C a p í t u l o 2 3 - Amigas

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-Dios, Elenna, ¿estás bien?

Mis amigas fueron a mi rescate. Delila me sujetó la frente mientras Yanet me ponía un poco de agua en la nuca.

-Menuda manera de escabullirse más triunfal que has tenido. Me parto contigo, ha sido la polla.

-Tendrías que haber visto la cara de Jota, lo rayado que se ha quedado- se empezó a reír Yanet en susurros. Había cerrado la puerta, pero la gente seguía teniendo oídos y estando a pocos metros de distancia.

Cuando terminé de vomitar me tendieron un poco de papel. Me limpié la boca y me apoyé sobre la pared.

-¿Qué te ha pasado? ¿Te ha sentado mal?

-Hacía mucho que no tomaba nada, he bebido mucho y he estado sentada, y mezclar no es bueno...

-Tendrías que haber tenido un poco más de cuidado.

Suspiré. Me quedé mirando a la nada. La cabeza me daba vueltas y sentía el pecho oprimido. No recordaba exáctamente cual fue la última vez que acabé así.

-¿Te suele ocurrir mucho?- Preguntó Delila.

-En verano sí. Comencé a beber demasiado y... Ya sabéis. Por eso y por lo que he contado antes de mi ex mis padres me enviaron aquí.

-¡Tía! ¡Pero cómo se te ocurre!- Me regañó Yanet-. De saberlo no te hubiera dejado beber. Al menos no haberte invitado a maría.

-No es culpa tuya, sino mía.

-Lo sabemos, pero tienes que cuidarte un poco más. ¿Entiendes?- Intervino Delila-. A veces es complicado porque todo es una mierda, pero es lo que toca. Y debes de pedir ayuda. Si lo hubieras hecho esto no hubiera ocurrido.

-No os preocupéis. Sólo ha sido un pequeño blancazo.

Me avergonzó darme cuenta de que ellas, apenas unas desconocidas, se preocupaban más por mí de lo que lo hacía yo. Y Delila había dado en el clavo con todo. Debía de intentar cuidarme un poco más a mí misma.

-Muchas gracias por esto, chicas. De verdad. Por preocuparos y cuidarme.

-Ay, no es nada cielo- dijo Yanet.

Se agacharon y me dieron un abrazo.

-Esperad, creo que voy a volver a potar.

Fingí unas arcadas, ante lo que se apartaron rápidamente.

-Era coña.

Nos reímos las tres a la vez.

Me levanté, me enjuagué la boca y me lavé las manos y la cara.

Llamaron con tres golpes a la puerta.

-Ey, ¿está bien?- preguntó Jota.

-Oye- Yanet bajó la tapa del váter, tiró de la cadena y se sentó a mi lado, y me habló susurrando con una sonrisa contenida- entre tú y Jota, ¿qué, eh?

-Buah, tía, ¡qué dices!

-No sé, no sé, he visto cómo te miraba... Aunque tú le has ignorado un poco. Y cómo se quedó cuando en un principio te tocó liarte con Dylan-hizo un gesto exagerado con la mano-. Era un poema. Y cuando luego le tocó a él... ¡buf!

-Tía, no exageres.

-Qué va. ¿A que sí, Delila?- buscó apoyo en su amiga.

-¿Lo dices en serio? ¿De verdad crees que le gusto?

-No sé, quizás. Él tampoco se interesa en chicas, por eso me ha sorprendido mucho que te mirara siquiera de esa manera.

-¿Le conoces mucho?

Internados: Rompiendo las normasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora