C a p í t u l o 2 1 - Yo nunca

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Jota posó sus impecables y brillantes Martens en la moqueta de la habitación. Despreocupado, andaba con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans grises, y  su firme torso se veía envuelto por una cara y ajustada camisa negra. Paseó tranquilamente la mirada entre los que estábamos en el cuarto, con una expresión indiferente que rozaba el aburrimiento. Hasta que llegó a mí. Enarcó ligeramente las cejas, y pude ver un atisbo de incredulidad en sus ojos. Intentó ocultar la sorpresa, pero en aquella mirada que se abría entre nosotros dos se había filtrado todo.

Aparté la mirada. No me interesaba su presencia lo más mínimo. O, al menos, quería aparentar que era sí. Volví a prestarle atención a mi cubata, a la cachimba y a Delila, a la cual le estaba empezando a subir el vodka y había decidido contarme sus dramas amorosos.

Aiden Clidfford se sentó en el puff de mi izquierda, interrumpiendo así el discurso de mi amiga.

-¿Qué tal todo, Elenna? Me alegro de verte.

-Ah, hola, Aiden- hice como si no me hubiera percatado de su presencia. Realmente hubiera preferido que así fuera- pues bien, lo de siempre.

-¿Qué es "lo de siempre"?- Me preguntó, haciéndose el curioso.

-Pues yendo a clases, estudiando, haciendo mis cosas y tal, lo típico del insti, ya sabes.

-Bueno, algo interesante tendrás que hacer, ¿no? Estás aquí ahora- rió un poco, intentando seguir la conversación. Si no supiera las intenciones que tenía igual le hubiera dado algo de bola. Y tampoco es que físicamente me desagradara, la camiseta negra que llevaba puesta mostraba unos gratos incipientes músculos, y llevaba un aro de plata en cada lóbulo y en el labio inferior, cosa que me encanta en hombres. Pero siendo amigo de Jota seguro que aquel chico no era trigo limpio. Así que opté por la mejor táctica posible: hacerme la aburrida. Eso suele cansar rápido a la gente.

-Sí, supongo.

El resto de la gente se sentó sobre cojines en el suelo, cerrando el círculo. Gerard era de un curso superior, como Dylan, tenía el pelo corto y muy rizado, su piel era oscura y ligeramente moteada en algunas zonas. Tenía unos ojos grandes y algo de barba, y llevaba un estilo de vestir muy urbano, justo como su prima.

Jamie era alto, tenía una cara redonda y el cabello pelirrojo le caía hasta el hombro. Tenía los brazos tatuados y, a decir verdad, era bastante atractivo. Él era compañero de Jota y Aiden, mientras que Nerea era de mi curso pero iba a la otra clase. Su pelo era corto y muy rizado, y tenía los laterales de la cabeza rapados. Llevaba un exagerado maquillaje que le quedaba de lujo y unos pantalones de campana, que era la última moda. Traía un radiocasete consigo, lo enchufó y puso música en un tono bajo para que nadie descubriera aquella fiesta improvisada.

Todos se pusieron a hablar entre todos, se comenzaron a sacar más vasos de plástico y a servir más cubatas, los cigarros y las cervezas iban de un sitio a otro. Jamie se sacó un chivato de marihuana y se puso a liar un porro.

-Quien lo lía lo peta- y le dio unas largas bocanadas. Una vez se hubo cansado, dijo:- ¿Quién fuma?

-¡El puma!- dije rápida y veloz, ganando a Aiden y a Delila, quienes también querían fumar. Yo llevaba ya casi un mes sin darle a los porros, y la verdad es que me moría de ganas por fumarme uno. Jamie me pasó el peta, y  me di cuenta de cómo me miraba Jota de reojo.

Lo tenía a tres metros de distancia, casi en frente. Cuando nuestras miradas se cruzaron apretó las mandíbulas y se puso serio, más de lo que ya estaba. No sabía a qué venía todo eso, si es que era que no le gustara que fumara, que yo estuviera ahí en ese sitio compartiendo aire con él o simplemente que estaba amargado.

Internados: Rompiendo las normasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora