El holor a humedad y a sangre inundaban el ambiente. El viento traía suspiros con sabor amargo y frío. El silencio vagaba entre las solitarias calles de la ciudad. Lo único puro era la nieve, blanca y pulcra. Ni siquiera el tinte ensangrentado que recorría los oscuros callejones podía quitarle su pureza al hermoso manto blanco que cubría el suelo y los tejados. Las grandes murallas se alzaban imponentes alrededor de la ciudad. Todo parecía estar en calma.