Capítulo 9

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Luego de la reunión, salgo disparada para evitar cualquier contacto con nadie. Sólo quiero llegar a casa y relajarme.

Tiro mi bolso y las llaves en el sofá que está junto a la puerta y me pongo cómoda con mi pijama de lana favorita.

Preparo una ensalada rápida y me la como con un poco de pasta. Mientras observo las noticias, el timbre suena.

-¡Hola! -exclama Tara con una enorme sonrisa en su rostro y extendiendo sus brazos para abrazarme.

-¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí? -pregunto invitándola a entrar.

-¿Cómo que, qué hago aquí? Quedamos en que vendría hoy, ¿lo olvidaste? -hace cara de parecer ofendida y yo no puedo evitar reír.

-Tienes razón -acabo de recordarlo-. Esque he tenido muchas cosas en mente -como precio no decir que tienen nombre y un flamante apellido-. ¿Quieres comer?

-Por supuesto, estoy muriendo del hambre -asiente frotándose el estómago con cara de tragedia.

Vuelvo con un plato para Tara y empezamos nuestra charla.

-¿Me vas a contar lo que le sucedió a tu cuello? -me señala con el tenedor.

-Vino Caleb -murmuro-. Eso fue lo que pasó.

-Pero... ¿Cómo? ¿Él es capaz de hacer esto? -deja su plato a un lado y toma mis brazos.

-Al parecer si -ni yo me lo puedo creer por cierto, pero es obvio que las personas cambian-. Por suerte Daniel llegó, aunque ya Caleb se había ido.

-¿En serio? -pregunta incrédula y vuelve a tomar su plato-. Cuenta, cuenta.

Tara es demasiado curiosa y cuando le explico lo que sucedió me pide todo con lujo de detalles.

-Nena, definitivamente tienes una enorme deuda con el señor Wohlberg. Te ha cuidado muy de cerca -me guiña antes de soltar una carcajada que me contagia.

-Por cierto, voy a ir a la empresa para ayudar a Daniel con algunos asuntos pendientes, así que nos veremos más seguido.

-¿De verdad? ¿A partir de cuándo? -suena muy emocionada.

-No lo sé, pero supongo que va a ser pronto -me encojo de hombros-. Es algo urgente con el departamento de relaciones, al parecer se empiezan a venir abajo las acciones.

-Ya se -asiente-. Es esa inútil de Samantha, cree que todo lo que ella hace lo hace perfecto y no acepta consejos de nadie. Cuando te fuiste los socios y algunos potenciales contactos empezaron a echarse para atrás por malos tratos y faltas de respeto, pero se supone que nadie sabe esto -añade lo último en secreto.

-Ya veo -esto va a ser interesante.

Me despido de mi amiga luego de pasar horas hablando y riendo con ella. De verdad me hacía falta.

Me siento exhausta y apenas son las siete, pero no me importa y me meto bajo las cobijas.

Un sonido insistente me saca de mi ensoñación y me levanto para abrir la puerta.

-Buenos días -su arrebatadora sonrisa me quita el aliento en menos de un segundo y me quedo muda.

-B-buenos días -tartamudeo tontamente.

-Vine a buscarte para ir al trabajo -explica-. Pero creo que puedo esperar algunos minutos para que te arregles -me escanea con la mirada y caigo en la cuenta de que uso una patética pijama de lana color rosa con estúpidos estampados infantiles.

-Pero, ¿qué hora es? -no tengo ni idea.

-Son las ocho y media -dice observando su carísimo Rolex.

¡Maldición!

-Pasa, estoy lista en diez minutos -dejo la puerta abierta para que entre y salgo corriendo directa a la ducha.

Salgo en un tiempo récord de dos minutos y corro a mi habitación para ver qué me pongo. Como estos dos últimos días, llevo una ligera bufanda puesta para no exponer mis moretones que hoy, por cierto amanecieron de un color amarillo bastante claro, ya casi no se notan. Es genial.

Me lavo los dientes y me maquillo un poco a como puedo.

Verifico mi traje, mis zapatos y mi cartera antes de salir de la habitación.

Daniel me observa con una sonrisa y su rostro se ilumina.

-Te ves preciosa -asiente-. Excelente trabajo con sólo diez minutos para arreglarte. Espero que te hayas duchado bien.

-Por supuesto que lo hice -contesto casi ofendida y Daniel se carcajea.

-Vámonos -me abre la puerta para salir y me cercioro de asegurarla.

-¿Exactamente a dónde vamos? -pregunto camino al auto en dónde, como siempre, Wilson nos espera y saluda con un formal "Buenos dias".

-Al trabajo. Dijiste que me ayudarías con la empresa y necesitaba comenzar cuanto antes o si no me voy a volver loco -pasa su mano por su cabello.

El camino a la empresa se me hace más familiar de lo que debería y no me resulta cómodo, es decir, Daniel dió toda una entrevista y habló de nuestra relación hace ya algunas semanas, pero... ¿y ahora? ¿En dónde se supone que nos encontramos? Ni yo tengo la menor idea.

Llegamos y desde que bajamos del auto todas las miradas curiosas se vuelven hacia nosotros. No me gusta, me hace sentir realmente incómoda.

Daniel pone su mano en la parte baja de mi espalda y me guía de esta manera hasta el ascensor.

Cuando llegamos al último piso, la cara de Tara se ilumina de la felicidad y sus deslumbrantes dientes blancos se hacen visibles.

-Buenos días, Tara -asiente Daniel.

-Buenos días, señor Wohlberg, aquí están los mensajes de algunas de las llamadas mientras no estaba -le entrega un papel con anotaciones en el.

-Gracias -sin decir más se vuelve hacia mi-, ¿entramos?

-Por supuesto -sonrío a Tara y hago un gesto con la mano a modo de saludo antes de entrar en el enorme despacho de Daniel.

-Por favor, ponte cómoda. Trabajarás junto a mi -anuncia señalando una flamante silla de oficina junto a la suya en el enorme escritorio.

-Esto no es necesario -ni siquiera me parece apropiado-. Puedo trabajar en cualquier lugar.

-Sí, pero quiero estar al tanto de todos los movimientos que se gestionen de la manera más rápida y confiable -se acerca hasta acorralarme entre su cuerpo y el escritorio-, ¿Y qué mejor manera de hacerlo que estando junto a ti?

Ahora si no puedo ni hablar, las piernas me tiemblan y siento unas incontenibles ganas de besarlo pero eso sería contraproducente sobre todo después de las recientes conversaciones.

-Me encargaría de que esté informado hasta del más mínimo detalle -susurro con la garganta tan seca como el mismísimo desierto.

-No, preciosa. En esto no hay negociación -deposita un beso en mi mejilla que llega hasta la última de mis terminaciones nerviosas y se retira para contestar el teléfono de la oficina.

¿Estaba sonando el teléfono? Lo veo asentir y decir algunas cosas sin poner realmente mucha atención.

-En seguida vuelvo -sonríe dirigiéndose a la puerta-, y por favor... no intentes escapar -añade en un tono muy sensual antes de desaparecer.

Nuevo Trabajo... Mismo JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora