Era sábado, lo que significaba que podía dormir todo lo que quisiera en vez de tener que levantarme a las ocho como los días escolares. Aunque, de todas maneras, dormí hasta las diez, lo que para muchos era madrugar.
Terminé de pasar todos los apuntes de Rosaline y a las once salí a dar una vuelta en bici. Siempre había preferido el skate pero me encantaba poder coger más velocidad y sentir el viento en la cara.
Como era fin de semana podía dejar de llevar el pijo uniforme y ponerme mi cómoda ropa. Me puse una camiseta ancha, mis amados vaqueros y unas zapatillas vans.
Fui al gimnasio a por una bicicleta y, entonces, vi que en la fachada del Ala Izquierda muchas personas se arremolinaban. Me acerqué a ver qué estaba pasando.
-¿Qué ocurre?
-Es X- contestó a mi lado una chica de pelo negro ondulado, señalando la pared que daba al patio.
Una pareja haciendo el amor estaba pintada en graffitti sobre la pared. En una esquina había pintada una X en negro. La pintura era sutil y no explícita y, a decir verdad, era realmente preciosa. Una obra de arte.
-Es una forma de expresar la inconformidad de no poder mostrar actos de amor- continuó explicando la desconocida-. Además ha escogido el día perfecto, siendo hoy el baile. Libertad de expresión. Me encanta.
-Quiero un póster así para mi habitación- dije, absorbida por su belleza.
Se rió dulcemente.
-Yo también.
Di una vuelta por el jardín, y durante todo el paseo estuve pensando en X. Era un misterioso personaje que hacía actos vandálicos en busca de un poco de libertad de expresión y reivindicación ante situaciones injustas, o al menos eso me había explicado la pelinegra. Sólo había visto una de las suyas y quién sabe qué otro tipo de cosas habría hecho. Aún así era interesante. Y la idea del anonimato en un sitio tan estricto, emocionante. Era un personaje misterioso y enigmático que llenaba de vida los pasillos del Internado. Eso sí, el día en el que lo pillaran le caería la multa del siglo.
De vuelta al gimnasio a dejar la bicicleta me encontré a Jota y sus amigos estaban apoyados en la pared, fumándose un cigarro a escondidas. A mi sorpresa, Jota me saludó, sonriendo como un tonto. No lo entendía. Nuestra última interacción había sido una bofetada por mi parte. ¿Qué bicho le habría picado? Yo le ignoré. Llevaba el enfado del siglo, y, uf, con razón.
Cuando hube dejado la bicicleta y salí al patio, Jota me siguió por detrás.
-¡Ey, Elenna! ¿Quieres comer hoy conmigo?
No me lo podía creer. Pero, ¿qué se pensaba ese chico? Ayer me insultaba de esa manera y ahora hacía como que no había pasado nada.
-¿Por qué crees que yo iba a querer comer contigo?
-Así me disculpo y nos conocemos un poco mejor. La verdad es que es un tanto extraño ir a un baile con alguien a quien no conoces.
-Lo que sí que es un tanto extraño es que me estés pidiendo comer contigo.
-¿Eso es un sí?- sonrió de medio lado con los ojos medio cerrados, cegados por el sol.
-No lo entiendo.
-No hay por qué entenderlo todo en esta vida. Seguro que hay muchas cosas que no entiendes, como la teoría de la relatividad o el misterio del triángulo de las Bermudas, y aún así sigues viviendo tranquila y en...
-Ay, ¡vale! Comeré contigo.
-A las 13:30- sonrió y antes de que me pudiera arrepentir se fue por donde había venido.
Qué tío más tonto.
Los findes de semana nos dejaban sentarnos juntos a las chicas con los chicos. Yo cogí mi bandeja con mi comida y estaba siguiendo a Jota hasta una mesa vacía cuando nos interrumpieron.
-Hey, Jota- dijo un chico moreno de ojos verdes con pinta de metrosexual. Llevaba una camisa blanca abrochada hasta el cuello y estaba sentado en una mesa-. Vente con tu amiguita.
-No somos amigos- contesté rápidamente.
-Pues con tu lo que sea- replicó medio gracioso-. Pero ven. Sentaos aquí.
Jota pareció dudar en si hacerlo o no. Me hizo un hueco entre él y una chica morena muy estirada, y yo no dudé entre tener que sentarme a solas con Jota o acompañada.
-Llámame Aiden Clidfford- me tendió la mano, y, en medio de aquel gesto, añadió-: En serio, llámame- me guiñó el ojo de modo chistoso.
-Yo soy Elenna Leiva- le sonreí falsamente a Aiden Clidfford y le cogí la mano con cierto repelús. Entre broma y broma la verdad asoma.
-Mmm... no me suena tu apellido. ¿De qué parte de Inglaterra eres?
-No soy de aquí. Soy del barrio de la Castellana de Madrid, en España.
-Oh, España. Qué lugar tan culturalmente rico.
-Relaja las tetas, Aiden, que no lleva ni una semana aquí- comentó Jota un poco molesto. Los chicos de alrededor se rieron.
-España, menudo país de paletos- escupió Monica, la chica morena de pelo ondulado que se sentaba a mi lado. Tenía la piel tostada y un característico lunar encima del labio. Sus pestañas parecían poder llegar a la estratosfera con un poco más de rímel y esfuerzo, eso si se le pudiera echar más maquillaje encima.
-Al menos allí no nos congelamos el culo ni tenemos niñas de catorce años con más cirugía plástica que estudios- contraataqué instantáneamente mirándole a los pechos, insinuando que se las había operado. Varios intentaron reprimir risitas que no consiguieron resistir. Jota se llevó la mano a la frente sin poder creerse lo que había contestado.
Por cosas como ésta me planteaba si realmente era consciente de las situaciones cuando se daban. ¿De verdad acababa de decir semejante cosa en un sitio al que acababa de llegar y en el que no conocía a nadie? Guau.
-No te lo discuto- me susurró Aiden al oído, lo que me provocó unas cosquillas algo agradables.
Entre Jota, Aiden y la Monica esta me estaba hartando. ¡Me acababan de conocer! ¿Qué tipo de confianzas eran estas? Sólo aumentaban mis ganas de irme. O, mejor aún, de ser expulsada.
-Eh, niñata de mierda, ¿con quién te crees que estás hablando?- se levantó de la silla bruscamente, encarándose a la vista de todos. Algunos se dieron la vuelta ante el sonido de la silla al moverse por el suelo. Al unísono Jota, quien se sentaba frente a mí, se levantó de la mesa y la rodeó hasta mi sitio.
Di un paso al frente.
-Con una pija chupapollas a la que le va a salir cáncer si sigue tomando tanto sol.
Todos rieron a carcajadas. Incluso se oyó algún que otro "lo hace bastante bien, la verdad".
Monica ya estaba en camino de agarrarme por los pelos, pero Jota se interpuso sujetándole el brazo. Le lanzó una mirada de odio.
-Vámonos, Elenna. Ya hemos terminado.
Cogió mi bandeja y me tiró del brazo izquierdo.
-Pero...
-¡Zorra asquerosa!- gritó Monica a nuestras espaldas.
-Vamos a tu habitación a comer tranquilos... Aquí hay demasiado ruido- miró malamente a Monica mientras se me llevaba hacia la salida.
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Internados: Rompiendo las normas
RomanceEl Internado Rowhamsphire es reconocido por su gran disciplina, resultados académicos y capacidad para corregir conductas irresponsables. Consta de tres sencillas normas inquebrantables que deberán ser acatadas bajo cualquier circunstancia: 1.- Se...