Letters to Juliet [Harry Styles AU]

Capitulo cuarenta y cuatro

Capítulo 44. 

A pesar de estar sollozando, bufé al escuchar sus palabras. ¿Hablar? La simple idea me repugnaba. Definitivamente no quería intercambiar palabras con aquel chico de ojos hipnotizadoramente verdeazulados, que me dejarían sin coherencia, y me obligarían a sucumbir más en la humillación.

Se sentó a mi lado, y me examinó con dichos ojos. Noté cómo dirigió su mirada hasta la pequeña ventana ubicada en la pared realizada con madera de aquella acojedora casucha de madera; estaba observando cómo el cielo adquiría un cierto tono anaranjado, acompañado de amarillo, morado y finalmente azul marino. Esto me daba la idea de que había estado varias horas ahogando mis penas en aquella construcción de madera algunas horas.

– Está oscureciendo. Pronto será tu última noche en Londres – Comentó distraído.

No sabía qué era, pero algo inexplicable le decía que él estaba erróneo en lo que acababa de decir. Simple presentimiento.

– Ve al grano – Dije directa. Harry jugueteó con sus dedos nerviosamente.

Me miró fijamente a la cara, tratando de traspasarme todos los sentimientos que sentía en ese momento; pero fue en vano, él para mí era como un libro completamente ajeno y cerrado. Ni siquiera podía hacerme una idea de lo que estaba pensando él justo ahora.

– Quería preguntarte el porqué huíste de esa forma en el parque –

– No huí –

Él me nombró con aquellos labios suyos, con algo de incredubilidad y suspiré con rendimiento.

– Es solo que sentí el impulso de hacerlo. No sabría cómo explicarlo –

– Yo sí, o al menos se me ocurre un método para explicarlo – Insinuó, acercándose a mí e invadiendo mi espacio físico. Automáticamente sentí un pulso acelerarse descontroladamente: mi pulso.

Tomé distancia entre ambos cuerpos, y solté una risa nerviosa. La que ahora jugueteaba con sus dedos nerviosamente era yo.

– ¡Mira! – Señalé – El cielo ya oscureció totalmente –

Harry dirigió su mirada hasta el punto donde indiqué, y asintió. La luna era similar a una rodaja de queso gigante. Sentí cómo el chico a mi lado devolvió su mirada a mí, pero decidí ignorarla y seguir admirando aquella belleza.

– Es hermosa –

– Lo sé, es demasiado hermosa – Dijo el chico distraído.

Mi mirada fue hasta el chico ruloso a mi lado, y él lo que hizo fue sonreírme con toda su perfecta dentadura reluciendo. Por un momento creí que subiría la sangre dispuesta a acumularse en mis mejillas, pero agradecí a Dios que no fue así.

– Desviaste el tema del cual quería hablarte. ¿No querías que fuese directo? –

Maldije al saber que no había dado por terminado el tema, y que él seguiría insistiendo. A fin de cuentas, le admití.

– No quiero hablar del tema. ¿Podríamos hablarlo cuando esté lista? Por favor – Pedí.

Él soltó un suspiro cansino, pero asintió. Miró al cielo una vez más, y fue como si el bombillito ubicado metafóricamente encima de su cabeza se encendiera. Me tendió su mano, y yo extrañada la tomé dejándome guiar por sus varoniles manos para bajar de aquel lugar.

– ¿Quisieras bailar? Como despedida de ti para con Londres – Sugirió, luego de estar en tierra firme.

– No hay mú –