Capítulo 17.

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Notaba un frío extraño esa noche en mi habitación. Sin embargo, no sentía dolor. Al menos, no físico. Estaba sentada en el suelo, con la cabeza apoyada sobre el borde de la cama. Miré mi antebrazo derecho, y el corte totalmente vertical que lo recorría desde la muñeca hasta el codo. Lo había hecho. Ya no habría vuelta atrás. Mis muslos flotaban en el charco de sangre cada vez más grande y mi mente desconectó. Vi la luz; me vi de pequeña cuando todavía tenía una familia. Vi a mi hermano abrazándome, a mi madre sonriente y a mi padre con nosotros. Vi a Lucas cuando le conocí. Me vi feliz. Y de repente, no vi nada. Entonces, desperté de un brinco.

-  Buenos días, dormilona -la voz de Héctor me llegó desconcertándome. Estaba tumbada, con la cabez sobre su regazo. Me acariciaba el pelo. Recordé que me había llevado al parque después de consolarme en el coche, y nos pusimos a hablar, bromear y reír sentados en el césped. Pero estábamos sentados... a bastante distancia.

-  ¿Cuánto tiempo he dormido? -pregunté incorporándome.

-  No más de media hora. Parece que mi opinión sobre El señor de los anillos te resultó aburrida -me avergoncé. Era mi saga favorita desde pequeña. Pero hacía tiempo que no la veía, al recordarme a Manu; también le encantaba.

-  No. No es eso. Solo que estaba cansada. No pegué ojo en casi toda la noche. -a la vez que hablaba me vino a la mente que, antes de dormirme, habíamos empezado a hablar de preferencias en cine y música. En lo último, ambos coincidíamos en el rock.

-  Tranquila. -sonrió y no pude evitar hacerlo también- Lo que te dije fue que... solo había visto la primera. -se encogió como disculpándose, pero me gustó la idea de poder verlas con él algún día. Aceptó cuando se lo propuse.

Tras eso, salimos del parque. Casi se me sale el corazón cuando al cruzar la esquina de la calle nos encontramos a Martina de cara, con Samuel. Ninguna de las dos nos movimos durante varios segundos que se me hicieron horas.

-  ¡Erica! -finalmente gritó, para mi sorpresa con los brazos abiertos, dispuesta a darme un abrazo. Pensé que estaría enfadada por no haber contestado sus mensajes. Miró a mi acompañante sorprendida, y después a mí.

-  Oh, Héctor, ella es Martina, mi mejor amiga. Y su novio Samuel.

Martina le dio dos besos. En cambio, ellos dos se miraron casi con la misma frialdad. Observé como los músculos del brazo de Héctor se tensaban, y sus nudillos se volvían totalmente blancos de rabia. El tatuaje de su antebrazo pareció agrandarse de la tensión, y sus ojos se clavaron en los de Samuel. Estaba claro que ya se conocían, y no parecía ser de nada bueno.

-  Samu, cariño... -Martina también se dio cuenta del mal ambiente que había. Cuando su novio le miró, se le abrió la boca ligeramente. -Bueno, nosotros nos vamos ya, tenemos algo de prisa.  -dijo de repente- Luego te llamo, ¿vale?

Se despidieron de mí; con Héctor tan solo intercambiaron un adiós y miradas de reojo. Que raro. Martina nunca se comportaba así, y menos con un chico tan atractivo como Héctor. Una vez se fueron, continuamos andando. La sonrisa que mantuvo desde que me invitó a subir al coche ya no estaba. Miraba al frente, estaba ausente, como pensativo.

-  Creo que podría echar algún currículum en esa cafetería. Es nueva, y tal vez busquen personal. -comenté intentando llamar la atención. Se limitó a asentir con la cabeza, forzando una sonrisa- O quizá en un club que haya en algún polígono. Seguro que me pagan bien. -bromeé esperando su reacción.

-  Sí. -volvió a asentir con la misma indiferencia. Iba a explotar.

-  Está bien, ¿qué te pasa? -me puse frente a él cuando vi que habíamos llegado a su coche, obligándole a parar de andar.

-  No es nada. Solo pensaba en unas cosas.

-  Mentira. Llevas así desde que vimos a mi amiga y su novio. Me fijé en como os mirasteis. ¿De qué le conoces? -mi tono parecía casi acusador, pero no me contuve. Entonces, dio un paso a la derecha para dejarme atrás.

-  No importa, de verdad. -dijo girándose, mientras abría la puerta del coche.- Te hablo después.

Se acercó para darme un beso en la mejilla, se metió dentro, encendió el motor y desapareció de mi vista al girar la esquina. Tras la mañana que habíamos pasado, simplemente se marchó. ¿Cómo podía haberme dejado sola después de lo que le conté? En fin. No, en fin no. Dijo que estaría conmigo. Quizá tenía cosas que hacer. Quizá recordó que... No, no, no. Erica, déjalo estar. Ya te hablará, él mismo lo había dicho. No pasa nada.

Acariciándome la mejilla llegué a casa. Mi madre no estaba. Dejó una nota, había ido a comprar. Se me encogió el corazón de pensar que estaría hecha un lío eligiendo que productos tachar de la lista. Fui a ducharme. Cuando salí, sonó mi móvil. El pulso se me aceleró hasta que vi el nombre de Martina en la pantalla.

-  Hola. -soné menos feliz de lo que quería.

-  Hola, ¿dónde estas? -su tono también era apagado, casi como preocupado.

-  En casa, ¿por?

-  Oh, nada. -silencio- No estarás ahí... con el chico de antes, ¿verdad?

-  Mmm, no... ¿Qué pasa con él? -dije sentándome en la cama. ¿Qué sabía ella de Héctor?

-  No me parece bueno para ti. -dijo de un tirón, escupiendo las palabras como si nada pasara.

-  Lo que me faltaba. -rodé los ojos exageradamente, lástima que no pudiera ver mi cara- Y, ¿eso por qué?

-  Solo te aviso. No creo que pueda hacerte todo lo feliz que mereces. Y lo veo peligroso.

-  Martina, solo es mi amigo. -dije riéndome. Todo eso me parecía muy gracioso- Además, ya soy mayorcita.

-  Sí. Eso está claro. Pero mejor elige bien la gente con la que vas. -¿me estaba acusando?

-  Pero, ¿qué dices? Héctor me trata bien, al igual que el resto de sus amigos.

-  Sí, ya... seguro que los chicos sobretodo. Creía que te vería con el rubio ese de ojos azules que decías estaba tremendo. Pero era el que tocaba la semana pasada, ¿no? -sus palabras me sentaron como si un rayo atravesara todo mi cuerpo.

-  Mira, paso de lo que estés intentando decir, insinuar o llamarme. Ya nos veremos.

-  Adiós. -y colgó.

Tres minutos de llamada, la más corta de mi vida con ella. Desde que estuve tan mal nunca nos habíamos peleado. Jamás nos habíamos hablado así. Nunca intentó llamarme guarra indiscretamente. ¿Me estaba volviendo una guarra? No, claro que no. Solo había conocido nuevos amigos, ¿y qué? Fui al baño con la rabia saliendo de mí, cuando se abrió el cerrojo de la puerta de entrada.

-  Eri, cariño, ya he vuelto. Voy a preparar la comida.

La voz de mi madre mientras dejaba las bolsas de la compra en la cocina llegó a mis oídos al caer la primera gota de sangre. Después de tanto esfuerzo y progresos, volví a contestarle entrecortada, ocultándole algo que jamás imaginaria de su feliz y fuerte hija. 

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Hola mis querid@s lectores/as. Gracias una vez más por leer.
¿Qué relación tendrá el novio de Martina con Héctor?
Y, ¿a qué sé debe la reacción de ésta con Erica?
Veremos qué ocurre en el próximo capítulo.

Martina en multimedia
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