La noche se había vuelto oscura, y todos dormían plácidamente. De repente, un fuerte tambaleo me hizo caer de la cama. Todo retumbaba a mi alrededor.
Algo ocurría. Desperté a mis compañeros y salimos para comprobar qué pasaba.
Al abrir la puerta que daba a la calle, nos quedamos totalmente paralizados.
Árboles. Estaban por todas partes, tan altos que no alcanzaba la vista para ver sus copas. Otro temblor. Entonces un árbol emergió de la tierra con violencia, arrastrando con todo. Sus robustas raíces devoraban casas, molinos, rocas... y a una velocidad increíblemente agresiva.
Los tres salimos de nuestro trance.
- ¡¿Y la gente?!- gritó Suuym, mi compañera, por encima del estruendo de varios árboles emergiendo.
No había nadie.
Sin que nos diéramos cuenta, uno de los árboles comenzó a salir debajo de nuestro pies, raudo. Antes de que pudiéramos apartarnos, había una barrera impenetrable de ramas y troncos que crecían sin cesar, amenazando con golpear a cualquiera que se acercara. Con el impacto, cada uno salió despedido hacia una dirección, y perdí de vista a mis amigos.
Intenté alcanzarlos, o gritar para que me escucharan.
- ¡Greek!- escuché al otro lado.
- ¡Hey!- grité yo.
- ¡Busca a la gente y evacúala, nosotros haremos lo mismo! ¡No te preocupes, nos veremos más tarde!
- ¡Adiós!
Acto seguido corrí en dirección contraria, muy a mi pesar. Las calles estaban vacías, y por un momento pensé que los aldeanos habían abandonado al pueblo a tiempo. Pero entonces llegué al centro del poblado.
Los troncos y las ramas estaban manchados de un rojo intenso. Había cadáveres por todas partes. Los niños, el tabernero, la lechera... no me podía mover. El temor, la rabia, la tristeza y el horror luchaban en mi interior. Ni siquiera pude gritar. Algunos habían sido aplastados por las raíces, otros estaban ensartados en las ramas, y algunos estaban en el suelo, mutilados o con partes del cuerpo rotas.El olor a muerte y a vísceras recorría mis fosas nasales.
Me agaché y vomité.
Las sonrisas que antes habían adornado sus rostros ahora se convertían en una terrible mueca de dolor y agonía.
De repente un nombre pasó por mi cabeza como un rayo.
-Kassikh- susurré con un hilo de voz, tembloroso. Estuve repitiendo ese nombre, cada vez alzando más la voz, examinando rostros.
Entonces lo encontré. Había sido atravesado por una gruesa rama. Le agarré y tiré de él. Tenía un enorme agujero en su estómago.
Lo tumbé con cuidado sobre el manto de cadáveres que cubría la calle.
- Kassikh- volví a susurrar, con lágrimas en los ojos. El muchacho tosió sangre y parpadeó.
Abrió los ojos con lentitud, compuso una amplia sonrisa y levantó el dedo pulgar.
- Kassikh- dijo, con un hilo de voz.
- N- no hables, tranquilo. ¿Qué quieres decir? Kassikh, si, es tu nombre- dije yo, con voz desesperada, abrazando su cuerpo casi inerte.
- Kassikh- señaló su mano con el pulgar levantado.
- ¿Buena suerte? ¿Eso significa tu nombre? Es precioso... no, espera, no cierres los ojos... ¡Kassikh!- el muchacho se desplomó en mis brazos como un trapo viejo. La sonrisa perduraba en su rostro infantil.
Me quedé así, abrazado a ese cadáver, derramando lágrimas sin cesar, no me acuerdo durante cuanto tiempo, pero a mí me pareció una eternidad.
De repente algo me golpeó en la cabeza y me desmayé. Al despertar aparecí en una cama. Me dolía todo y tenía los recuerdos de la noche anterior algo borrosos... pero al despejarme lo recordé todo de golpe y empecé a gritar. Estuve en el hospital un año entero.
Bien, esa es la historia.- dijo Greek, con la mirada sombría. Su voz se había vuelto apagada, y el brillo de sus ojos ya no estaba. Parecía una sombra más en la habitación.
Shun no se atrevía a preguntar. El relato le había helado la sangre. Entonces se armó de valor.
- ¿Qué fue de tus compañeros?
El siniestro hombre sonrió con nostalgia.
- Todos los días preguntaba por ellos en el hospital. Pensaba que los traerían, que vendrían ellos mismos, o simplemente que me avisaran de que se habían encontrado sus cadáveres. Pero no volví a saber nada más de ellos...- su voz se apagó en un susurro, y el silencio llenó la habitación.