Alex:
El pasillo del hospital parecía eterno. Cada paso que daba empujando la silla de ruedas de Ethan pesaba en mi pecho, como si con cada metro recorrido estuviera enfrentándome a la cruel realidad de nuestra hija.
Ethan no había dicho una sola palabra desde que la doctora nos dio la noticia. Sus manos descansaban sobre su regazo, tensas, con los nudillos blancos de tanto apretar. Sabía que su cabeza no dejaba de darle vueltas a todo lo que había sucedido, al accidente, a Josh, a la brutalidad de la situación. Pero sobre todo, sabía que lo único que le importaba ahora era ella.
Nuestra hija.
Cuando llegamos a la unidad neonatal, el silencio del hospital se rompió con el constante pitido de las máquinas. Las luces tenues iluminaban a los pequeños cuerpos en sus incubadoras, luchando por vivir. Y entonces, la vimos.
—Aquí está su hija. —nos dijo la enfermera con voz suave.
Ethan se inclinó ligeramente en la silla, con los labios entreabiertos, la mirada nublada por las lágrimas.
—Es tan… pequeña.
Yo apenas respiraba.
Allí, dentro de la incubadora, rodeada de cables y tubos, estaba Bianca. Su piel era tan delicada, casi transparente, y su pequeño pecho subía y bajaba con un ritmo pausado pero inestable. Por lo menos había alcanzado a desarrollarse un poco dentro de mí pequeñín.
—Bianca… —susurré su nombre por primera vez en voz alta.
Ethan estiró su mano, temblorosa, hasta que sus dedos rozaron el cristal que nos separaba de ella.
—Mi niña… —su voz se quebró. —No debieron sacarla de mi vientre... debió estar los nueve meses, y solo estuvo dos y medio.
Me arrodillé junto a él, rodeando su cuerpo con mis brazos.
—Lo hicieron para salvarla, amor. Está aquí, y es fuerte. Como tú.
Ethan se tapó la boca con una mano, tratando de ahogar un sollozo, pero sus lágrimas cayeron sin control. Apoyé mi cabeza contra la suya, sintiendo cómo su dolor se mezclaba con el mío.
Nos quedamos así por un largo rato, en silencio, viendo a nuestra hija luchar por cada respiración.
Finalmente, la enfermera nos dijo que debíamos dejarla descansar. Ethan no quería irse, pero su cuerpo estaba demasiado débil, así que, con mucho esfuerzo, lo convencí de volver a casa.
***
El departamento se sentía demasiado vacío.
Pero no estábamos solos.
Noe corrió hacia nosotros en cuanto entramos, con sus manitas extendidas y una sonrisa inocente en el rostro.
—¡Papá, papi! —exclamó emocionado, aferrándose a las piernas de Ethan.
Mi pecho se llenó de calidez al verlo.
Ethan, con la voz aún quebrada, se inclinó como pudo en la silla y lo abrazó con fuerza, besándole el cabello.
—Mi bebé…
—Te extrañé mucho, papi.
—Yo también, mi amor —susurró, acariciando su mejilla.
Noe se giró hacia mí con ojitos brillantes.
—¿Y mi futura hermanita? ¿Está bien? ¿No le pasó nada?
Tragué saliva, miré a Ethan y luego a nuestro hijo.
—Bianca está en el hospital, luchando para estar con nosotros, cariño.
Noe frunció los labios, pensativo.
—¿Podemos llevarle un peluche?
La sonrisa de Ethan fue temblorosa, pero genuina.
—Por supuesto que sí, mi amor.
Mi corazón se estrujó al verlos. A pesar de todo el dolor, Noe estaba aquí. Su amor, su energía inocente nos recordaba que no estábamos solos.
—Vamos a pedir algo de comer, ¿te parece? —le dije a Noe, acariciándole el cabello.
—¡Pizza! —exclamó emocionado.
—Pizza será entonces.
Pedimos la comida y nos acomodamos en la cama. Ethan se recostó y yo me tumbé junto a él, con mi cabeza sobre su abdomen, abrazándolo con delicadeza. Noe se acurrucó a nuestro lado, jugando con mis dedos.
—¿Te duele mucho? —pregunté, acariciando la piel de Ethan con los dedos.
—Un poco… pero lo que más me duele es no sentirla cerca.
Mis brazos se apretaron un poco más a su alrededor.
—Sé que no es lo mismo… pero estoy aquí, siempre contigo.
Ethan sonrió con tristeza y pasó los dedos por mi cabello, acariciándolo lentamente.
—Gracias, Alex. Por todo.
—No tienes que agradecerme nada, pequeñín. Bianca y tú son mi vida.
—Y yo también, ¿verdad? —interrumpió Noe, mirándonos con los ojos grandes y brillantes.
Ethan y yo nos reímos suavemente.
—Tú eres nuestro primer milagro, Noe —dijo Ethan, besándole la frente.
Noe sonrió y se acurrucó más cerca de nosotros.
El timbre sonó, avisando que nuestra comida había llegado. Me levanté con cuidado para ir por ella, pero antes de salir de la habitación, me giré para mirarlos.
Allí estaban, con una expresión cansada, pero con los ojos brillando de amor.
«Confío en el destino y tengó fe de que todo saldrá de maravilla».
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Las clases del Alfa
Romance〔PARTE 1 Y 2 DISPONIBLES〕 Ethan, un estudiante universitario omega, lleva tiempo enamorado de su profesor alfa, Alex. Así que, para llamar la atención de su profesor, Ethan decide empezar a bajar su rendimiento y tener malas notas apropósito. Con es...