Capítulo 30: Con el tiempo renace la felicidad

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Ethan:

Toronto, Canadá,
Dos meses después...

Es un hecho que con el tiempo tiempo renace la felicidad. Es un hecho, porque Alex me demostró que me amaba a mi y a nuestro hijo genuinamente. Estos dos meses habían estado llenos de felicidad, Alex (ahora mi novio) había comprado un nuevo penthouse para que los tres viviéramos cómodamente; las fiestas las pasamos com paz y amor y está de sobre decir que entre el y yo nos pasábamos las noches follando con locura.

Aprendimos a dejar el paso atrás y dar paso a un nuevo comienzo, eso es lo único que valoré.

Ahora nos encontrábamos en un lujoso yate que Alex había alquilado para lo tres durante las vacaciones. Después de jugar con Noe y hacer cosas para que se divirtiera, lo mandamos a descansar para que entre el hombre que amo y yo tuviéramos tiempo a solas en la cubierta.

La brisa del mar y las olas mecían el yate, haciéndo la experiencia más relajante. Alex y yo nos lazamos al mar y nadamos un rato, tras eso volvimos a subir al yate y nos dimos un beso salvaje.

—Pequeñín, necesito que me esperes aquí, ¿vale? —acarició mi rostro con su pulgar. Yo lo miré con una sonrisa. —Iré dentro a buscar algo.

Asentí.

Observé como se alejaba lentamente y entraba, pasado unos minutos volvió, estaba vez ya se había quitado el traje de baño e iba vestido de una manera formal. Que raro. Y al parecer ocultaba algo, puesto que una mano iba metida en su bolsillo y otra iba suelta.

—¿Qué fuiste a hacer, mi Alfa? ¿Y por qué estás vestido así? —traté de ocultar la risa. Alex se veía tan lindo y sexy vistiendo así.

No respondió. A paso lento de acercó luego me tomó del menton y me dio un beso dulce con su lengua jugueteando dentro de mí boca y su barba fina de pocos días rozandome la piel y pinchandomela un poco.

Cuando el beso terminó, Alex tomó mis manos con delicadeza y se arrodilló frente a mí en la cubierta. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

—Ethan... —empezó, con una sonrisa nerviosa en su rostro. Sacó una pequeña caja de terciopelo negro de su bolsillo y la abrió lentamente, revelando un anillo brillante. El reflejo de la luna lo hacía brillar como si tuviera luz propia.

Mis ojos se llenaron de brillor al instante.

—Alex... ¿qué estás haciendo? —pregunté, aunque en el fondo ya lo sabía.

Él soltó una pequeña risa antes de hablar.

—Sé que en el pasado he cometido errores... errores imperdonables. Sé que te herí, que me alejé cuando más me necesitabas y que fallé como hombre, como pareja y como padre. Pero tú, pequeñín, eres la razón por la que sigo adelante. —Alex tragó saliva, sus ojos brillaban de emoción.

Mi corazón estaba a punto de estallar.

—Eres mi hogar, Ethan. Contigo aprendí lo que significa amar de verdad, lo que significa ser completo. Quiero pasar el resto de mi vida demostrando que soy digno de ti. Por eso... —sacó el anillo de la caja y lo sostuvo frente a mí. —¿Quieres casarte conmigo?

Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras las palabras se atoraban en mi garganta. Mi cuerpo temblaba, pero no por el frío de la brisa nocturna, sino por la intensidad de la emoción que sentía en ese momento.

—Sí... —logré decir entre sollozos. Después grité con más fuerza. —¡Sí, Alex, quiero casarme contigo!

Él se levantó rápidamente y me abrazó, levantándome y colocando mis piernas alrededor de su cintura para luego comerme la boca. Cuando me bajó, nos besamos de nuevo, esta vez con más pasión, como si el mundo entero desapareciera y solo quedáramos él y yo.

—Te amo, pequeñín. —me susurró al oído, su voz temblando de amor y emoción.

—Y yo a ti, mi Alfa.

Después de colocarnos el anillo y brindar con unas copas que Alex había preparado previamente, el momento se volvió más íntimo. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo con deseo.

—Creo que es hora de celebrar como se debe, ¿no crees? —susurró, con una sonrisa lasciva.

Guíe a Alex hasta uno de los sofás blancos que habían en el exterior del yate, junto con las luces qué lo iluminaban perfectamente. Rápidamente ambos nos desnudamos y yo quedé agachado frente a su gigante polla. Abrí mi boca y le hice la mejor mamada del mundo a modo de recompensa por ser tan valiente y hacerme feliz con su propuesta de matrimonio. Pero ustedes ya conocen como es el, ya que luego el tomó el control y me folló la boca tan duro que me dolió la garganta e hizo que me tragara todo su delicioso semen cuando se vino.

Y bueno, después pasamos el resto de la noche follando hasta quedar exhaustos.

Ahora el sol comenzaba a asomarse iluminando justo la zona en donde estábamos nosotros; Alex acostado boca arriba y yo abrazado y arriba de el. Me desperté con la sensación del pecho de Alex subiendo y bajando lentamente bajo mi mejilla.

—Buenos días, pequeñín —murmuró con una voz ronca y adormilada mientras acariciaba mi espalda con movimientos perezosos.

Levanté la cabeza y lo miré. Su rostro reflejaba una mezcla de felicidad y paz, algo que pocas veces había visto en él. Le sonreí y me acerqué a darle un beso suave en los labios.

—Buenos días, mi Alfa.

Nos quedamos en silencio por unos momentos, disfrutando de la tranquilidad que nos rodeaba. Las olas seguían mecidas por la brisa matutina, y el sonido del agua era lo único que rompía el silencio.

—¿Sabes? —dije finalmente, apoyando mi barbilla en su pecho para mirarlo a los ojos. —Nunca pensé que llegaría a sentirme así de feliz en cuanto a la idea de casarme.

Alex sonrió, una de esas sonrisas que lograban derretirme por completo.

—Yo tampoco, Ethan. Pero tú cambiaste todo. Tú y Noe son lo mejor que me ha pasado en la vida. ¿Y sabes? Quiero que nuestra boda sea la más hermosa del mundo. Quiero que sea tan hermosa que quiero que la gente sienta envidia de nosotros. Y desde ya te aviso que en la noche de bodas te haré mío.

—Ya soy tuyo, Alex; y tú eres mío. —reí.

—Ya lo sé, pero quiero hacerlo las veces que sea necesario para que todo el mundo sepa que nadie más excepto yo puede tocarte. —Alex se incorporó y yo me senté sobre sus muslos. —¿Ya te dije que te amo?

—Mmm, creo que no. —afirmé, aunque sabía que si lo había hecho.

—Pues te lo repito: Te amo.

Las clases del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora