44. Sentimientos reales.

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—Escuché todo —declaró mi madre, irrumpiendo en la habitación.

—Típico de ti —respondí, haciendo una mueca.

—No es mi culpa, las paredes son finas —justificó ella mientras se sentaba a nuestro lado.

—¿Y bien? —interrogó mi hermana, sin apartar sus ojos de mí. Mi madre la acompañó, sentí que moriría y mi última visión serían dos pares de ojos azules grisáceos mirándome fijamente.

—¿Y bien qué? —repuse, frunciendo el ceño.

—¿No piensas seguirlo? ¿Disculparte? ¿Demostrar que hay cerebro en esa cabezota terca que tienes? —contestó, alzando una ceja.

—No sé qué hacer. Quiero pensarlo —abracé mis piernas, exponiéndoles la debilidad que me carcomía.

—Sophie, sabes que no es necesario pensarlo —afirmó Suri, recostando su cabeza en mi hombro—. Lo único que tienes que hacer es enfrentar tu miedo, solamente así esa profunda herida comenzará a sanar. Dante dio un paso, tus amigos también, ¿no crees que es tu turno?

Permanecí en silencio.

—Tu hermana tiene razón —opinó mi madre—. No quisiera agobiarte más, pero hay algo que me intriga. ¿Por qué crees que todos van a lastimarte? Sé lo que ocurrió antes, aunque no imagino que los amigos que me has presentado puedan dañarte.

—No sé si lo harán, pero pueden hacerlo. Eso es suficiente para mí.

—¿Dante lo haría? —Mi madre me observó, había cierto desconcierto en sus ojos.

—Principalmente él —aparté la mirada—. Siempre que alguien me importa termina abandonándome.

—¿Alguna vez has intentado evitarlo? —acarició mi cabello para después obligarme a devolverle la mirada.

—No, en realidad. Debí atreverme a hablarlo con Claire cuando las cosas todavía no habían ocurrido. En cuanto a papá... no estaba en mis manos —Las lágrimas amenazaban con desbordarse.

—¿Con tus amigos puedes hacerlo? —preguntó ella, lanzándome una mirada cargada de intensidad—. ¿Con Dante puedes hacerlo?

—Sí —respondí entre sollozos.

—Entonces no te rindas y hazlo —ordenó energéticamente, sonriendo y transmitiéndome motivación.

—Gracias, mamá —la estreché contra mi pecho, lo más fuerte que pude.

—Es mi deber como madre, pequeña. Si te dejé sola en algún momento, te pido disculpas. No pienso volver a hacerlo, no permitiré que cargues con más heridas sin mi apoyo —susurró en mi oído con ternura. No hice más que llorar en los brazos de mi familia hasta quedarme dormida. No estuve sola jamás, yo me había recluido en mí misma. Finalmente había aprendido que no tenía que soportarlo si contaba con personas así en mi vida.

(...)

Estaba temblando, lo cual era lógico.

Me hallaba enfrente de la puerta del club de literatura. Al salir de clases, tenía una determinación aplastante, pero en el momento de la verdad, quería salir huyendo. ¿Dónde estaba esa parte de mí que tanto extrañaba? Aquella que habría abierto la puerta hace mucho.

—Si no puedo invocarla, tendré que esperar que aparezca por sí sola, y aquí no lo lograré —murmuré y abrí la puerta mientras sentía que mi corazón se liberaba de la armadura que lo mantenía cautivo. Me contemplaron sin decir palabra. Exhalé y fui capaz de librarme del miedo de su rechazo. Sabía que me escucharían siempre que fuera honesta con mis sentimientos.

—No pretendo que entiendan mi horrible personalidad o el origen de mi debilidad que fue desencadenada por un oscuro trauma que yo misma había enterrado en lo más profundo de mi ser —comencé, había tomado una nueva decisión acogida por una indestructible firmeza—. Sería inútil, ni siquiera yo puedo comprenderme. Sin embargo, lo que he entendido y lo que finalmente descubrí de ustedes ¡es que estarían conmigo hasta el final! En el pasado, las personas en las que confié no fueron sinceras. Cuando los conocí, sentí que se adentraron tanto en mi mundo que me lastimarían. Ahora, creo que si puedo confiar en ustedes sin preguntarme la razón, significa que no estoy equivocada. Darle la oportunidad de herirte a alguien, y que no lo haga, es la mayor muestra de afecto que puede haber —les dediqué una sonrisa—. No son simples personas, no son falsos. Con ustedes, existo en una realidad compartida en la que exponemos nuestros sentimientos. He obtenido seguridad de cada uno de ustedes y no puedo estar más agradecida. Me alegro de haberlos conocido, me alegro de contar con ustedes y me alegro de confiarles mi corazón. Así que... —Para ese momento, no pude reprimir un par de lágrimas traviesas que resbalaron de mis mejillas—. ¿Podemos compartir más sentimientos y recuerdos inolvidables?

—¡Sophie! —sollozaron An y Coraline a la par que se abalanzaban para estrecharme entre sus brazos.

—No estoy llorando, no estoy llorando —repetía Nick como un conjuro al mismo tiempo que secaba sus lágrimas en un esfuerzo para que no lo notáramos.

—Has cambiado mucho y no tienes idea de cuánto me alegra —Alexis me apretó el hombro.

Cuando ellos dejaron de abrazarme y consolarme, vi por el rabillo del ojo a Dante con la cabeza gacha.

—Dante, yo... —él me interrumpió, prefiriendo abrazarme con fuerza. Le devolví el abrazo, aliviada.

—Bienvenida de vuelta, Sophie de la que estoy perdidamente enamorado. Tenía miedo de que no regresaras —susurró.

—He regresado —dije con la voz entrecortada a causa del inesperado llanto que no desaparecía.

No me preocupaba porque estas lágrimas no me evocaban tristezas como las anteriores. Era sentimiento distinto. ¿Cómo se le llamaba? ¿Alegría? ¿Alivio? ¿Era alguna de esas?

Tal vez era amor. Eran lágrimas cálidas que solamente podría derramar si se trataban de sentimientos reales que ellos me producían. Estoy segura que esto es amor.

Mi mundo cambió.

Hacía tiempo que no me sentía de esta forma.

Soy afortunada de tenerlos en mi vida.

FIN CAPÍTULO 44.








Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora