Por qué

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Shun abrió los ojos con dificultad. Sentía un calor muy agradable por todo el cuerpo y un tacto suave que acariciaba su piel. Intentó levantarse, pero sus heridas aun eran demasiado recientes.
Paseó la vista por la habitación donde se encontraba, y se sorprendió.
Estaba en una sala bastante pequeña, pero con unas paredes decoradas y limpias. El suelo era de madera, y el techo estaba decorado con hermosas pinturas.
El joven se encontraba en una cama caliente, con una pequeña mesita al lado, y encima de ésta había una vela apagada. La habitación tenía una ventana por la cual se veía parte de la ciudad.
El muchacho se preguntaba una y otra vez si estaba muerto, y eso era el cielo. Pero sus heridas seguían doliendo...
Trató de levantarse otra vez, y lo consiguió. Descubrió que tenía el cuerpo limpio, y sus heridas estaban vendadas.
Agarró el pomo de la única puerta de la sala y lo giró con sumo cuidado, temiendo que hubiera alguien más en la casa.
Asomó la cabeza.
Era una pequeña y acogedora sala de estar que contaba con dos sillones, una estufa y otra puerta mas. El muchacho se atrevió a pasar, sin dejar de estar alerta.
De repente la puerta de la sala de estar se abrió.

Al muchacho se le congeló la sangre.

Por la puerta acababa de entrar un hombre bastante alto, completamente cubierto por una capa y con la capucha puesta, impidiendo ver su rostro.

El joven no tenía ni idea de qué decir. Era el extraño forastero; el que tenía la respuesta  a sus preguntas; el que había visto el mundo fuera de las murallas; el jinete de la exótica bestia que había alarmado a toda la ciudad...

Su simple presencia llenaba la estancia de un suave aroma a bosque y hierba húmeda, pero a la vez desprendía un aura fría y distante de su cuerpo.

- He dejado comida en la mesa- dijo simplemente el forastero, con un tono frío e indiferente, señalando la mesilla al lado de uno de los sillones de la sala, - veo que estás algo mejor. De todas formas, si deseas quedarte no me importa. No suelo usar este piso.

- Gracias...- consiguió balbucear Shun, atónito. Acto seguido, el forastero se acercó a una ventana, la abrió e hizo el amago de saltar. El muchacho reaccionó. -¡Espera!- gritó él, intentando retenerlo.

Éste se detuvo y miró hacia el joven, esperando a lo que tenía que decirle.

Tenía tantas preguntas, tantas dudas... pero solo dijo: -¿ cuál es tu nombre?

El extraño hombre alzó un poco la cabeza, y pudo entrar un rayo de luz a su capucha, dejando a la vista su rostro. Tenía unos rasgos mascados. Su piel era de un pálido grisáceo, y parecía un hombre bastante joven. Unos mechones se desparramaban por su cara, completamente lisos y de color blanco, pero el muchacho juraría haber visto algunos destellos verdosos. Pero lo que más resaltaba eran sus ojos, teñidos de color ceniza. Tenía una mirada distante e indiferente, pero a su vez serena, fría y carente de sentimiento alguno, lo cual el corazón de Shun se detuviera repentinamente y su cuerpo dejara de moverse.

Por un momento le pareció que se paraba el tiempo, y no existía nada más que ellos dos.

- Mi nombre es Soul- dijo el hombre, sin más, con ese tono totalmente seco, y saltó al exterior. El muchacho se acercó a la ventana rápidamente, pero el extraño había desaparecido.

Se preguntaba por qué le había salvado de la muerte segura, por qué le había sacado de la calle, por qué había acogido a un casi muerto... ¿Por qué, por qué y por qué? No encontraba una razón lógica. Por qué... se seguía preguntando el joven.

Se arrepintió de no haberlo retenido un poco más, pero alejó ese pensamiento de sí, porque tenía la certeza de que le volvería a encontrar. Si, estaba seguro de que volverían a encontrarse.

El erranteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora