"Hey, Elenna, esta tarde a las 19:00 en la 701. No faltes. -D"
Me di cuenta en clase de física de que tenía esta nota dentro de mi pupitre. Seguro que había sido un mensaje de Delila y que eso tenía que ver con la llegada de Yanet. Ya era viernes y comenzaba el fin de semana.
Le di la vuelta al papel.
"Ponte mona si quieres. Yo lo iré, aunque bueno, siempre lo estoy, jeje"
Siempre que podía Delila aprovechaba para arreglarse. A su estilo, claro, pero siempre llevaba el pelo perfecto, el maquillaje perfecto y un conjunto perfecto.
Para matar el tiempo hasta que llegara la hora a la que me habían convocado, me puse a estudiar un poco y a pasar apuntes. No me apetecía nada pero me conocía: Bastaba con que me atrasada tan sólo dos días con mi tarea para que luego estuviera dos semanas agobiada con las clases. Si procrastinaba una cosa, acababa procrastinando las que iban detrás.
Cuando dieron las siete menos diez minutos me vestí. Me puse una camiseta negra de de Queens, unos vaqueros rotos y holgados y unas plataformas blancas. Cogí las llaves y mi monedero. Me miré en el espejo. Llevaba el pelo medio despeinado, y se me estaba comenzando a ondular en las puntas. Nunca sabía qué hacer con él, era una de mis mayores incógnitas respecto a mi aspecto físico. No es que me desagradara, pero ni de lejos era mi punto fuerte. Lo que sí lo era eran mis pómulos. Siempre los he considerado lo mejor de mí, marcados, rosados y, simplemente, perfectos. Por hacer algo, me acabé atando el cabello en un moño alto.
A las siete y dos minutos estaba entrando en la 701, la cual resultaba ser la habitación de Yanet. Era más grande que la mía y tenía dos ventanas, dos sillones puffs, una mini nevera y muchos cojines y almohadas.
-Hola, Elenna, no nos han presentado formalmente. Soy Yanet Suárez- me tendió la mano y me abrazó-. ¿Qué tal todo? Estoy encantada de conocerte, me han hablado mucho de ti. Pasa y toma asiento- me recibió con una emocionada sonrisa.
Me sentí muy cómoda con su bienvenida. Había sido muy cálida conmigo.
En la habitación se encontraban ella, Delila, Fiona y Dylan, los cuales me saludaron al verme. Yanet se sentó junto a Delila en la cama, y yo tomé asiento en uno de los puffs, justo entre ellas dos y la pareja que se sentaba en unos cojines.
En medio del círculo improvisado se encontraban varios vasos, un cenicero y una cachimba. Las ventanas estaban abiertas, las persianas bajadas hasta la mitad y sobre el detector de humo había puesto un calcetín de Tommy Hilfiger.
-¿Fumas?- Me preguntó Yanet mientras sacaba de un cajón de la mesilla de noche un paquete de Winstons largos y un clipper rojo.
-Sí.
-Toma- me los lanzó. Me fijé en su conjunto. Llevaba un crop top de tirantes negro y unas bermudas deportivas. De pies iba descalza. Desde luego era mucho mas informal que el resto de compañeros del internado, se parecía a Delila en ese aspecto. Me cogí un cigarrillo y le devolví la caja.
Me lo fumé tranquilamente mientras intercambiaba un par de palabras con el resto. Hablaban de la semana que había pasado Yanet, una muy fiestera al parecer. Sus padres estaban de viaje, así que había aprovechado para montar fiestas en su casa cada día. Mientras tanto, Fiona y Dylan se abrazaban cariñosamente y, de ver en cuando, intercambiaban caricias y picos, llegando a casi rozar lo incómodo. Resultaba que el baile los había juntado definitivamente.
La anfitriona me sirvió un vaso con vodka, limón y granadina. Estuvimos un buen rato hablando, compartió conmigo su tirria hacia el internado. Al parecer sus padres la habían metido ahí para controlar su asistencia a clase y rebajar ciertas actitudes, como su consumo de alcohol y marihuanna, entre otras cosas. Aunque ella afirmaba que no era para tanto y que exageraban; que conocía muchos casos peores y que los más notorios de ellos eran sus propios progenitores.
Mucha gente llevaba allí a sus hijos para modificar su conducta, y afirmaron que conforme avanzaba el curso los profesores se ponían más estrictos y odiosos. No me imaginaba cómo podía llegar a ser todo aquello. Ya me había sobresaltado el sermón de la profesora del primer día, como para tener que aguantarlo todas las semanas. Fiona estaba ahí desde que era bastante pequeña. Ya que sus padres pasaban la mayor parte de la semana trabajando, querían que al menos recibiera una buena educación y estuviera rodeada de amigos. Por lo general solía bajar casi todos los findes a Bath, que era donde vivía con su familia, aunque ahora iba a darse un poco de espacio para volver a su casa. Quería un poco de libertad, y aprovechar para pasar más tiempo con su nueva pareja.
Iba por el segundo vaso cuando llamaron a la puerta rítmicamente. Y fue ahí cuando mi diversión se acabó.
Entró Aiden, quien me guiñó el ojo nada más verme, junto a Cassandra, su compañera de cuadrilla, Gerard, el primo de Yanet, y un tal Jamie, al cual nunca había visto antes. Aiden y Cassandra pertenecían a "los 8", un grupo de estudiantes famosos en el internado por su antigüedad en el recinto, fama entre el resto de colegios por ganar torneos, atractivo y excelentes notas. Ellos subían el prestigio del internado.
A mí me parecía súper snob que se hubieran puesto un nombre para autodenominarse, como si fueran alguien realmente importante, una banda de música o algo. Me parecía ridículo.
Justo cuando parecía que no iba a entrar nadie más, Jota puso un pie dentro de la habitación.
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Internados: Rompiendo las normas
RomanceEl Internado Rowhamsphire es reconocido por su gran disciplina, resultados académicos y capacidad para corregir conductas irresponsables. Consta de tres sencillas normas inquebrantables que deberán ser acatadas bajo cualquier circunstancia: 1.- Se...