Capítulo 33: Un simple niñito inmaduro

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Ethan:

Al mes y medio mi vientre había comenzado a notarse muy levemente. Pero lo más gracioso y lindo eran mis antojos los cuales Alex me los cumplía con una mirada de risa y algo de desagrado por la extraña combinación. Había veces en que mis antojos llegaban a ser muy raros, como mezclar Doritos con Nutella y polvo de Takis, e inexplicablemente sabía delicioso.

La mañana del sábado yo no me sentía muy bien que digamos; las contracciones y las patadas del bebé dentro de mí me estaban superando. Aunque sabía que no era para nada grave, decidí quedarme recostado mientras mi Alfa y Noe salieron del penthouse para ir a dar un paseo a no sé donde. Un parque, quizá.

Lentamente mis ojos se comenzaron a cerrar y cuando creí que me sumergiria en un cálido sueño, el fuerte sonido de la alarma me sobresaltó. Mi pulsación se incrementó. A paso lento y mirando a mis alrededores por si acaso llegué hasta la alarma. El estridente sonido tenía la intención de hacerme sangrar los tímpanos, por lo cual coloqué la clave y se paró inmediatamente.

«Por Dios, que alivio.»

Giré sobre mis talones y saqué mi celular de mi bolsillo para enviarle un mensaje a Alex para calmarlo por si le había llegado la alarma a su teléfono. Presioné enviar... y de pronto sentí un fuerte golpe en la espalda. Como un puñetazo de un boxeador de lucha libre. Caí al suelo junto con mi celular y a este se le partió la pantalla.

Un dolor agudo recorrió mi espalda, pero mi atención se desvió cuando una sombra alargada se proyectó frente a mí. Alcé la mirada, y lo vi. Un hombre completamente desconocido, alto, de cabello rojizo oscuro y unos ojos verdes que parecían atravesarme. Sostenía algo en su mano. Una pistola.

Mi corazón dejó de latir por un momento. Intenté levantarme, pero él dio un paso adelante y apuntó el arma hacia mí.

—Ni lo intentes, omega —dijo con un tono helado y burlón. Su acento era claro: no hablaba español fluidamente.

—Q-qué quieres...? ¿Quién eres? —balbuceé, mi mente trabajando en vano para comprender lo que estaba sucediendo.

—¿No te habló de mí? —rió amargamente, y aunque no entendí todas sus palabras, su tono era suficiente para que el miedo se instalara en mis venas. —Claro que no lo hizo. Alex nunca es sincero. Pero no te preocupes, voy a presentarme debidamente.

Intenté retroceder, pero él me empujó hacia una silla y me obligó a sentarme. La presión de la pistola contra mi pecho me dejó sin aliento.

—¿Qué quieres de mí? ¡Por favor, no me hagas daño! —rogaba mi voz temblando. Mis manos intentaban proteger mi vientre de cualquier amenaza.

Sonrió de forma cruel, inclinándose hacia mí, con la pistola apuntando ahora directamente a mi vientre.

—¿Yo, que es lo que quiero? —repitió. —Quiero lo justo, perro. Para qué lo tengas un poquito más claro, mi nombre es Josh, y soy el ex de... tu noviesito.

Abrí los ojos con sorpresa y un atisbo de inseguridad me cruzó, pero sacudí la cabeza de inmediato.

—No sé quién seas ni qué pretendas, pero estás equivocado si crees que voy a creer tus mentiras. Alex no me ha ocultado nada. Él no es esa persona que intentas describir.

Josh se rió, su voz cargada de sarcasmo y odio.

—Oh, ¿en serio? Claro que no te ha dicho nada. ¿Por qué lo haría? Tú solo eres el omega de mierda que cayó en su red, como yo lo fui antes. ¿De verdad crees que eres especial?

Un tsunami de lágrimas inundó mis ojos. Lágrimas de rabia e impotencia. Sabía que no era así, sabía que Alex había cambiado. Y, si realmente ese tal Josh es el ex de Alex, ¿por qué esta aquí? ¿Por qué putas tiene un arma amenazandome? Tengo miedo de lo que pueda hacerme a mi y a la criatura que tengo dentro.

Las clases del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora