-Con que 526, eh. Me acordaré-. dijo Jota mientras entraba en mi habitación. No sabía por qué, pero ese comentario me puso nerviosa y me aceleró el corazón.
Comenzó a pasear lentamente por la habitación como si fuera un gato, contemplando, escrutando todo silenciosamente. Acarició las sábanas de la cama y deslizó los dedos por encima de las tapas de los libros de la estantería.
-¿Edgar Allan Poe?
-Me van los clásicos. Me encantan sus relatos. También leo a William Shakespeare. Me encanta.
Asintió convencido y agradado para mi sorpresa. No sabía que le fuera a agradar algo de mí, y más si tenía que ver con mis gustos.
Sacó las bolsas de plástico en las que habían metido la comida y nos sentamos en la amplia cama. Abrimos los tuppers sobre unas servilletas y empezamos a comer.
No sabía qué decir, no sabía de qué podía hablarle. Se me hacía rara esa visión. No sé cómo en menos de veinticuatro horas había pasado de meterle una cachetada al idiota ese a comer a solas en mi cuarto.
Tras un rato, él dijo mirando su plato:
-Es mejor que no te metas con Monica.
-Pero si empezó ella...-Repliqué por lo bajinis. No me podía creer que aún siguiera en las mismas.
-Pero ella es una zorra bien zorra. Y está medio loca. Tiene a muchos babosos detrás que no dudarán en ir a pegarte si se lo pide. Es más, diste de lleno con el insulto, no te discuto. Dios, qué buena es.
La incomodidad surcó mi cuerpo entero.
-Eh, ¿te la chupó?
-A mí y a todos. Hizo una apuesta con alguien para ver quien cogía más cacho en una semana. No quería, pero decían que era tremenda. Y, sí, estaban en lo cierto. Sin duda, ganó ella.
-Oh.
Me hice la sorprendida, como si no fuera la tercera vez que oía esa historia. Admito que eso sí que era muy de puterío, pero no te daba derecho a llamarle zorra a una tía. Más que otra cosa me preocupa por los ITS, tanta mezcla de gente desconocida no puede ser buena.
-¿Y tú qué? ¿Algo picantón que contar?- Alzó las cejas seximente. La pregunta me puso ligeramente nerviosa y me hizo sentir expuesta.
-¿Para esto querías "conocerme" mejor? Te advierto que yo no soy Monica.
-Qué aburrida, señorita repipi-. Enfatizó el apodo, pero tampoco lo hizo a malas-. ¿Quién es el de la foto?- Dijo fijándose en una fotografía de la pared de encina de la cama. Estaba repleta de fotos en blanco y negro, de paisajes, de casas antiguas, de flores y de mis amigos y familiares. Jota había preguntado por una en blanco y negro en la que yo salía siendo levantada en volandas por un chico-. Pareces feliz.
Y era feliz. Y mucho. Aquél día fue espléndido. Fuimos Carlos, Leticia, Santiago y yo a la casa de campo del primero. Leticia, la que nos hizo la foto, solía ser mi mejor amiga en España. Fuimos los cuatro, cada uno con su respectiva pareja.
Carlos. Oh, Carlos. Con tan solo ver su imagen el ligero aroma de su perfume despierta en la base de mi cráneo, y el suave tacto de sus caricias vuelve a mi cuerpo. Lo quería. Vaya que si lo quería. Pero el tiempo y las circunstancias pudo con nosotros. Pudo conmigo, que lo estropeé. Yo fui responsable de que pasara lo que pasara, y, aún no sé si llegará el día en el que lo vuelva a ver y todo se arregle. O el día en el que consiga olvidarlo. A veces lo más difícil de todo no es olvidar a la persona, sino el agradable modo en el que te hacía sentir, aun con todo lo malo que pudiera haber dentro de la relación.
Poco más de un mes había sido desde que todo acabó. ¿Que si lo echo de menos? Muchísimo.
-Es...-Suspiré. No podía recordarlo sin entristecerme o romper a llorar. Había estado evitando su recuerdo. Aún no estaba preparada-. Carlos- acabé la frase en un suspiro apagado. Jota bajó la mirada.
-¿Es tu ex?
Asentí.
El ambiente estaba tenso. Se notaba mucho el impacto emocional que había tenido en mí que me preguntara por él. Tras un breve silencio,ha intentó aminorar un poco la situación:
-Vaya, así que la señorita estrecha ha tenido novio. Venga, cuenta, ¿qué tal es en la cama?
-No te lo diría ni aunque fueras a morir ahora mismo-. Abrí los ojos de la sorpresa. Resoplé molesta.
-Ah, ya decía yo que no podías haberte abierto de piernas con tan solo diecisiete años. Aún te quedan 10 laaaargos años para perderla- exageró.
-El que no te quiera decir algo no significa que no lo haya hecho. Y, por cierto, tengo dieciséis.
-Así que, ¿eso es un sí?
-Mmmh quizás...- Me crucé de brazos-. Pero, oye, ¿a ti qué te importa?
Sonrió atractivamente y se tumbó sobre la cama. Se llevó una de las almohadas a la cara.
-Definitivamente no eres como las chicas de aquí, Elenna Leiva.
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Internados: Rompiendo las normas
RomanceEl Internado Rowhamsphire es reconocido por su gran disciplina, resultados académicos y capacidad para corregir conductas irresponsables. Consta de tres sencillas normas inquebrantables que deberán ser acatadas bajo cualquier circunstancia: 1.- Se...