi espalda. Me giré, con una pequeña desilusión cuando comprobé que se trataba de Álex.

Iba a apartarme, pero al mirar al frente capté una silueta conocida. Era Héctor. No estaba solo. Sujetaba por la cintura a una rubia con un vestido cinturón, que provocaría una explosión de pechos embutidos en cualquier momento. Bailaba pegada a él, restregándose todo lo que podía y más. Álex dio media vuelta a mi alrededor hasta volver a colocarse en frente mía. No sé por qué, supongo instinto femenino, me agarré a su cuello y empecé a acercarme. Al principio supe que solo quería bailar. Pero pronto me perdí en sus musculosos brazos, en como agarraba mi pelo con delicadeza. Sus ojos cristalinos me miraban seductivamente, y nuestras narices chocaron. Entonces sí sabía lo qué estaba haciendo, pero la atracción era muy fuerte. Nunca un chico así me intentó seducir. Ni si quiera Lucas me resultaba tan atractivo. Ni si quiera Héctor... ¿Héctor?

De repente, justo cuando cerró los ojos de color cielo, alguien le tocó el hombro, echándolo hacia atrás.

-  Tío, ¿pero qué coño...? -Álex soltó mi cabello, encarándose a su amigo.

-  Te la robo unos segundos. -Héctor le apartó de un empujón, casi sin importarle hacerle daño, y me tomó por la cintura.

-  ¿Se puede saber qué haces? -le espeté, manteniéndome atrás con las manos sobre su pecho.

-  Ven. Vamos a hablar.

Sin poder reprimirlo me cogió de la mano, pero no con brusquedad. No opuse resistencia, y me sacó de la discoteca. Una vez fuera, volví a insistir:

-  ¿¡Se puede saber que haces!? -me solté de su agarre. Su mirada me fulminó.

-  ¿Y tú? ¿Otra vez bebiendo, después de que la otra vez aquí casi te da un coma etílico a mis pies?

-  Pero, ¿qué dices? -fruncí el ceño. Empezaba a odiar su faceta controladora- No he bebido nada esta noche. Tan solo estaba bailando.

-  Con Álex. -dijo con una expresión de ¿celos?

-  Sí. Con Álex. ¿Por qué debería importarte? Tú también tenías compañía. -¿por qué dije eso? Parecía celosa, y yo no estaba celosa. Ninguno tenía por qué estar celoso. ¿No? Solo somos, o éramos, amigos.

No me di cuenta hasta entonces de que estábamos gritándonos. Entonces me cogió de la muñeca de tal forma que sus dedos se intercalaron dentro del brazalete, rozando los cortes. No, por favor.

-  ¿Otra vez? -dijo mirándome de una forma que no conseguiría en mi vida describir- ¿Por qué?

-  Desapareciste sin más -me solté de su agarre- Dijiste que estarías conmigo y quieres ayudarme. Mi mejor amiga no me habla por algo que te pasó con su novio; mi madre esta al borde de la desesperación, y no sé si mi hermano drogadicto sigue vivo. Y tú, la única persona dispuesta a comprenderme desaparece.

-  Lo siento. -puso las manos sobre mis hombros. La camisa blanca remangada dejaba ver a la perfección la fecha de su tatuaje; 14-04-2014.- Lo siento, Erica. De verdad quería ayudarte. Pero me da tanto miedo fallar de nuevo... -cerró sus ojos y quise desaparecer. Le temblaba la voz.

-  Héctor...

-  Eres especial. -bajo sus manos, dejándolas colgando a ambos lados de su cuerpo- Mereces más que todo esto. -una vez más, agarró mi muñeca. 

Dicen que hay impulsos que no se pueden controlar. De algunos te arrepientes al pensar bien después de hacerlo; otros pueden llevar a tu vida una nueva fase maravillosa. Nunca había considerado merecer nada. Siempre me había culpado. Y en ese instante, mi impulso por tenerlo más cerca, me hizo juntar mis labios con los suyos. Al principio no respondió al beso, y justo cuando iba a abrir la boca para hacerlo, se apartó rápidamente.

-  No puedo. -susurró apoyando su frente en la mía.

Sin embargo, antes de girarme y salir de allí, me agarró de la cintura, fundiéndonos en un beso profundo, cálido. Con sabor a disculpa y ganas de revivir.

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¡Hola, queridos lectores!
¡¡¡Por fin ha habido beso!!!
¿Qué pasará después de esto? ¿De qué tiene Héctor tanto miedo?
Capítulo dedicado a Requiemfromtheheart , gracias por tus votos y comentarios❤️
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