16. Me pareces interesante.

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Mi año nuevo consistió en recorrer tiendas con Suri, ella me obligó. A pesar de que estuvieran a reventar, mi hermana quería ir y no pude negarme. Mi madre nos acompañó un par de veces, pero prefería quedarse en casa para continuar con su novela. Me parecía peculiar que ella no apartaba su atención de mí, casi como si estuviera analizando cada uno de mis movimientos. Mi teoría era que hacía un personaje basado en mí, aunque me molestaba que no lo mencionara directamente.

Mis vacaciones de invierno se redujeron a salir con Suri, en ocasiones, An y Coraline nos acompañaron. «Salidas de chicas» como An les decía. Suri y An congeniaron de manera instantánea, probablemente porque eran parecidas. En cuanto a Coraline, ella seguía como un misterio para mí, sin embargo, te transmitía su amabilidad.

Llegó enero y retomamos las clases. Me sentí extraña porque tenía muchas ganas de volver desde la noche anterior al lunes. Nunca me había ocurrido.

(...)

El primer día después de vacaciones de invierno me encontraba leyendo un libro, aprovechando que el profesor aun no llegaba. Me asusté al escuchar como una hoja se estrellaba contra mi escritorio.

—¿Qué quieres? —espeté con rabia, levanté mi mirada y unos ojos cafés me observaban. Unos irritantes ojos cafés.

—Llena el formulario —ordenó Dante. Hace unas semanas que no había rastros de él y lo primero que hizo fue hacerme enojar. Típico.

—¿Por qué? ¿Qué es? —interrogué y sostuve la hoja entre mis manos. Era una forma para pedir ingresar a un club. El club de literatura precisamente.

—¿Acaso quieres que me una a su club? —pregunté dado que no recibí respuesta alguna.

—Exacto. Captas rápido —Dante asintió orgulloso.

—No quiero —rechacé y volví a mi libro. Él me lo quitó y lo guardó en su mochila pese a mis reclamos. Estaba harta que me quitara mis libros para prestarle atención, resultaba una costumbre horrible.

—Vamos, An se pondrá triste. Me golpeará si no te convenzo —rogó, mirándome con ternura. La misma ternura que vendría de un perrito desamparado y manipulador.

—Será un fastidio —murmuré, sin poder evitar hacer un puchero.

—Pensé que tu fase amargada había terminado.

—Así soy yo. Además, supongo que me odias, ¿por qué querrías estar cerca de mí? —levanté una ceja.

—No te odio. En realidad, quiero estar contigo porque me pareces interesante —reveló y acercó su cara a la mía. Retrocedí disgustada, él rio.

—Bueno, es obvio que me odias, sin embargo, yo a ti no. Eres la primera persona que considero interesante y eso hace que no quiera alejarme. Únete al club, por favor —No podía sostener su mirada, era demasiada honestidad. Nunca había conocido a alguien cuya mirada no transmitiera hipocresía y engaños.

—Está bien, tú ganas —tomé la hoja y la llené con mis datos. Pude intuir que él sonreía.

(...)

—¡Bienvenida al club! —exclamó Coraline, la presidenta, nombrándome oficialmente como parte del club de literatura. An y Dante me lanzaron confeti en la cara. Escupí el que cayó en mi boca y me senté junto a los demás. Observé la sala, era bastante amplia y apenas se podía ver el color de las paredes porque estaban repletas de estanterías con tesoros en su interior. Encontré un par de poemas pegados con una respectiva foto del autor. Superó mis expectativas, si es que tenía unas. No podía esperar para tener permiso de leer algún ejemplar.

—¿Y qué acostumbran a hacer? —pregunté. Suponía que hacían algo más que leer.

—Leemos de todo un poco, desde poesía hasta novelas gráficas. A veces discutimos nuestras lecturas. Ah, y cuando estamos de humor, jugamos. Puede no parecerlo, pero este sitio es genial —explicó An con una gran sonrisa. Asentí con la cabeza.

—¿Quieres jugar algo, Sophie? —inquirió Nick, volviéndose hacia mí desde su silla.

—Lo que quieran...

—¡Juguemos Monopolio! —sugirió Dante.

—¡Exacto, los venceré a todos, seré millonaria! Sé que es un juego, pero seré millonaria, he dicho —An nos apuntó con el dedo en señal de advertencia.

—Presté el juego —informó Coraline—. ¿Me acompañan a buscarlo? —An y Dante la siguieron. Por su parte, Nick anunció que iría por bebidas.

Las cuatro sillas quedaron vacías, dejándome con la compañía del callado Alexis. Había olvidado que estaba aquí. Le sonreí con nerviosismo, pero él tenía la mirada fija en lo que leía. Me acerqué un poco y leí el título: «La metamorfosis» de Franz Kafka. Era una de mis próximas lecturas y moría por leerlo.

—Alexis —susurré. El chico miró la mesa mientras cerraba el libro. Al parecer no me devolvería una mirada por ninguna razón del mundo.

—Oye —carraspeé y sentí el ambiente tan incómodo que amenazaba con asfixiarme—. Eh, este.

No pude más. Odiaba estar en este tipo de situaciones, era una de las razones por las que repudiaba conocer gente. Me levanté del asiento y mi mano levantó su rostro, obligándolo a mirarme. Sus ojos cafés me analizaron perplejos a través de los lentes de armazón. Su cara estaba caliente y ruborizada. Verlo de esa manera hizo que mis recuerdos salieran a flote en aquel momento.

—Alexis, nos conocemos de antes, ¿verdad? —interrogué.

Él simplemente asintió.

FIN CAPÍTULO 16.




Otra comedia romántica absurda [OCRA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora