Capítulo 2

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Se me seca la boca y mis nervios empiezan a comerme viva por dentro.

Me tiemblan las piernas, seguramente ya hubiera caído al suelo de no ser porque aún sigue sujetándome por la cintura... esperen, ¿qué?

Me separo de él rápidamente.

-Hola, Daniel -mi voz es prácticamente un fino hilo medio audible.

-¿Qué haces aquí? -su voz es ronca y demasiado sexy.

-Vine con unos amigos -me encojo de hombros-, ¿qué haces tu aquí?

Me observa y medita su respuesta antes de contestar.

-Estoy buscando a alguien.

Sus palabras son como cuchillos que siguen cortando en la misma herida, abriéndola, torturando.

-Espero que la encuentres -me doy media vuelta y me dirijo a mi mesa.

-¡Mel! ¿Bailas conmigo? -me pregunta James con una sonrisa.

Asiento y soy arrastrada nuevamente a la pista de baile.

Nos movemos juntos, James pone sus manos en mi cintura y yo pongo las mías en sus hombros.

Bailamos en círculos hasta que ya no puedo más, estoy demasiado mareada. Creo que beber y dar vueltas no es una muy buena combinación.

Cuando volvemos a nuestra mesa, hay nuevas bebidas, así que tomo una y me la hago tragada en un minuto. Estoy sedienta.

Tomo asiento junto con Carla y Michael mientras los demás siguen en la pista de baile.

Nos reímos como idiotas por cosas insignificantes y es en ése momento en el que me doy cuenta de que estoy empezando a ser víctima de los efectos del alcohol.

Las cosas a mi alrededor dan vueltas. Cuando me pongo de pie el piso es inestable y tengo unas inmensas ganas de tomar un poco de aire.

Aviso a los chicos y salgo del atestado bar.

La brisa fresca golpea mi rostro y me siento un poco mejor.

Mi estómago se revuelve y tengo unas terribles náuseas, me siento en el borde de un pequeño muro que divide el jardín y respiro profundo.

-No debiste beber tanto -me reprende su exitante voz.

-No es de tu incumbencia -apoyo mis codos en mis rodillas y pongo mi cabeza entre las manos.

-Me sorprende tu falta de madurez.

-Ahorita no, Daniel -intento que se aparte, pero logro todo lo contrario.

Se sienta con su habitual elegancia junto a mi y pone su mano sobre mi espalda para acariciarla de arriba a abajo en un gesto dulce.

Esto es demasiado extraño siendo que vino precisamente a buscar a alguien y ahora se encuentra aquí conmigo.

No me siento muy cómoda, pero realmente agradezco sus caricias.

-Deberías ir adentro, deben estar buscándote -lo observo y de inmediato me doy cuenta de que fue un error.

Sus preciosos ojos me observan con detenimiento y una oscura sonrisa aparece en sus labios.

-No creo -niega con su cabeza.

-¿No se supone que estabas buscando a alguien?

-Ya la encontré -dice acercándose a mi más de lo que permite la cortesía.

-¡Melody! -grita Vicki desde la puerta del bar moviendo los brazos sobre su cabeza justo cuando los labios de Daniel están a menos de un centímetro de tocarse con los míos.

¡Perfecto!

Vuelvo mi rostro hacia donde estaba, osea, entre mis manos.

Vicki llega tambaleándose hasta nosotros pronunciando cosas inentendibles.

-Te estamos esperando, vamos, William trajo una nueva ronda de cervezas -me invita arrastrando las palabras.

-No gracias, me siento mal -le indico sin levantar la cabeza ni moverme-. De hecho creo que me iré a casa.

-¿Y cómo planeas irte? -pregunta Daniel.

-En mi auto, por supuesto.

-Yo te llevaré.

-No, iré en mi auto -repito.

-Yo te llevaré -dice marcando cada palabra antes de ponerse de pie.

-¡Pero que bombón! Soy Vicki -sonríe como tonta extendiendo su mano hacia Daniel que me mira extrañado.

-Vicki, creo que deberías volver adentro. Yo me haré cargo de Melody, muchas gracias -Daniel acepta su mano y la invita a marcharse.

-Claro, que tengan linda noche -se despide con risas y moviendo sus dedos de forma extraña mientras entra nuevamente en el local.

¡Será tonta! ¿Qué hubiera pasado si él hubiese sido un asaltante o un borracho maniático? ¿Se hubiera despedido diciendo: "tengan una linda noche" y ya?

Voy a tener una seria conversación con Vicki el lunes cuando llegue al trabajo.

Intento ponerme de pie, pero de inmediato vuelvo a caer sentada en el murillo.

-¿Aún crees que puedes manejar sola? -se burla Daniel con una sonrisa inocente.

-Ya, ya, tienes razón. Tomaré un taxi, no te preocupes.

-Que chica tan testaruda eres -se ríe mientras me ayuda a ponerme de pie.

Pasa su brazo por la parte trasera de mis piernas y el otro por detrás de mi espalda para cargarme.

El movimiento de su cuerpo y la sensación de que puedo caer me hacen pegar un ensordecedor grito.

-¡Daniel! ¡Daniel! ¡Bájame! ¡Bájame ya, me voy a vomitar! -intento safarme de sus brazos.

Daniel me pone en el suelo rápidamente y no tardo nada en darme media vuelta e inclinarme para empezar a vomitar.

Esto es asqueroso y al mismo tiempo vergonzoso.

Daniel sostiene algunos mechones de cabello que caen por mi rostro para no llenarlos de vómito.

Me invaden violentas arcadas que me quitan la respiración.

Cuando ya he terminado, Daniel saca un pañuelo del bolsillo de su pantalón y me lo pasa para limpiarme la boca.

-Gracias -respondo aceptando el pañuelo.

-Vamos -me toma en brazos nuevamente y camina hasta llegar a un auto, que no es el mio, y sentarme en el asiento del copiloto.

Me coloca el cinturón y su cercanía me pone los pelos de punta.

Da la vuelta y se sienta en el lado del conductor para salir del estacionamiento y manejar por la autopista.

Me siento tan mal que simplemente cierro los ojos y disfruto de la suavidad del asiento en el que me encuentro.

Cuando abro los ojos no tengo ni la menor idea de adónde estoy ni qué hora es, ni siquiera sé cómo llegué aquí o qué hago aquí.

En la mesita de noche al lado de mi cabeza, hay un vaso con jugo y una pastilla con una nota;

"Tómate esto, ayudará a tu malestar."
-D

Me tomo la pastilla con el jugo y luego me dirijo a una puerta lateral en la habitación en donde se encuentra el baño.

Me lavo la cara, me quito el maquillaje corrido por la última noche, a como puedo me lavo los dientes poniendo pasta dental en mi dedo y esparciéndolo por mi boca.

Cuando voy a hacer mis necesidades me doy cuenta de que no tengo mi ropa puesta, lo que traigo son mis bragas y una camisa de vestir masculina que me llega por los muslos, mi cabello totalmente desordenado y ya.

Sin sostén ni nada más.

No puede ser.

Nuevo Trabajo... Mismo JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora