Estoy a las puertas de Hogwarts, casi amanece ya. Es como si no fuera yo, me siento en el cuerpo de otro ser. Al borde de los acantilados del jardín, nunca voy por esa zona. El lago negro, estoy caminando por la orilla del lago. Tengo frio. Miro a mi lado y veo...a Snape.
-Me reuniré contigo en el castillo en breve- dije con una voz que no es la mía. Déjame ahora. El director del colegio se inclinó ante mí y se fue. Seguí caminando hasta una tumba de mármol. La tumba de Dumbledore! Sentí euforia y emoción, sin motivo aparente, estaba ilusionada por encontrar el sepulcro blanco. Alcé una varita extraña, no es la mía. La tapa de piedra se agrieto y rompió, con otro movimiento de esa varita desconocida los sudarios se apartaron dejando ver el pálido cadáver del antiguo director de Hogwarts. Pero lejos de sentir miedo o asco, que era lo que deseaba padecer, me pareció una figura muy cómica. Estiré mi mano...un momento...esta no es mi...no soy yo. No soy yo, dónde estoy? Agarré la varita de Dumbledore, ahora me pertenece. No! El brazo lleva puesta una túnica negra.... No! Donde estoy! Donde estoy! Quién soy?!
Despego mi cuerpo de la camilla de la enfermería, aun gritando con la respiración entrecortada y el pulso acelerado. Asustada me senté sobre la cama, sin reparar en los sueros que tenía en mi brazo izquierdo. La aguja se desgarró de mi vena y las sabanas, frías, se llenaron de sangre. Sudaba, pero a la vez estaba al borde de la hipotermia. La enfermera vino hasta mí corriendo, alarmada por mi escándalo. Me acordé en aquel momento, estoy con ese horrible tratamiento para la anemia. Madame Pomfrey me desinfectó la herida que había dejado la aguja y m volvió a colocar el suero, pero en la mano derecha, teniendo cuidado con las marcas dejadas por la quemadura. Sí, estoy en la mierda, lo sé. Me comunicó angustiada que tendría que volver a empezar otra vez con el tratamiento de esa sesión. Maldije para mis adentros al tiempo que ella me envolvía de nuevo en una luz azul. Azul como se estaban poniendo mis labios.
La segunda quincena de abril había llegado más rápido que nunca. Nos evaluaría el mismo tribunal que lo hizo en los T.I.M.Os, con la pequeña variación de que estuviera bajo la vigilancia de cómo mínimo dos empleados del nuevo Ministerios de Magia: un miembro del Departamento de Seguridad Mágica y otro de la Secretaria del Ministerio. Los acompañantes eran, nada más y nada menos, que dos conocidos. A uno de ellos hacía años que no le veía, y al otro...bueno le conocía de forma especial. Salazar Sabinci y su hermano, Sylvan si mal no recuerdo. Eran muy parecidos, pero el mayor tenía los ojos verdes y la expresión de su cara era más rígida y maliciosa que la de su hermano menor. En los exámenes uno se ponía delante de la puerta del Gran Comedor, o la del aula correspondiente, y el otro daba vueltas por la sala mirando lo que hacía cada alumno, no hay mucho que vigilar, éramos considerablemente muchos menos que los que hicieron los T.I.M.Os hacía ya dos años. Se iban turnando en cada ronda. En el examen escrito de Herbologia del miércoles Salazar ando por mi lado, y por un breve momento pasó, apropósito, su capa por encima del pergamino en el que estaba escribiendo. Lo miré desde abajo juraría que vi como dibujaba una sonrisa de satisfacción en sus labios. También podría jurar que oí a Draco rosmar cuando en la evaluación practica de Pociones, Salazar me sonrió desde la puerta del aula.
Fueron dos semanas bastante aburridas, me imaginaba los exámenes mucho más difíciles y trabajosos. No eran para tanto, tantas historias de que eran terribles, y tanto postureo con el nombre, y al final, no es ni terrible ni complicado, por lo menos para mí. Supongo que mis compañeros mis encontraron los exámenes como un sufrimiento eterno. Pero, sinceramente, el más complicado de soportar fue el de Defensa Contra las Artes Oscuras o más bien, como se llamaba ahora, Artes Oscuras. Muy a pesar de las protestas de Griselda Marchbanks, Tiberius Ogden y el Profesor Tofty, una de las pruebas, y la más importante, era que los alumnos demostraran el conocimiento de las maldiciones imperdonables. La maldición Avada Kedravra, gracias a Merlín, la teníamos que ejecutar sobre animales y no contra personas. Las otras dos restantes, si era sobre humanos. Habían sacado un grupo de prisioneros de Azkaban para que sirvieran de conejillos de indias en ese examen. Muchos alumnos de las otras Casas se negaron, ganándose, según supe después, una maldición torturadora por parte de los hermanos Sabinci.
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ser unica no es ser especial
FanfictionJenell es hija de muggles y paradojicamente pertenece a Slytherin,donde no es aceptada .Desde su primer curso siente que no encaja hasta que un dia decide averiguar quien es en realidad, lo que ocasiona que descubra cada vez mas incognitas sobre su...