Dos contra ¡Brayden West!

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A los pocos minutos, ya estoy sola de nuevo con Brayden.

¡Ah!

¡Estoy con Brayden West en mi habitación! ¡Es genial y...

—Es cierto lo que dijiste sobre que me tenías en tu cuarto. Mi cara tapiza tus paredes —Brayden interrumpe mis pensamientos.

Sigo su mirada a todos mis posters.

—Pues sí.

—¿De dónde los sacas?

—De revistas más que nada. Te sorprendería saber cuántas veces apareces en una revista para adolescentes.

—¿Y tú compras cada una de ellas?

Niego con la cabeza.

—Mis padres tienen una tienda de revistas y libros. Puedo tomar cuantas quiera, es parte de mi salario.

Brayden come otro par de cereal.

—Hablando de tus padres... ¿Dónde están?

—Trabajando. Llegan en la tarde. Por cierto, ellos no saben que estás aquí, por lo que apreciaría si no hicieras ruido cuando ellos estén.

—Aparte de secuestrarme, ¿También quieres que no haga ruido? ¡Estás loca, repito!

—No tanto, Cecith lo está más.

—¿Cecith?

—Mi mejor amiga. Que me recuerda...

Salgo de mi cuarto dejando a Brayden comiendo su cereal. Debo hablar con Cecith, contarle la nueva noticia.

Tomo el teléfono de la casa y le marcó.

—No creerás lo que tengo en mi casa.

—Hola, Yaquelín. Me da gusto hablar contigo. Hace días que no sé nada de ti. Y antes que nada: sí. Si estoy enojada contigo por dejarme abandonada y no comunicarte conmigo ni nada. ¡Estamos en el siglo XXI! Con un mensajito basta. ¡Más cuando estas a punto de llevar a cabo un plan tan asombroso...

—Brayden West está en mi habitación.

—¡Oh! ¡No lo puedo creer! Voy para allá. Te perdono.

Y tan pronto como contesta, me cuelga.

Llego a mi habitación y por fortuna mía, Brayden mira la ropa de mi closet. Sigue aquí. Aunque no creo que logré escapar, si lo intentase, Salvias se encargaría de él. Mi bello pastor alemán cubre cualquier salida de la casa.

—Tienes mucha ropa de color rosa.

—No mires mi ropa —le digo con vergüenza.

—¿Qué más quieres que mire? Estoy encerrado aquí.

—No por mucho tiempo —contestó con una sonrisa.

—¿Me dejarán salir? —por primera vez noto emoción en su voz.

—Aún no.

—¿Por qué me tienen aquí? —dice, irritado—. Si no es dinero ni fama, y es lo que dijo tu primo de novio, y está claro que me amas —apunta a mis posters—. ¿Quieres que salga contigo?

Desvió la mirada al suelo. Claro que quiero a Brayden, pero... ¿el sería el indicado para mí?

Cuando estoy a punto de contestar, Cecith llega.

—¡Brayden West! —grita con euforia y literalmente se pone a saltar—. Es mío. Es mío. Yo lo quiero. Tendremos muchos hijos y seremos felices para siempre.

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