La luz entraba por la ventana, atravesando las finas y harapientas cortinas. Shun parpadeó un poco antes de abrir los ojos del todo. A su lado yacían sus dos amigos, tapados por unos cuantos trapos viejos.
Se estiró y se levantó de un salto. Abrió la puerta cuidadosamente procurando no despertar a nadie, y al salir de la habitación se encontró con el perro Kob, el cual de había acostado justo enfrente de la puerta. El muchacho le pasó por encima con suavidad.
Al salir del local miró a su alrededor. Era una mañana bastante fría y gris. Shun se echó a caminar hacia el Mercado de la Baja Central. Pensó que cuando sus amigos despertaran tendrían hambre. Trepó ágilmente por un edificio y se puso en marcha. Saltaba de tejado en tejado, deslizando sus pies descalzos sobre la nieve, en silencio, como una sombra.
El sol aún estaba saliendo, pero en el mercado ya había unas cuantas personas comprando su desayuno. El joven divisó al alguacil de la Baja Central: un viejo regordete que se pasaba el día leyendo el periódico. Después localizó la cartera del hombre. Ésta se encontraba justo debajo de la silla donde estaba dentado. El muchacho frunció el ceño y chasqueó la lengua.<<Será difícil, pero hay que intentarlo>> se dijo a sí mismo.
Saltó hasta el edificio que se encontraba detrás del alguacil, se dejó caer en un toldo de una tienda cercana y, con unos rápidos y ágiles movimientos se deslizó hasta ponerse en un balcón colocado sobre el viejo. Se agarró a una tubería con las piedras y, sigilosamente, estiró el brazo y atrapó la cartera con rapidez y salió de allí sin que el alguacil pudiera darse cuenta siquiera de que había sido él.
La operación desayuno había sido un éxito.
Abrió la cartera y se encontró con que no había más que un par de botones, una aguja de piedra y un hilo... Se le cayó el alma a los pies.
Sacudió la cabeza y se recompuso.
Bajó de los edificios y se estuvo paseando por las callejuelas llenas de tiendas durante un buen rato, observando y palpando cada fruta, cada pan, cada tocino... Cada vez que hacía esto el vendedor clavaba su mirada acusadora Shun, pero éste se limitaba a encojerse de hombros y marcharse. Finalmente volvió a Trapos y Harapos. Al llegar al piso superior del local se encontró con que todos se habían levantado, incluído el anciano. Compuso una amplia sonrisa.-El desayuno está servido- dijo con una risa cantarina.
Todos le miraron, confundidos. El chico se acercó a la mesa y sacudió un poco las mangas de su camisa. Salieron un bollo de pan dulce, un pedazo de tocino, un tarro pequeño de margarina y otro de compota de coco, y finalmente una naranja. Se quedaron con la boca abierta.
-¡Eres un mago!- exclamó Rata, con su dulce vocecilla, asombrada y maravillada.
Esa mañana fría y húmeda disfrutaron de un buen desayuno, puede que el mejor desayuno en varios meses. Por supuesto, Kob se alegró de que le ofrecieran una parte.