Capítulo 37: Jacuzzi

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Ethan:

Pasaron ya cinco meses desde aquel evento tan triste que sufrí por culpa del atropello que sufrí a manos de Josh. Alex ha sido el hombre más importante y cuidadoso conmigo este último tiempo; y Noe, mi hijo quien ya cumplió tres añitos el mes pasado, ha sido mi mayor motivación para no rendirme en esta lucha por la vida de Bianca.

Cada día que pasaba sin poder sostener a mi bebé en brazos, sin poder sentir su calor contra mi pecho, me desgarraba por dentro. Pero verla crecer, luchar y aferrarse a la vida con tanta fuerza me daba la esperanza que necesitaba para seguir adelante.

Esa mañana, mientras Alex y yo desayunábamos con Noe, mi celular vibró sobre la mesa.

—¿Quién es, Ethan? —preguntó Alex, sirviéndole más jugo a Noe.

Al ver el número en la pantalla, mi corazón se aceleró. Era el hospital. Tragué saliva y contesté con manos temblorosas.

—¿Señor Ethan? Soy la doctora Méndez.

—Sí, sí, soy yo. —respondí de inmediato, con mi pecho subiendo y bajando con nerviosismo.

Alex dejó de comer y me miró con atención y su expresión estaba llena de incertidumbre.

—Quería compartirle una gran noticia. —continuó la doctora con un tono cálido. —Bianca ha demostrado una recuperación increíble. Su peso es estable, sus pulmones están funcionando sin asistencia, y ya puede alimentarse sin problemas a traves del tubo. Si todo sigue así, en dos meses podrá salir de la incubadora y estar lista para irse a casa con ustedes.

El tiempo pareció detenerse.

—¿E-en serio? —mi voz tembló.

—En serio. Su hija es una guerrera.

Un sollozo escapó de mis labios.

—Gracias… gracias, doctora.

Alex ya se había acercado, envolviendo mi rostro con sus manos.

—¿Qué pasó, pequeñín? ¿Qué dijeron?

Lo miré, sintiendo una felicidad indescriptible.

—Bianca… Bianca ya está estable. En noviembre podremos tenerla con nosotros.

Los ojos de Alex brillaron con emoción antes de abrazarme con fuerza.

—Lo logramos, pequeñín. Nuestra hija va a estar con nosotros.

Noe, ajeno a la profundidad de la noticia, nos miró con curiosidad.

—¿Bibi viene a casa?

Lo levanté en brazos, besando su mejilla.

—Sí, mi amor. Tu hermanita viene a casa.

Alex nos rodeó con sus brazos, y en ese momento supe que todo estaría bien.

—Vamos a verla. —dije, secándome las lágrimas.

—Sí, vamos a verla.

Sin perder más tiempo, nos preparamos para ir al hospital. Bianca nos esperaba.

***

El hospital tenía un ambiente tranquilo, pero cada paso que daba hacia la unidad neonatal hacía que mi corazón latiera con más fuerza. Tomé la mano de Alex con nerviosismo mientras avanzábamos por el pasillo. Noe iba en brazos de su padre, observando con curiosidad todo a su alrededor.

Una enfermera nos recibió con una sonrisa cálida.

—Bienvenidos. Bianca ha tenido un día excelente. Ya pueden verla.

Asentí, conteniendo la emoción, y entramos a la sala donde estaban los bebés prematuros en incubadoras.

Y ahí estaba ella. Mi Bianca.

Tan pequeña, tan frágil, pero al mismo tiempo tan fuerte. Sus manitos diminutas se movieron levemente.

—Hola, mi amor… —susurré, acercándome al cristal de la incubadora.

Alex colocó su mano sobre mi espalda, brindándome apoyo.

—Míranos, pequeñín. Nuestra bebé es hermosa.

Asentí con una sonrisa temblorosa.

—Es perfecta…

La enfermera se acercó.

—Hoy pueden tocarla. Solo asegúrense de desinfectarse bien las manos.

Mi pecho se apretó con emoción.

Después de cinco meses, por fin podría sentirla.

Seguí las indicaciones y, con sumo cuidado, deslicé mi mano dentro de la incubadora, tocando la manita de Bianca con la yema de mis dedos.

Un sollozo escapó de mis labios cuando sentí su piel suave.

—Eres tan fuerte, mi niña…

Noe se acercó con curiosidad y miró a su hermana con asombro.

—Bibi… —susurró, apoyando su cabecita en el pecho de Alex.

***

Después de comer algo liviano y mandar a Noe a su habitación para que se entretenga con sus juguetes, mi sexy novio y yo nos fuimos juntos al baño principal para darnos un relajante baño en el jacuzzi qur había allí. Ambos nos quedamos solamente en boxers para poder meternos y, antes de entrar en el agua, no pude evitar mirar el apetitoso bulto de su entrepierna.

Alex lo notó y me sonrió.

—¿Estás goloso, pequeñín, o solo te gusta mirar mi polla?

Reí.

—Ambas, mi Alfa. —me mordí en labio inferior, a la vez que me sumergí en el agua caliente y me crucé de piernas para cubrir mi erección.

Alex también se sentó en dentro del agua y se abrió de piernas junto con los brazos extendidos hacia los lados y con la cabeza hacia atrás.

—Ugrr. —gruñó. —No me provoques, pequeñín, estoy controlando las ganas de follarte a pelo.

Me excité de solo oírlo. Mi deseo estalló y avancé hacia el, me senté a horcajadas y jadeé al sentir su erección.

—Ahgg, pequeñín. —jadeó. —Tan ansioso porque te folle. —reí por lo bajo y comencé a mover mis caderas sobre el para generar fricción sobre su rica verga. Lo tomé de las mejillas y ambos comenzamos a besarnos con lujuria. Acto seguido, le di al botón de vaciar el agua del jacuzzi y ambos nos deshicimos de nuestra prenda interior.

Me bajé de sus piernas, me arrodillé y masajeé su polla antes de lamerlo y meterlo en mi boca. Alex suspiró de placer. Me tomó de la cabeza, presionandome contra su pelvis mientras el tomaba el control moviendo sus caderas hacia arriba. Su polla se adentraba por mi boca llegando un poco más allá de mi garganta. Cada gemido nos excitaba a ambos hasta que, finalmente, su semen llenó mi boca.

Me separé de el y me volví a sentar a horcajadas sobre su erección, la cual entró sin problemas dentro de mí culo. Nos comenzamos a besar con desespero. Sin verlo venir, Alex se levantó del jacuzzi cargandome en su cintura, me acorraló contra la pared y los gemidos llenaron la habitación cuando comenzó a embestirme.

—Ahgg, si... ¿te gusta, pequeñín? ¿Te gusta que te folle?

Asentí.

Alex continuó sus pemetradas, esta vez duro y rápido; yo agarré mi polla y comencé a masturbarme mientras nuestros labios se volvían a unir. Mi próstata estaba a ful, ya no aguantaba más, hasta que terminé viniendome en mi mano. Alex me dio una última y deliciosa estocada, corriendoce dentro de mí cavidad anal.

Las clases del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora