—¿Cómo va el estudio? —le pregunté. Dante estaba leyendo el libro de química sin prestarle atención al almuerzo a su lado—. Estamos en el receso, deberías descansar.
—Estoy bien, además no tengo hambre. Estoy a punto de comprender este tema, ¿podemos hablar luego? —murmuró y continuó absorto en su lectura.
—Bien, no te excedas —aconsejé y di media vuelta para dirigirme hacia An.
—¿Podrías ir a mi casa después de clases? Tengo un par de dudas respecto al capítulo doce y eres la única que puede responderlas —intervino, impidiéndome avanzar.
—De acuerdo, lo necesitarás. Recuerda que la última prueba antes del primer parcial se acerca.
Él asintió rápidamente y suspiró agotado, aun así, no abandonó su libro.
Dante tierno, Dante sarcástico, Dante amigable, Dante casanova y Dante estudioso. ¿Cuántos Dantes existen? ¿Cuántos lados me quedan por conocer?
(...)
—¿Por qué An no viene con nosotros? —inquirió el chico, levantando una ceja. Por primera vez en el día me miró, había clavado su vista en fórmulas y en la tabla periódica de los elementos.
—Fue con Nick al cine —expliqué, encogiéndome de hombros.
—¿Con el permiso de quién? —exclamó indignado. El papel de hermano protector no era lo suyo.
—Te dijo antes de irnos que le avisaras a su madre y le respondiste que estaba bien.
—Ah, vaya —se rascó la nuca avergonzado—. Por supuesto, le puse atención, claro.
—Dios, eres un tonto —dije mientras le sacaba la lengua.
Él frunció el ceño, sin embargo, no tardó en reírse levemente.
—Buenas tardes —saludé a la señora Liliana, ella me sonrió sin descuidar la tarea de regar sus numerosas flores.
—Les prepararé algo en un par de minutos. Suban por el momento, chicos —dijo, todavía sonriendo ampliamente.
Seguí a Dante hasta su habitación, él dejo su mochila en el suelo, me pidió la mía e hizo lo mismo. Se aproximó a su librero, extrajo un ejemplar y me enseñó que era un libro llamado «Principios de química».
—Ese libro es bueno, resuelve muchas dudas —apunté, señalándolo.
—Lo sé, te vi leyéndolo los primeros días de clases —respondió a la vez que se sentaba en el piso a mi lado. ¿Él me había visto antes? Supongo que fue casualidad.
Lo miré detenidamente y me percaté que su rostro estaba completamente rojo, transpiraba en exceso y respiraba entre jadeos. Antes de poderle decir algo, se levantó:
—Voy por un bolígrafo, yo... —Dante no pudo decir más, inevitablemente perdió el conocimiento, me arrastré frenéticamente para atraparlo y protegerlo de un fuerte golpe.
Llegué a tiempo, acomodando su cabeza con mi regazo. Extendí mi mano y la coloqué en su frente. Estaba hirviendo. Tonto, le dije que no se excediera. Varias noches sin dormir y saltarse las comidas le había provocado un colapso. Lo envolví entre mis brazos y lo dejé ileso en su cama después de mucho esfuerzo.
—No me preocupes, idiota —murmuré, posteriormente bajé las escaleras velozmente y le informé a su madre lo que había ocurrido. Ella me dijo que regresara a cuidarlo y le colocara un paño mojado en la frente mientras ella iba a la farmacia. Asentí e hice lo que me ordenó.
Dante seguía durmiendo profundamente al momento en que metía el paño en un recipiente con agua y lo exprimía. No podía evitar preocuparme por él, sin embargo, también estaba enojada. Me incliné quedando muy cerca de su rostro, coloqué el trapo, y antes de que pudiera alejarme, él despertó y me tomó del brazo.
—No me molestaré si intentas besarme —dijo con voz pícara.
Sin compasión alguna, le quité el paño y lo exprimí en su frente.
—No agredas a un enfermo —exclamó al mismo tiempo que se secaba donde lo mojé con la manga.
—No eres un enfermo, puedo asegurar que ellos están tan débiles que no les da tiempo de coquetear con las enfermeras.
—¿O sea que tú eres mi enfermera personal? —Dante guiñó un ojo y levantó una ceja.
Agarré el recipiente y amenacé con arrojar el contenido encima de él.
—Lo siento, lo siento, me dormiré, lo juro —suplicó entre chillidos.
Me reí y observé como el chico se acomodaba para dormir.
(...)
—Hiciste un gran trabajo, Sophie. Cuando se recupere, lo regañaré por no cuidarse —comentó su madre con expresión molesta, aunque se notaba su preocupación.
—No es nada, soy su tutora así que siento que tengo un poco de culpa por no reprenderlo antes.
—Claro que no, al contrario, habría ocurrido algo peor si no hubieras estado con él. Me alegro muchísimo de que pueda contar con alguien como tú.
Le sonreí e insistí que no era nada. Honestamente Dante me preocupó y continúa preocupándome. Ahora estoy más tranquila porque sé que está durmiendo justo ahora. Me molesta sentirme así. Todo es culpa de Dante Moretti y mi inevitable sentimiento de considerarlo tanto a él como al club de literatura algo más que unos conocidos. Espero que no terminen traicionándome.
FIN CAPÍTULO 10.
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Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]
Teen FictionLa historia se centra en Sophie Adams, una chica solitaria y pesimista que piensa en la adolescencia y el romance como un fastidio. Ella escribe un ensayo exponiendo su punto de vista, el cual la lleva a ser castigada. ¿Su castigo? Ser la tutora de...