CAPÍTULO 27

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Scarlett

Domingo

Por la mañana, me levanté de mala gana porque me desperté temprano. Justo era mi día libre y parece que mi cerebro dice: ¡Es domingo, el que madruga, Dios lo ayuda!".

—Eh, no, cerebro. Tal vez si ayude a levantarse temprano, pero me mato trabajando todos los días como para traicionarme así. —hablé conmigo misma.

Me duche y me fui a cambiar para seguir estando en piyama, ya que no estaba de humor y sobre todo, quería quedarme a dormir todo el día si era necesario. Por favor, era domingo, debía verme al menos bonita aunque no salga de casa.

Ordené mi cama y recogí el poco tiradero que hice en mi habitación para después irme a la cocina y preparar algo para desayunar. Por el momento estaba haciendo unos deliciosos huevos con tocino frito y un té caliente de canela. Miraba mi teléfono con mucha intriga en las noticias. Bueno, rara era la vez que las veía, pero me acordaba mucho cuando ponía la radio en mi habitación del hospital y escuchaba noticias, y hasta relatos de libros.

Escuché que murmuraban en la puerta de mi departamento y me giré a esperar que tocaran. Bueno, si es que iban a tocar. Y efectivamente, escuché que la puerta era golpeada suavemente en espera de abrir.

—¡Ya voy! —exclamé y fuí directo a ella para abrirla. —. Oh... ¡Hola, chicos! Buenos días. —saludé a Frank y Ángela que se encontraban enfrente mío.

—¡Hola, amiguita! —siguió Frank abrazándome y dando un beso en mi mejilla.

¡Diablos, es tan amoroso! —grité en mis adentros, mientras mis mejillas ardían de la vergüenza que comenzaba a tener enfrente de su hermana.

—Hola… Scarlett… —Ángela habló casi en un murmuro que podía confundirse con un titubeo, pero enseguida me abrazó y esos pensamientos míos se esfumaron.

Les dije que pasaran y ellos agradecieron cordialmente para entrar. Miré que sus manos cargaban una pequeña caja de galletas y la pusieron en la mesa deslizándolas hasta quedar en medio.

—Te trajimos galletas. Espero que no haya inconveniencia con eso. —dijo Frank ladino.

—No, para nada. Muchas gracias —Me acerqué nuevamente a mi estufa y apagué mi té para servirlo en una taza. —. ¿Quieren tomar algo?

—Mmm… yo quiero un poco de café, por favor. —Él levantó su dedo y se giró a ver a su hermana para preguntarle lo mismo. —. ¿Y tú, nerd?

Ángela desde un inicio la notaba un poco rara, tímida a mi parecer. Me observaba y luego bajaba su mirada en un intento de decirme: ¿Le digo, o no le digo?

Se encontraba cruzada de brazos pero recargada sobre la mesa. Comenzaba a preocuparme por ella. Tal vez le sucedió algo en el trabajo y quería contármelo, pedir un consejo, o algo. Ahí me dí cuenta que estaba sobre pensando mucho en las cosas que pasaban ahora.

Acaso… ¿Estaba enojada?

—No, gracias. —negó ella. Seria.

—Esta bien. ¡Una orden de café enseguida! —Me dí la vuelta y comencé a preparar de nuevo el agua para calentarla en la estufa.

Mientras tarareaba una canción pegajosa que había escuchando en mi celular al descargarla. Abrí un cajón para ver si tenía café, y claro que lo había. Yo no lo tomaba, pero Allen y Lucy eran unos aficionados, por eso mismo es que lo compraba.

—No sabía que estuviste en un hospital psiquiátrico.

Y de repente la escuché oír.

Solté enseguida el café bruscamente contra la barra de la cocina. Mi cuerpo quedó rígido en su lugar y no tenía intenciones de acatar mis ordenes de querer moverme. Yo seguía dándoles la espalda a ambos hermanos, y era porque mi vista estaba perdida en la nada, con el eco de su voz de mi amiga chocando en cada parte de mi mente con aquella oración. Fui girando lentamente a la dirección de Ángela. Ella mantenía una mirada seria pero a la vez preocupante. Eso me inquietaba tan mal, del que me vieran de una forma extraña de describir me hacía entrar en… ansiedad.

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⏰ Última actualización: Jan 13 ⏰

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