42. Atrapada en el ayer.

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—Sophie, hace mucho tiempo que no nos veíamos, ¿qué tal has estado? —Claire me miraba a la vez que extendía una sonrisa que me evocaba recuerdos. En la mayoría, la veía sonriendo de igual forma, salvo que escondía una dosis de crueldad al contemplar como nuestros compañeros me humillaban. Actualmente parecía que sonreía honestamente.

—Claire —dije a duras penas, mi voz se había esfumado.

—Espero que te haya ido bien —apartó la mirada, avergonzada—. Mejor que antes, por lo menos.

—Era imposible que me fuera peor que hace unos años —le espeté.

—Después de graduarnos de la secundaria desapareciste. Nunca tuve la oportunidad de verte de nuevo porque elegiste un instituto diferente al de la mayoría de nosotros —No tenía idea de lo que pretendía. No obstante, Claire se mantenía firme en lo que sea que la impulsara—. No pude disculparme por todo lo que te hice.

—¿No crees que es tarde? El daño ya está hecho —repliqué, devolviéndole una mirada que hizo que toda su determinación se desvaneciera. No quería seguir viéndola por lo que me volví y reanudé mi camino.

—No es tarde porque nos encontramos, Sophie. ¡Lo siento! —gritó desesperada—. Sé que te lastimé, te traicioné, te herí. Y no voy a justificarme, solamente quisiera que ambas avancemos. Siento como si estuviera detenida en el tiempo, estos años me he sentido miserable. También he estado cargando con la culpa de no haberme disculpado. Me lo merezco, lo sé. Sin embargo, no es bueno que estemos atrapadas en el ayer, sobretodo tú, puedo ver que reencontrarte conmigo te afecta más de lo que desearías.

—Tienes razón —cedí en voz baja. Me había detenido, aun así, no quería mirarla—. Es preferible que esto se termine de una vez. Te perdono, Claire. Haré un esfuerzo para tener presentes los buenos momentos que pasé contigo y restarle importancia al resto. Adiós, espero que tengas una buena vida —me despedí con la mano y eché a correr.

—Tú eres la que merece una buena vida —Fue lo último que escuché de su parte.

Intenté respirar con normalidad, pero el nudo que se había formado en mi garganta y mi memoria me lo impedían.

Irrumpí en mi casa y cerré la puerta de un empujón. Las luces no estaban encendidas, suponía que mamá estaba en su despacho y Suri en su habitación. Caminé hasta toparme con las escaleras y las subí poco a poco con ayuda del barandal. No me encontraba bien, mis piernas me fallaban y no hallaba nada que me diera fuerza. Las palabras de Claire se clavaban en mi mente con ánimos de perturbarla.

Finalmente llegué al segundo piso, recargándome en la puerta de mi cuarto. Inhalé y exhalé, tratando de calmarme.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Suri, había salido de su habitación y sus ojos transmitían preocupación. Negué con la cabeza, si hablaba, descubriría todo.

Cerré con llave así que se vio incapaz de interrogarme, escuché sus protestas desde el exterior hasta que al cabo de una hora se rindió, dejándome sola.

En suma oscuridad, me recosté y examiné el techo. Quise concentrarme en eso, salvo que mi pasado no desaparecería así como así. Podía percibir risas y cuchicheos detrás de mis orejas. Al igual que la sensación de alguien golpeándome, jalando mi cabello y empujándome. Cerré los ojos, pero solamente ayudó a que las alucinaciones se volvieran más vívidas.

«Eres un asco, intentaste lastimar a Claire y puedo jurarte que pagarás».

«Nadie te soporta».

«Todo esto te lo mereces y lo sabes».

«¿Qué se siente estar sola? ¿Qué se siente que todo el mundo te odie? Vamos, habla».

«Quien debía morir eras tú, no tu padre».

Esas voces inundaban mi cabeza, hablando al mismo tiempo entre sí e incrementando su volumen gradualmente. Repetían lo que decían una y otra vez. Una y otra vez.

—Paren, por favor —rogué entre sollozos.

El sufrimiento que guardé salió a flote, habiéndose acumulado, era mucho más fuerte. Me destruirá, si es que no lo ha hecho todavía. Las lágrimas corrían por mis mejillas sin detenerse, hipaba constantemente y parecía que no podría detenerme. Era tan frustrante, no simplemente era pensar que estaba siendo débil, sino que siempre lo había sido.

Mi celular comenzó a vibrar. Lo vislumbré zumbando en la mesa de noche a través de las lágrimas. Estiré la mano y lo tomé, descubriendo que era una llamada de Dante, la cual ignoré y no tardó mucho en sonar nuevamente. Le siguió An. Me sequé las lágrimas y decidí apagar el celular.

Ansiaba parar de llorar, de sufrir y tuve miedo que sucediera más adelante. No podría salir de esto, no cabía dudas, y si salía, no resistiría que todo volviera a pasarme. Pensé en Claire, Summer, Dilery, Alyssa y mis compañeros de secundaria. Me lastimaron de diferentes formas, aun así, lograron darme un golpe contundente cada vez. Luego recordé a Dante, Alexis, An, Coraline y Nick. Habían demostrado quererme, apoyándome de diversas maneras. Aunque, ¿de qué servía?

Tarde o temprano, podrían comportarse con Claire. Al principio, también estaba segura con ella y una sola cosa hizo que nuestra amistad se derrumbara. La había querido tanto y le bastaron un par de segundos para apuñalarme por la espalda. Le entregué confianza ciega junto con un inconsciente cariño que provocó que me doliera su traición con mayor intensidad.

¿Por qué ahora repetía el mismo error?

Le estaba dando todo a ellos.

¿Y si hacían lo mismo?

Tienen la oportunidad porque yo se las he dado.

—Creo que siempre estaré atrapada en el ayer —susurré mientras encendía el teléfono con cientos de llamadas perdidas y mensajes sin leer.

Chicos, perdónenme.

FIN CAPÍTULO 42.









Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora