3.9.- Breve paréntesis sobre las cápsulas del señor Romaña

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Fueron a dar al Sena, por obra y gracia de Octavia de Cádiz, una noche en que se las mostré para probarle que no había un ápice de exageración en mi vida exagerada. Lo demás, o sea ese paseo al borde del Sena con Octavia, no pertenece a este cuaderno azul, sino al rojo candente que ya le tengo comprado a ella. Lo he comprado antes de lo que pensé porque he tenido que salir en busca de hojas para agregarle a mi cuaderno azul. No puedo ocultarles más que hace tiempo que se me acabó, pero no soy profesional en estos asuntos y no puedo calcular el número de páginas desde el comienzo. Además, creo que al empezar noté que el cuaderno azul me lo regalaron, o sea que no pude mirarle el diente. Y aunque era grueso, más grandes fueron mis lamentos, perdón. En fin, todo este rodeo para decirles que no es ni ahora ni aquí que les voy a hablar de Octavia de Cádiz.

Ya conocen la maravillosa sutileza de Octavia. Ya saben cómo me detectó tan conmovedoramente los cinco bultitos en la garganta que ni el mismo Enrique Álvarez de Manzaneda logró ver jamás, como prueba de solidaridad recíproca. Octavia contó uno, dos, tres, cuatro, cinco, con miopía y todo. Y no saben cómo me puse. Pues así, igualito detectó que llevaba las cápsulas siempre conmigo, en defensa propia. Las hemorroides podían asaltarme en cualquier circunstancia o lugar. Además, la única frase penetrante que pronunció el doctor Raset, no siendo psiquiatra, fue aquella referente al miedo. Dijo que a lo mejor el mismo miedo me curaba las hemorroides, y Octavia me arrancó las cápsulas de las manos y las arrojó al Sena, aprovechando sin
duda el estado de idolatración al que había entrado para siempre jamás, porque así era ella con la vida cotidiana y lo que la gente llama el desgaste de la pareja. Casi me arrojo al Sena, pero cómo hacerle eso a Octavia, sabiendo que me acompañaría. El miedo me retuvo, finalmente, y he sobrevivido a pesar de la carencia. Las hemorroides no crean hábito como la morfina ni como Octavia. Y la última vez que las vi, las cápsulas estaban allá abajo en el Sena.

La vida exagerada de Martín Romaña (A. Bryce Echenique)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora