C a p í t u l o 5 1 - Desayuno en la cama

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-Ya me estás soltando, puta zorra.

Hundió aún más sus afiladas uñas en mi brazo izquierdo.

-¡¿Puta zorra?!- preguntó sorprendida de que me hubiera atrevido a referirme así a ella. Los ojos parecían que se le fueran a salir de las órbitas. Se olía el enfado que llevaba dentro.

En alguna parte de aquella mirada pude reconocer a la chica que yo solía ser hacía no tanto tiempo.

Levanté el brazo libre para cruzarle la cara, pero con un movimiento rápido me agarró la muñeca al vuelo. Sonrió durante un momento, pero levanté la rodilla y se la clavé en toda la entrepierna. Se encogió del dolor. Ahí, con la guardia baja, pude darle una bofetada. Pero una rápida mano me agarró del moño y me tiró hacia atrás. Casi no consigo mantener el equilibrio, y por poco me caigo al suelo. Una de sus amigas, alta, esgarbada y de piel oscura, me había agarrado.

Mantenía una postura nada cómoda y equilibrada, con medio cuerpo doblado hacia atrás a causa de que me tenían enganchada por el pelo. Cleo aprovechó mi desventaja y me dio un puñetazo en el estómago. Me caí al suelo del dolor. Una sensación muy desagradable empezó a extenderse por todo mi abdomen, dándome ganas de vomitar.

Se agachó y me golpeó en la cara. Una, y otra, y otra vez. Yo no podía hacer nada. A cada golpe me sentía más incapacitada para contraatacar.

Todas las chicas estaban mirando aquel espectáculo, unas boquiabiertas del horror y otras expectantes del resultado de la pelea.

Mientras tanto, vi de refilón cómo Bárbara salía corriendo del baño. Pensaba que había huido de ahí, pero segundos más tarde apareció con la profesora, a quien había ido a pedir ayuda.

Le escupí a la zorra de Cleo la sangre que se estaba generando en mi boca. Le di de lleno en el ojo, ante lo que respondió con una expresión de asco.

-Furcia...

Justo antes de que me asestara otro golpe, la profesora la agarró por los hombros.

-¡Basta ya, Cleo Addams!- comenzó a gritar Judith-. ¡Deja a la chica en paz! ¡Siempre igual, joder! Vas a venirte conmigo al despacho del director ahora mismo.

La sacó casi arrastras de la sala, se la veía realmente enfadada. La dejó fuera y se agachó junto a mí, se disculpó y me indicó que fuera a la enfermería, que estaba sangrando. Yo apenas era capaz de entender nada de lo que me estaba diciendo, los oídos me pitaban y notaba todo mi interior congestionado.

-¡Y vosotras, el resto! ¿Cómo se os ocurre quedaros mirando sin hacer nada? Os voy a abrir un parte, estáis avisadas.

Me socorrió unos minutos más y se fue con Cleo. Bárbara cogió mis cosas y me ayudó a levantarme, y sin recibir ninguna palabra más por parte de las allí presentes salimos del baño en dirección a la enfermería.


La cara me arde y me cuesta respirar cuando me despierto por la mañana. Paso de la apacible tranquilidad del sueño a la dolorosa vigilia.

Maldigo para mis adentros a la zorra que me dejó en este estado, y tras unos minutos deshaciéndome en la cama el cansancio y sueño que me queda, decido levantarme y mirarme lo fea que estoy en el espejo. Tengo un ojo violeta, el labio hinchado y un poco de sangre seca debajo de la nariz. Me duele la cara entera y los oídos aún me pitan, no consigo oír con total claridad.

Siento mucha rabia por dentro. Ese tan solo era mi segundo día en clases de ballet, ¿cómo será el resto que me queda? Quizás me conviniera dejar las clases y apuntarme a cualquier otra cosa. Argh. Ojalá se la pudiera devolver.

Internados: Rompiendo las normasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora