Capítulo 29

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El lunes, todos los periódicos y revistas locales tenían como imagen en la primera plana, una foto que sacaron de mi anillo mientras subíamos al auto de Daniel para ir a casa de mis padres el fin de semana, a anunciar nuestro compromiso.

Es una locura, había olvidado que Daniel siempre ha estado en el ojo público y por lo tanto yo también desde antes de que tan siquiera nuestra relación como novios fuera oficial.

El fin de semana con mis padres fue asombroso, por supuesto se alegraron muchísimo por mi. Daniel, muy tradicional, pidió la bendición a mi papá. Y luego de que papá lo advirtiera hasta de lo que se iba a morir si me llegaba a lastimar disfrutamos de un cálido tiempo en familia con su "bendición". Realmente nunca he entendido muy bien eso del permiso pero, me parece un lindo gesto.

El domingo cenamos en casa de los papás de Daniel y en seguida se mostraron más que encantados.

Para cuando llegó el lunes, afuera de la empresa, habían por lo menos unas treinta cámaras intentando fotografiarnos mientras lanzaban preguntas como: ¿Están realmente comprometidos? ¿Cuándo será la boda? ¿Qué nos pueden decir del compromiso? ¿Piensan tener hijos? ¿En dónde piensan pasar su luna de miel?

¡Por favor! Aún faltan cinco meses para eso y ¿ya están presionando? Que intensos.

Ni hablar de todos los empleados una vez dentro de la empresa, sus miradas curiosas no nos dejaban en paz y las miradas de las chicas se dirigían directo a la enorme roca sobre mi dedo, mientras babeaban.

En serio es muy incómodo.

Tara ya estaba más que enterada y llamé a Vicki para contarle. Todos me felicitaron y la verdad agradezco muchísimo poder estar rodeada de ser tan maravillosos que me apoyan.

3 Años después...

-¡Maldición! -murmuro- ¡Maldición! ¡Maldición! Esto tiene que ser una broma.

-Mel, ¿Estás bien? -pregunta Daniel al otro lado de la puerta del baño.

-Sí, lo siento. Sólo cinco minutos más -agarro mi estomago y nuevamente me inclino sobre el sanitario.

-Eso dijiste hace quince minutos. Por favor abre.

-No, no -me pongo de pie tan rápido que me mareo y me toma unos segundos recomponerme.

Hago unas cuantas gárgaras con agua y enjuague bucal antes de abrir la puerta.

Daniel está de pie vestido con su típico pantalón de franela, su cabello desordenado y con cara de dormido.

-¿Estás bien? -pregunta como por décima vez.

-Sí -asiento-, es sólo que algo de todo lo que comí ayer me cayó mal.

-De hecho sigo asombrado de todo lo que comiste -asiente con cara de horror-, deberías quedarte descansando hoy.

-Lamento no haberte dejado dormir -me disculpo mientras volvemos a la cama.

-No es nada -dice cerrando sus ojos y atrayendome hacia él-. Ahora, por favor, intentemos dormir.

Por la mañana, Daniel se va hacia el trabajo y me deja en casa descansando. O eso se supone.

Me alisto, tomo mi bolso y salgo en busca de un taxi para ir al primer consultorio que se me ocurre, al de Jason.

-Mel, que gusto verte por aquí. ¿Vienes a revisión general?

-En realidad tengo inquietudes -digo mientras tomo asiento.

-¿Inquietudes? ¿Por qué? ¿Qué pasa? -pregunta preocupado.

Nuevo Trabajo... Mismo JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora