Cap 23

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Estaba intentando leer los libros de hechizos y encantamientos de este curso, pero Thomas me estaba hablando de lo maravilloso que fue su verano. Ya me lo había contado en sus cartas pero al parecer le gustaba hablar, demasiado. No es mal chico pero a veces no sabe cuándo callarse. Mientras oía a mi acompañante parlotear y miraba las letras del libro me preguntaba si este año sería como el anterior. Habría sido solo una excepción en mi aburrida vida? O tal vez me pasarían cosas como oír voces, ataques cardiacos, peleas con mortifagos por culpa de algún  Gryffindor…? Una guerra ha comenzado, eso lo cambiaria todo a nivel nacional pero… cuanto me afectaría a mí? Una chica de tercero abrió la puerta del compartimento

-Traigo esto para Jenell Prince- me paso un pergamino atado con cinta violeta y se fue. Era una invitación

Jenell:

Me complacería mucho que vinieras al compartimiento C a comer algo conmigo. Atentamente

Prof. H.E.F Slughorn

Sera el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Por qué tendrá interés en verme? Siempre es bueno tener una buena relación con los profesores y rechazarle la invitación podría afectar a su opinión sobre mí. Fue al compartimiento que especificaba en la nota y vi que no era la única que estaba allí había más alumnos: Zabini, Potter, Longbottom, Ginny y un chico de Gryffindor muy corpulento. El nuevo profesor se acercó a mí

-Tú debes de ser Jenell Prince?- preguntó entusiasmado

-Si señor-confirmé.  El tal Slughorn sonrió gozoso.

-12  Matrículas de Honor en Brujería. Eso lo han hecho muy pocas personas. Ven siéntate, supongo que  a ellos ya los conoces no, van a tu curso y el joven Zabini va a tu Casa- este último me miro con desdén. Por lo que pude apreciar en toda la cena, el profesor había invitado a todo aquel que tuviera buenas influencias o destacara académicamente. La chica Weasley no se bien porqué estaba allí, un hechizo bien realizado no te convierte en un alumno destacable. Al atardecer me retiré a mi compartimento junto a Thomas, el cual dormitaba con mi libro de hechizos a su lado. Me puse mi túnica y lo desperté para que hiciese lo mismo. Despertarlo no fue tarea fácil y aun así no se puso la túnica hasta llegar a la estación de Hogsmeade, hecho que ocasiono que fuéramos casi los últimos en salir de tren.  Solo quedaban dos carruajes y uno de ellos solo con un sitio libre el cual ocupó Thomas. A mí me tocó el último carruaje y la compañía no fue del todo agradable…Draco Malfoy. Por qué siempre está el allá donde voy? Por qué motivo? Quitando el asco que sentía por el pude apreciar que su aspecto no había mejorado desde la última vez que lo vi: tenía ojeras leves y había adelgazado un poco, su piel palideció notablemente y parecía nervioso. Porque razón me estoy fijando en el aspecto que tiene Malfoy? Intenté que no se percatara de que lo estaba mirándome pero nuestros ojos  se encontraron por un momento.

-Por qué me pusieron con una sangre sucia. Tenían que haberte hecho andar hasta el colegio- despreció, eso no es novedad.

-Malfoy vuelve a llamarme sangre sucia y…-

-Y qué? Le dirás a Sabinci que venga a defenderte- interrumpió

-No necesito que nadie me defienda, puedo hacerlo yo solita. Lo sabes bien Malfoy, o es que no te acuerdas del invernadero hace unos meses- le recordé

-De lo que me acuerdo era de lo mal que besab…- se paró a si mismo sonrojándose. En serio? Se acuerda de eso y no de que perdió contra mí. Es interesante lo que hace su cerebro para olvidar la humillación. Guardamos silencio, era lo mejor, no tengo ganas de hablar con este imb… Oh no. Tengo calor y los ojos me arden. Creías que te librarías de mí. Pues no. Pero no te preocupes. No, no esa maldita voz. No hay que alarmarse solo tengo que tomar una poción y ya está. Intenté no dar muestra de mi estado en todo el camino, pero a la hora de bajar del carruaje me maree. Perdí el equilibrio por un segundo y automáticamente me agarre de lo primero que estuvo al alcance de mi mano: Malfoy, concretamente de su brazo izquierdo. El chico rubio al notar esto me sujetó para evitar que cayera al suelo. Percibí algo extraño en el tacto de su brazo, algo pareció moverse. Ya no estaba mareada. El rubito y yo nos mirábamos fijamente, su expresión no era de asco ni desagrado, pero tampoco era amable ni nada parecido, en su rostro había miedo. Apartó su brazo izquierdo de mi agarre bruscamente y se fue sin decir palabra rumbo al castillo.

ser unica no es ser especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora