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"The Truth in His Hands"
EL SONIDO DEL RAP EN portugués resonó por todo el campamento, filtrándose por las cabañas como una rutina inevitable. Pero, a diferencia de los días anteriores, esta vez no hubo quejas, protestas ni gruñidos soñolientos.
Al contrario.
Por primera vez desde que la canción se había convertido en el temido despertador matutino, parecía que todos la recibían con entusiasmo. Algunos incluso tarareaban el ritmo, otros golpeaban sus almohadas al compás, y los más animados hasta movían la cabeza como si fuera su himno personal.
El campamento entero estaba de buen humor. Tal vez era el clima perfecto, tal vez eran los últimos días juntos, o tal vez...solo tal vez,era el efecto de la noche anterior.
Rouge despertó lentamente, con el sonido aún vibrando en su cabeza. Parpadeó un par de veces antes de girar sobre la cama, sintiendo la calidez de las sábanas envolviéndola. No se quejó del ruido, ni siquiera intentó cubrirse los oídos como solía hacerlo.
Porque, por alguna razón, ese día la canción no le molestó en absoluto. Sonrió para sí misma y suspiró. El día prometía ser bueno.
El ambiente en la cabaña era completamente distinto al de cualquier otra mañana. En lugar de quejas y gruñidos, el rap en portugués había logrado algo inesperado: contagiar a todas con su energía.
Algunas chicas bailaban mientras se lavaban los dientes, moviendo las caderas al ritmo de la música y lanzándose miradas divertidas a través del espejo.
—¡Okay, lo admito! ¡Después de tantos días escuchándola, esta canción ya no me molesta!—dijo Lonnie con la boca llena de espuma, intentando imitar un paso de baile sin dejar caer su cepillo.
—¡Es más, me gusta!—añadió Jane, girando sobre sí misma antes de volver a enjuagarse la boca.
Evie, aún medio dormida, las observó con incredulidad mientras se lavaba la cara—. No sé si me estoy volviendo loca o ustedes lo están—murmuró.
—Las dos cosas—bromeó Audrey antes de alzar los brazos y moverse de un lado a otro con exageración.
Rouge, que hasta ahora solo había estado observando con una sonrisa, finalmente se dejó llevar por el ambiente. Mientras terminaba de cepillarse los dientes, comenzó a seguir el ritmo con un leve movimiento de cabeza.
Era imposible no contagiarse de la alegría en el aire.
Afuera, el campamento ya estaba lleno de vida. Se escuchaban risas, pasos apresurados y el murmullo de las conversaciones. Aquel día, por alguna razón, tenía una energía especial.
