ET llama a casa

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Al levantarme, me aseguro que el celular siga allí. Cuando lo tomo, noto que tengo tres llamadas perdidas. Supongo que se realizaron a la mitad de la noche, mientras yo dormía como un tronco.

—¿A dónde vas? —pregunta mi madre cuando estoy abriendo la puerta.

          —Con mis primos —respondo.

—¿Qué tanto haces con tus primos? Ayer también estuviste todo el día con ellos —reprime mi madre más bien curiosa que enfadada.

De hecho pase el tiempo con ellos en prisión mamá, pienso.                    Sin embargo respondo:

—Pasamos el tiempo antes de la partida de Melanie —y es verdad; Melanie tomará un avión al crudo invierno de Alemania por dos años en otoño como intercambio internacional. Además del asunto sobre Brayden, quería disfrutar todo el tiempo posible con ella estas vacaciones.

—¿Llevas tu celular? —cuestiona como juez desde la cocina al momento que estoy a punto de salir.

—Sí —digo cerrando la puerta—. El de Brayden también —añado mientras me encamino al parque.

Aparte de ser primos, somos vecinos. Vivimos a dos cuadras y tenemos el mismo parque en común. Nuestros abuelos viven a tres manzanas mías, por lo que todos estamos muy cerca.

Para cuando estoy llegando, veo a Dexter jugar con una pelota de futbol americano y a Melanie sentada sobre una banca. Ambos se ven relucientes, sus ojos verdes color esmeralda,  sus curiosas barbillas bien redondas, sus cejas delgadas y finas y sus cabellos clonados: castaño claro con ciertos puntos donde a la luz, se nota dorado.

Todos diferentes a su prima Yaquelí: mi cabello es castaño oscuro, mis ojos cafés oscuros, barbilla más marcada....

Lo único que nos puede identificarnos como familia son nuestras pequeñas orejas. Tanto los abuelos como nuestras madres las tenían pequeñas. Sello familiar, al que Dexter llamaba: Maldición familiar.

—¿Qué hay de nuevo? —exclamo al tiempo que me paro frente a Melanie.

—¡Hola! —se muestra muy entusiasmada, saca unas hojas de su bolso.

—¿Qué es...?

No me deja terminar.

—Ayer por la noche formulé unas preguntas para hacerle a las celebridades a quienes no pudimos hablar ayer...

Ahora yo la interrumpo.

          —No, primero hablaremos a casa de Brayden.

Dexter ya está a mi lado pasando su balón de una mano a otra, inquieto.

—¿Ya no habrá llamadas a famosos?

—Por ahora no.

Ambos ponen una cara triste.

—Pero podemos llamar a su casa, eso quiere decir que podemos comunicarnos con el mismísimo  Brayden.

No les atrae tanto la atención como llamarles a sus actores preferidos pero acceden. A fin de cuentas, es una celebridad.

Nos sentamos y encendemos el celular.

          —¡Has estado mirando sus fotos! —deduce Melanie. Reamente me sorprende.

—¿Cómo lo sabes?

—Ayer tenía 66% de batería y hoy un 59%.

Es muy astuta.

—Además, si tuviera su celular, también vería sus fotografías como primera opción.

Me rio.

Buscamos el contacto Casa. Después peleamos por quien debería marcarle. Al final, soy yo quien lo hará. Ya que yo lo tenía, caía en mí la responsabilidad. Palabras textuales de Melanie.

Así que cuando voy a pulsar el diminuto celular de color verde. Una llamada entrante suena.

Los tres ponemos cara de pánico. Yo le pasó el celular a Melanie, ella a Dexter y él a mí. Termino siendo yo quien tiene el celular. De nuevo.

—Bueno —lo pongo en altavoz.

—¿Quién es? —dice una voz de hombre enojado.

          —El celular de Brayden. ¿Quién habla?

Mi plan es sencillo: hacerme pasar por su representante.

—¡Brayden West!

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