Shun estuvo unos momentos más observando el cielo nocturno.
Las nubes oscuras tapaban el cielo, agresivas, sin dejar rastro alguno de las estrellas. Solo el brillo deslumbrante de la luna creciente podía alumbrar las calles de la Baja Central.
Finalmente volvió andando a Trapos y Harapos.
Al llegar se encontró con Kob, el perro tuerto, que le saludó con la mirada. Subió al segundo piso por las escalerillas verticales y mohosas. Arriba solo estaba el anciano.
- Oye, Viejo, ¿acaso los dragones nunca duermen?- dijo el muchacho, sonriendo con dulzura.
- Calla, muchacho, que no te hemos visto el pelo en meses- se quedó callado un rato, clavando sus oscuros y profundos ojos en el joven, - ¿ qué te ha pasado? Estás lleno de marcas...
- Ya sabes, alguna que otra pelea- el muchacho desvió la mirada lentamente.
El Viejo se quedó observando, con el rostro serio.
- No deberías meterte con la ley, chico. Lo sé por experiencia.
- Tendré cuidado.
De la puerta húmeda y llena de moho situada a su izquierda salió Rata, quien saltó a sus brazos.
- ¡Zorro!- exclamó ella con su dulce vocecilla.
Detrás de la niña estaba Lobo, con el pelo cobrizo sobre su cara, esbozando una de sus habituales sonrisas amistosas.
- Rata no ha podido dormir sabiendo que ibas a llegar. Te ha estado esperando todo el día, ¿ verdad?- comentó el joven de ojos verdes.
- ¿ Vas a dormir hoy conmigo?- preguntó la chiquilla, suplicando con la mirada.
- ¿ Y para que habría venido si no?- dijo Shun, acariciando el pelo negro y liso de su amiga.
Acto seguido, la muchacha le dio un beso en la mejilla al Viejo y salió por la puerta mohosa. Lobo la siguió, y antes de que Shun pudiera ir con ellos, el Viejo le agarró de un hombro.
- Mañana hablamos.
El joven asintió.
Rata y lobo estaban tumbados sobre unos trapos viejos, y Shun fue con ellos.
Se taparon con una viejo y roída manta.
El muchacho tenía la cabeza apoyada sobre el pecho de Lobo, y su amiga estaba entre ambos, abrazándolos.
El chico de pelo cobrizo rodeó a sus amigos con los brazos, y Shun le miró a los ojos. Los había cerrado, pero la sonrisa seguía iluminando su rostros. Se ruborizó levente.
No pudo dormir bien, pensando en el día de mañana.
Al amanecer, los tres amigos se levantaron a almorzar.
Pasaron a la oficina del anciano, y pudieron ver sobre la mesa cuatro hogazas de pan, un poco de queso negro y cuencos con leche.- Buena mañana- saludó el Viejo.
- ¡Bieeen!- exclamó Rata, corriendo a sentarse en la mesa.
El pan, sorprendentemente, era blando y tierno. El queso negro conservaba un sabor dulzón y textura cremosa, y la leche estaba deliciosa.
- ¿ De dónde has sacado esto?- preguntó Shun, sorprendido por la calidad de los alimentos.
- Ha sido un regalo de un viejo amigo. Es bueno permitirse algo decente de vez en cuando.
Después de disfrutar de la comida, el anciano llamó a Shun al piso de abajo.
Era una estancia solitaria y oscura. Detrás del recibidor seguía Kob, tumbado, que los saludó con la mirada cansada.
Las paredes estaban llenas de estanterías, en las cuales se exponían diversos zapatos, todos viejos y roídos. Multitud de telas llenas de polvo estaban esparcidas por el suelo. Las telarañas habían dominado cada rincón de la habitación.
Se respiraba un aire frío, solitario y vacío.
- Escucha, chico, estoy pensando algo grande. Puede ser peligroso, pero creo que te interesará.
Shun estaba espectante.
- Seré directo. Estoy planeando un ataque revolucionario a la Central. Mis espectativas son algo grandes, pero si unimos a la brigada salvaje, podemos hacerlo- siguió el Viejo.
El joven seguía escuchando.
- Por algo te puse Zorro de nombre. Tú estarías en la cabeza como general. El zorro es astuto y tramposo, puede liderar a todo el bosque si le place. Claro que tendríamos que buscar a los demás integrantes...- prosiguió el anciano, caminando por la estancia.
- Viejo- interrumpió el muchacho, - eres consciente de que lo que buscas implica un gran número de muertes, de eso estoy seguro. ¿ Me equivoco?- dijo Shun, oscureciendo su rostro.
- Los más pequeños no entrarían en la estrategia, claro. Pero de todas formas, si todo va bien, no habrá sangre.
- ¿ En qué estabas pensando?
El Viejo Dragón esbozó una amplia sonrisa.
- Solo será una pequeña travesura sin importancia. Yo me encargo de reunir a los demás. Se llevará a cabo a la hora de la comida.