Reencuentro con el conde VI

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—¿Lo hiciste a propósito? —preguntó Paula, con la voz ligeramente temblorosa a pesar de su intento de mantener la calma.

Vincent se detuvo y se giró para mirarla con expresión impasible. Paula miró a su alrededor para asegurarse de que estaban solos, lo agarró de la manga y lo llevó a un rincón apartado del pasillo.

El recuerdo de la cara de sorpresa de Alicia volvió a invadir la habitación. Después de la pregunta directa de Vincent sobre el campo de flores, un silencio incómodo se apoderó de la habitación hasta que Joely finalmente habló, con un tono desconcertado.

"Espera, ¿alguien dijo que era un campo de flores amarillas y ahora es blanco?"

Fue entonces cuando Paula se dio cuenta de que Alicia había afirmado que el campo de flores era amarillo. Era una discrepancia flagrante, un recuerdo inventado que Paula sabía que Alicia no podría respaldar. Joely había mirado a Vincent y a Paula con creciente curiosidad, mientras la niñera intercambiaba miradas inciertas con ambos. La tensión en el aire había sido palpable, pero Vincent, como siempre, había desviado la conversación con suavidad, llevando la conversación a otro lado.

—¿Me hiciste esa pregunta a propósito? —volvió a preguntar Paula, esta vez con un tono más firme.

La respuesta de Vincent no dudó: "Sí, lo hice".

"¿Por qué?"

"¿Debería haberlo dejado pasar?", replicó con dureza.

—Bueno... no, pero aun así...

—Paula —la interrumpió con voz baja y pesada.

Paula tragó saliva y bajó la mirada. —¿Sí?

—La única razón por la que no he actuado todavía es porque ella es tu hermana —dijo Vincent sin rodeos—. Supuse que había una razón por la que no habías abordado la situación. Quería darte tiempo, porque pensé que podrías necesitarlo. Pero no pienses ni por un segundo que me quedaré sentado y observando por siempre.

Sus palabras le dieron a Paula un puñetazo en el estómago. Tenía razón. Las acciones de Alicia eran inaceptables. Había engañado y se había hecho pasar por Paula de una manera que no solo era audaz sino también innegablemente maliciosa. Sin embargo, la moderación de Vincent (su decisión de dejar que Paula se encargara primero) fue tanto una amabilidad como una advertencia.

—Esta es tu última oportunidad —continuó, con un tono inflexible—. O dices la verdad o la convences de que confiese. Pero no esperes que mi paciencia dure mucho más.

—Lo entiendo —susurró Paula, su voz apenas audible.

Su corazón se hundió cuando el peso del ultimátum se apoderó de ella. El tiempo se acababa y Paula sabía que el resultado no sería favorable, sin importar lo que hiciera. Las mentiras de Alicia las habían puesto a todas en un camino ineludible.

Paula no se atrevió a mirar a Vincent. Se apretó las manos temblorosas con fuerza y ​​miró al suelo. Por encima de ella, Vincent suspiró, su exasperación era palpable.

—No estoy tratando de asustarte —dijo, suavizándose ligeramente la voz.

Paula asintió levemente. Sabía que él estaba siendo paciente, incluso misericordioso, por su bien. Si no fuera por ella, Vincent habría delatado a Alicia y se habría ocupado de ella rápidamente. Pero saber esto solo profundizó la culpa de Paula y le hizo más difícil enfrentarse a él.

Vincent extendió la mano y la colocó suavemente sobre el hombro de ella. Paula se estremeció ante su toque, pero él no la apartó. En cambio, le dio un apretón tranquilizador en el hombro.

La doncella Secreta del Conde (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora