Al entrar en la habitación la pequeña muchacha le saltó al cuello. Shun la envolvió con sus brazos en un tierno abrazo. Lobo se acercó con cautela, portando una serena sonrisa sobre sus labios.
-Siempre es un placer volver a verte- dijo el joven dirigiéndose a Shun. Éste le respondió con una mirada alegre. -Lo mismo digo-.
Los tres muchachos se miraron los unos a los otros y se echaron a reír.
Se encontraban en una habitación más pequeña que la anterior en la que habían estado, llena de cachibaches y trastos rotos. Al fondo había una pequeña y descuidada ventana. La pintura de las paredes se caía a cachos, y la humedad se palpaba en el ambiente.
Se sentaron formando un triángulo al lado de la ventanita, enterrados entre las montañas de cacharros viejos.
Todos llevaban puesta una sonrisa en la cara. Fue la niña la que rompió el silencio.
-¿Jugamos?- dijo ésta. Los dos jóvenes miraron a la muchacha, y luego entre ellos.
Como si tuvieran un resorte, los tres amigos se levantaron de un salto, abrieron la pequeña ventana, con un poco de dificultad, y saltaron.
Calleron de pie sobreel tejado de la casa contigua, que resultaba estar muy cerca, lo suficiente para no hacerse daño. Acto seguido echaron a correr saltando de edificio en edificio como mariposas, saltamontes, ardillas, ranas... de vez en cuando uno de los dos muchachos llevaba a la niña en brazos, para evitar que se agotara.
Finalmente llegaron a una casa completamente derruída. De hecho, habían llegado a una de las esquinas de la Baja Central. Ese lugar estaba deshabitado, debido a una guerra civil ocurrida anteriormente en la que se había destruído esta zona. Este área era llamada Pólvora y Ceniza, ya que el suelo, los tejados y las casas estaban cubiertos de polvo de guerra. Sin embargo, era el único lugar desde el que se podía ver con claridad toda la Baja Central y parte de la Feria Inferior, donde estaban todos los comercios y tiendas importantes de la zona pobre.
A cualquier otro le habría parecido un paisaje espantoso, con todo el humo, el polvo, la suciedad y la desgracia de las personas. Pero para los tres amigos era una vista realmente maravillosa. Les traía recuerdos de tiempos pasados, cuando habían jugado durante horas y horas, donde habían pasado los años de su infancia, donde habían nacido y donde iban a morir.
-¡Ya sé!- exclamó Rata dando un pequeño bote,- voy a coger una cosa- dicho esto la chiquilla se echó a correr por los tejados.
Shun miró al horizante. Podía divisar los altos muros que lo rodeaban todo.