45. Lo que he aprendido.

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Me miraba el calzado.

Tenía puestos unos incómodos zapatos con plataforma. Me había maquillado, elegido cuidadosamente mi atuendo y trenzado el cabello. Simplemente iría al cine con mis amigos, pero Suri insistió. Dios, se preocupaba demasiado.

—¡Lamento la demora! —jadeó An cuando apareció. Nick, Coraline y Alexis llegaron corriendo poco después.

—Nosotros estábamos listos, pero An tardó mucho. Tuve que entrar a su casa y prácticamente sacarla a empujones —bufó Coraline mientras hacía una mueca.

—Tengo un sistema para arreglarme y esta vez no calculé bien el tiempo —respondió la francesa, encogiéndose de hombros.

—Calma, igualmente estuvieron a tiempo —intervine con una sonrisa. Ellas asintieron.

—Bien, una vez más en el cine. Recuerdan la advertencia, ¿no es así? —interrogó An, alzando una ceja.

—«Les recuerdo que soy cinta negra en karate. Quien haga que nos saquen, no dude que le regalaré un beso de mi pie» —recitamos al unísono. An lo dijo hace unos meses, precisamente durante la quinta ocasión que el grupo de amigos fue expulsado de un cine, irónicamente, por su culpa.

—Vale, entonces entrenemos. Espero que no tengamos problemas —deseó An mientras cruzaba los dedos.

Habíamos optado por ver una película de animación. No queríamos correr el riesgo en caso que fuera de terror, comedia, romance o adaptación de un libro debido a que alguno podría causar un alboroto.

Transcurrió de forma normal. Hablamos antes de que comenzara, hicimos bromas, comimos palomitas, bebimos refresco y guardamos silencio cuando comenzó. Pudimos reír y regresar a nuestra niñez sin inconvenientes. Fue realmente reconfortante cuando los créditos aparecieron en la pantalla y salimos a la hora en que la función concluyó.

—¡Victoria! —proclamó An, aplaudiendo. Los demás nos reímos.

—¡Maldición rota! ¡La sexta fue la vencida! —exclamó Coraline con una sonrisa.

—¿Les parece si celebramos con helado? —inquirió Dante, apuntando a un establecimiento cercano. Nos dirigimos con suma alegría, compramos de diversos sabores y decidimos que comeríamos en las bancas de un parque.

—Sophie, mira eso —susurró mi italiano favorito, rápidamente dirigí mi atención hacia donde me señalaba. Eran Coraline y Alexis sentados en unos columpios, ella sonreía mientras probaba el helado de chocolate del chico. Parecían la foto de una pareja que colocaban por defecto en los portarretratos.

—Sé que terminaran juntos —afirmé, Dante asintió.

Sentí como mi celular vibraba en mi bolso, por lo tanto, revisé la notificación debido a que tenía la sensación de que era importante. Me sorprendí de la llegada de un mensaje de Coraline, quien me miraba con una leve sonrisa en su rostro.

«¿Recuerdas la vez en que intentaste unirme a Alexis? Aquel día de San Valentín, me refiero. Lo siento por no decirlo antes, pero me di cuenta de sus intenciones. Me ayudaron a comprender que Abraham no valía ninguna lágrima, lo cual agradezco bastante. Tus palabras en el salón del club también que notara de lo satisfactorio que resulta enfrentarte a tus temores así que me esforzaré para lograrlo algún día. Estoy segura de que Alexis seguirá a mi lado en el futuro y me acompañará en este proceso. Dios, él es un gran chico. Es bueno que te recuerden que nunca has estado sola».

Dejé que Dante leyera el mensaje, luego se lo mostré a los chicos, quienes interrumpieron su conversación para leerlo. An, Nick, Dante y yo estuvimos de acuerdo en que probablemente terminarían juntos luego de que trabajaran en sus inseguridades y sanaran lo suficiente para considerar la posibilidad de iniciar una relación.

—Hay algo que jamás te dije, Sophie —comentó Dante. Él estaba acostado en mi regazo, relajándose con los ojos cerrados—. Tú me has contado sobre tu mayor trauma mientras que yo no te he dicho el mío. Sí, te conté sobre mi pasado, aunque omití el motivo de mi claustrofobia.

—No te sientas obligado a decírmelo —le dije.

—Quiero decírtelo —abrió los ojos y me miró con intensidad—. Ocurrió en la primaria, en aquella época me molestaban y una de las «bromas» de mis acosadores consistió en vengarse de mi hermana, la cual los había golpeado porque quería defenderme. El plan era encerrarla en un pequeño armario que había en el aula. Los enfrenté por mí mismo, intentaba protegerla al menos una vez. No resultó porque me encerraron durante horas. Finalmente An y la maestra me ayudaron a salir. Ella me agradeció por haber sido tan valiente, aun así, no lo creo. Debí haberme defendido y evitar que me encerraran. Mi fobia es una consecuencia de mi propia cobardía.

—Estoy de acuerdo con An —declaré—. Fuiste un héroe que no dudó en sacrificarse pese a las consecuencias. Alguien cobarde jamás habría estado dispuesto a asumir el riesgo para impedir que otra persona sufriera. Estoy orgullosa de ti, Dante.

Él apartó la mirada, avergonzado. Me ruboricé un poco también, sin embargo, le di un beso que realmente se merecía.

(...)

—¿Qué es esa hoja? ¿Es tarea? —cuestionó Dante con el ceño fruncido, me había detenido en el pasillo del instituto para preguntármelo al día siguiente de nuestra ida al cine—. Dios, no me digas que es una carta de amor y tuviste la audacia de engañarme —sugirió, fingiendo que lloraba. El italiano era un tipo melodramático, lo cual me gustaba mucho, honestamente.

—No, es un ensayo —respondí, conteniendo la risa.

—¿Un ensayo? —ladeó la cabeza.

—Hace unos días, la orientadora Hemmings me llamó a su oficina. Ahí me dijo que le gustaría leer un ensayo donde hablara de una temática diferente a la adolescencia. Insistió en que tengo potencial para escribir y que le gustaría que le mostrara mi progreso. También me prometió que no le importaba si mi punto de vista era igual de amargado que el otro —expliqué. Ahora no me limité y me reí a sonoras carcajadas—. Claro que no es amargado, ¿cómo podría serlo después de lo que he pasado?

Dante sonrió.

—Creo que he cambiado un poco, pero mantengo la esencia que me hace quien soy. Sin embargo, comprendí que no puedes ser pesimista todo el tiempo. Mi pesimismo era emocionalmente abrumador. Sí, la vida es injusta algunas veces, pero creo que lo bueno de vivir radica en el disfrute de pequeñas cosas auténticas e irrepetibles o de personas auténticas e irrepetibles.

—Sí, definitivamente has cambiado. Recuerdo que eras una chica reservada que no dejaba que nadie se acercara y cuya única compañía se reducía a un buen libro. Fuiste aquella que captó mi atención al grado que leí los mismos títulos para tener un tema de conversación. Ahora eres alguien de la que me enorgullece muchísimo que pueda llamar mi novia —comentó Dante con una enorme sonrisa.

—Lo mismo digo. Espera, ¿me observabas? —pregunté, conmocionada.

Él rio y desapareció rápidamente. Me reí y emprendí mi camino hacia la oficina de la orientadora Hemmings. Ella leyó el ensayo, fascinándole de tal manera que prometió apoyarme si decidía dedicarme a escribir. También me pidió que lo leyera en algún evento escolar, quizás lo haría. No me molestaría transmitir un mensaje como ese públicamente. Realmente quería compartir lo que había aprendido acerca de la confianza. No, no estaba mal. Por supuesto que existían personas que no valían la pena, pero otras serían capaces de acabar con tus prejuicios y cambiar tu mundo. Finalmente conocí a este tipo de personas y me considero afortunada de que estén a mi lado.

FIN ÚLTIMO CAPÍTULO.








Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora