13. Nuevo sentimiento.

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Mi rutina de los viernes era quedarme un rato en la biblioteca después de clases. Saqué un libro que me atrapó al instante por lo que leí sus primeros capítulos en tiempo récord. Me despedí de la bibliotecaria efusivamente dado que tantas visitas me hicieron llevarme bien con ella.

Caminé por los solitarios pasillos, aparentemente todos se fueron como alma que lleva el diablo, mejor, el silencio me encantaba. Era placentero evitar gritos y palabrotas de los estudiantes.

—¡Te quiero, Dante! ¡Sal conmigo, por favor! —escuché como una chica chillaba esto un par de metros delante de donde me encontraba, quedé paralizada y con tal de no interrumpir me escondí detrás de unos casilleros.

—Lo siento, no quiero tener novia por el momento —dijo él en forma de disculpa. Agudicé el oído y percibí unos ligeros sollozos, posteriormente pasos apresurados dirigiéndose a la salida del colegio. Salí de mi escondite y me encontré con el chico italiano cara a cara, sostuve el libro firmemente y ni él ni yo nos esperábamos que le diera un buen golpe con este en la cabeza.

—Auch —se quejó Dante—. ¿Qué hacías espiándome? ¿Y quién te crees para agredirme? —interrogó, frunciendo el ceño.

—Regresaba de la biblioteca y no pretendía espiarte, solamente me dio curiosidad saber que por fin tendrías novia —dije para después suspirar.

—Podría tener novia si quisiera —resopló indignado—. No conocía a esa chica, creo que es de primer año. Sería extraño aceptar sin conocerla, ¿no crees?

—¡Por eso te invitó a salir! ¡Para conocerse! —le di un golpe nuevamente con mi libro.

—¡Ya basta! ¡Dame eso! —me arrebató el libro de las manos y lo introdujo rápidamente en su mochila.

—¿Por qué la rechazaste? —cuestioné, mirándolo fijamente.

Él apartó la mirada y la dirigió a sus pies. Alcancé a ver que estaba ruborizado.

—No creo que ella llegara a ser mi amor verdadero —susurró, su rubor se acentúo al pronunciar esas románticas palabras.

—¿Amor verdadero? Eso no existe, lo verdadero es un poco ambiguo. Deberías buscar un amor real, la realidad no puede ser de ninguna manera cambiada —respondí. Era una lástima que el romanticismo no existiera en mi vocabulario.

—Qué profunda eres, chica limón. Pensé que guardabas novelas rosas bajo el colchón y esa fachada de personaje amargado era una faceta —replicó al momento en que se reía.

—¿Personaje amargado? Por favor, soy la infelicidad personificada.

—No será por mucho tiempo —murmuró cerca de mi oído, sin poder protestar, me tomó de la muñeca y me arrastró alegando que «deberíamos ir a divertirnos».

(...)

—Comes mucho —lo acusé al instante que él engullía el último pedazo de su hamburguesa, asintió sin prestarme mucha atención. En cambio, se dispuso a devorar las papas fritas.

—Así que nos divertiremos, ¿eh? —inquirí. Dante terminó de masticar y me sonrió.

—Claro, hay que platicar o algo. Es viernes y es el día ideal para divertirse un rato.

Levanté una ceja sin apartar mi mirada. Me encogí de hombros, me conformaba con que pagara. Mi dinero iba destinado a mis libros. Tomé mi hamburguesa y le di un mordisco.

—¿Has tenido novio? Yo creo que sí, tal vez terminaron y por eso eres así —comentó repentinamente.

—¿Así? ¿Qué concepto tienes de mí? Tú también eres un amargado, o bueno, ni idea de qué seas. Eres muy impredecible.

—Respóndeme. ¿Tuviste novio? —insistió, centrando sus ojos cafés en mí.

—No y tampoco me gustaría —declaré mientras rodaba los ojos.

—¿Entonces por qué no te gusta la gente?

—¿Por qué crees? —Quería cambiar la conversación, odiaba hablar acerca de mí.

—No lo sé, ¿alguien te hizo algo? —Estuve a punto de ahogarme, dio en el blanco.

—Eso no te incumbe —espeté con cara de pocos amigos. Bueno, en ese caso, esa siempre es mi cara.

—Me incumbe. Quisiera saber todo de ti —me sentí incómoda a tal grado que mi rostro se ruborizó—. Ya sabes, eres como un espécimen desconocido para mí.

—¿O sea que te parezco un fenómeno?

—No cambies mis palabras, me refería a que eres muy misteriosa.

Me reí, ¿así que no querer revelar todo mi pasado me volvía misteriosa?

—No sé casi nada de ti, pero yo tengo el título de misteriosa. Irónico, italiano.

—¿Qué quieres saber? —él dio un sorbo a su refresco.

—¿Por qué no me hablaste de tu primer beso? —interrogué, tomé una papa frita y mientras la mordía, no despegué mi mirada acusadora de él.

—Porque... ya sabes —estaba completamente rojo, balbuceaba y no lograba entenderle—.No he dado mi primer beso, ¿contenta? —Si no me hubiera inclinado hacia el chico, no habría escuchado nada, ya que lo dijo como si se tratase de un horrible secreto.

—¿Cómo? ¿Por qué? —La intriga me carcomía. Podía besar a quien quisiera con tan solo sonreírle a la susodicha. Realmente no comprendía sus razones.

—Todas las chicas que me han gustado han sido un poco extrañas, por decirlo de alguna manera —él carraspeó. Creo que será una serie de historias divertidas—. Me han gustado tres chicas en toda mi vida. La primera se llamaba Lizzy, era mi mejor amiga en la primaria. Me llevó lejos del resto de nuestros compañeros y me dijo si podíamos casarnos. Con mucha inocencia, le respondí que sí. Ella me empujó y en el suelo intentó besarme. Mi pequeño yo de siete años entró en pánico y le aventó tierra en la cara. Nunca volvió a hablarme después.

Mordí el interior de mi boca, sintiendo como la risa se atoraba en mi garganta, pero sabía que si lo hacía Dante dejaría de contarme sus decepciones amorosas.

—La segunda fue Aurora. Fue cuando tenía doce años. En la graduación le pregunté si quería ser mi novia. Ella me dijo que no. Yo me entristecí e intenté irme. Aurora me tomó del brazo y me abrazó. También intentó besarme. Estaba confundido, pero me dejé llevar y la hubiera besado, sino fuera porque detrás de mí se encontraba su exnovio. Aurora quiso darle celos conmigo. Me enojé y no le cedí mis dulces labios italianos.

—Pobre chica, en su lugar, me hubiera lamentado eso toda mi vida —comenté en son de broma.

—Exacto, esta belleza de dios griego que me caracteriza debe aprovecharse —Dante se carcajeó y continuó con su relato—. La última fue hace un año, Scarlet. Un día fue a mi casa, yo estaba nervioso. Ella me confesó que le gustaba, me sentí muy contento, hasta que, sin previo aviso, comenzó a desnudarse. Me quedé en shock, no le había pedido que fuéramos novios todavía. Menos mal que no alcanzó ni a besarme ni a obligarme a desvestirme, sinceramente no estaba listo para ir más allá de un beso.

—Por Dios —exclamé al mismo instante que reía como loca.

—No se vale, chica limón. No respondiste nada y terminé contándote uno de mis mayores secretos.

—Ni modo, fui más perspicaz —declaré mientras le sacaba la lengua.

—Eso sí, lograste que me interesaras más —murmuró, acercándose mucho a mí.

Un escalofrío recorrió mi espalda y una sensación extraña se presentó en mi estómago. Estaba segura de que se debía a Dante, ¿cómo se le llama a este sentimiento?

FIN CAPÍTULO 13.

Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora