RobinTodo

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Repasamos el plan una vez más. Estamos en la tienda de mis padres: RobinTodo. 

Venden revistas y periódicos de diversos temas y para distintas edades.

 Dexter se ve muy gracioso con su uniforme del negocio, una camisa naranja con pantalones negros. Ambos trabajamos aquí mientras Melanie se pasa sus tardes estudiando para un gran examen de la universidad el cual la prepara para su intercambio a Alemania. 

—¿Entendiste? —me repite Dexter una vez más. Esta apilando unas revistas de deporte sobre un estante.

—Sí. Mantenemos una conversación. Se deshacen de sus acompañantes. Lo metemos en el auto. Le cubrimos la boca. Lo metemos en mi closet. Me casó con él —recito las mismas palabras que Dexter ha dicho desde que llegamos.

—Exacto. Sin embargo primero es la parte del sedante y acto seguido, la del auto.

—Mi error —le digo en broma y me acercó a la caja registradora—. A todo esto... ¿Cómo se te ocurrió este secuestro?

Dexter pone los en blanco.

—Primero: no es un secuestro porque él no estará ahí en contra de su voluntad. Puede que al principio sí, pero se le pasará, ya verás. Segundo: no lo sé. Simplemente nació la idea en mi cabeza.

Asiento. En eso, papá entra con una caja entre las manos.

—Hola, chicos —nos saluda con esfuerzo. 

Mi primo le ayuda y entre los dos dejan la carga en una esquina.

—¿Qué hay, papá?

—¿Ya están trabajando? —dice. Se pone frente a mí.

—Sí, tío. Entre antes trabajemos mejor —le contesta Dexter con ironía.

Las vacaciones de verano están por terminar en unas semanas, por lo que Dexter y yo pasamos aquí la mayor parte del tiempo. A excepción de ayer, donde tomamos el día libre para visitar a Brayden.

—¿Tú mamá ya está aquí? —pregunta mi padre con una sonrisa en el rostro por el "chiste" de Dexter.

—Todavía no llega.

—Bien —papá se dirige hacia la bodega.

Sí, RobinTodo en un negocio familiar. Mamá y papá son los dueños. El nombre se debe a nuestro apellido (Robinson) y todo quiere decir que tenemos todo del mundo editorial aquí, según mamá.

Por los veranos, tanto mis primos como yo trabajamos. En los inviernos, nuestros abuelos pasan horas apasionadas tras la caja registradora. En comparación con nosotros, mis padres trabajan los trescientos sesenta y cinco días del año.

Saco el celular de Brayden de mi bolsillo para revisar la hora. Después recuero la foto graciosísima de él con la rebana de pizza. Entonces decido enseñársela a Dexter.

Mi primo se dobla a la mitad debido la risa.

—¡Cállate! —le espeto—. Mi papá se dará cuenta

—Ese chico esta demente —suelta mi primo.

Vuelvo a mirar la foto: está muy divertida. En eso papá llega y guardo el celular en mi bolsillo trasero.

—Chicos, podrían acomodar estas revistas, por favor.

—Claro —contesto al mirar la caja gigante que pone a mis pies.

Después del almuerzo, volvemos a trabajar. Llevamos la mitad de la caja, no obstante aún faltan demasiadas revistas por ser acomodadas. Las sacamos, las ponemos en un estante y volemos a empezar.

Dexter coge un montón de revistas que no puede cargar con ambas manos, por esa razón, caen al suelo perdiendo el equilibro.

—Ten cuidado.

—Lo siento —susurra recogiéndolas una por una.

Entonces se detiene a leer una página que al caer, quedó a la vista.

—Yaquelín...

—¿Mande? —respondo sin mirarlo. Estoy ocupada con mis propios asuntos de trabajo.

—¿Quieres ganar dinero?

La pregunta llama mi atención, por lo tanto elevo la vista para toparme con sus ojos verdes.

—Reporteros de la calles —comienza a leer un artículo de mi revista juvenil favorita: In your eyes—. "Sabemos que a ti te gusta seguir la vida de tus estrellas favoritas. Por ello, diseñamos este concurso especial para ti. Si tienes una foto con tu artista preferida o te lo encontraste caminando por la calle o en un restaurante, mándanos tu foto. Tienes la oportunidad de ganar muchos premios e incluso una visita a nuestra editorial para conocer cómo hacemos la revista. Mándalo al siguiente email.

—No me tome una foto con Brayden —le recuerdo.

Dexter rueda los ojos como lo hace su hermana. Pensándolo bien, tienen mucho en común.

—Ya lo sé, pero tenemos fotos suyas en su celular —como no contesto, añade al final—. ¿Piensas lo mismo que yo?

Niego con la cabeza. Sé exactamente a lo que se refiere y a pesar de eso, no lo haré.

—De ninguna manera.

—¿Por qué no? —coloca las revistas en sus respectivos lugares—. Ya tenemos las fotos de Brayden, solo falta mandarlas.

—Porque me parecen fotos privadas. Son sus imágenes, no nuestras —reclamo.

—Pero, Yaquelín, podremos ganar los premios.

—¿Y qué? Eso no es correcto. No respetaríamos su intimidad al mandarlas.

Dexter se cruza de brazos.

—¿Y conservarlo en tu casa sí lo es?

—Tampoco —digo porque sé que es cierto—. Permíteme decir que secuestrándolo no infringiremos su privacidad.

—¿Ah, no?— mi primo alza ambas cejas.

En vez de responder, me volteo para continuar con mi labor.

Ya no hemos recibido ninguna una llamada de Brayden ni hemos marcado a otra celebridad. Tener el celular de Brayden es una cosa, pero mantenerlo escondido en mi closet es otra. 

Sí, lo quiero con todo mi corazón, no obstante, siento que secuestrarlo es algo indebido. 

Acordamos darle el celular, sin embargo lo que Brayden no espera es despertar rodeado de prendas de vestir de  color rosa. No lo retendré por siempre. Aun si yo quisiera casarme con él y sueñe con nuestra casa perfecta, suponiendo que con el tiempo descubro que Brayden no desea ese camino: lo dejaré ir. Claro, no sin antes tomarme una fotografía con él y con su autógrafo en cada uno de mis pósters.

Brayden West podría estar con cualquier chica. Famosa o no pero mi corazón sabe que lo nuestro no funcionaría. Me encantó encontrármelo en el set aunque su mirada aterrada me entristeció un poco. Obligatoriamente, la siguiente vez que me lo topara, me comportaría como una chica ordinaria; no como la loca fanática que fui ese día.

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