BÚFFALO

6.8K 548 29
                                    

Mientras me doy una ducha rápida y me pongo cómoda, no dejo de pensar en la próxima reunión del club. Nerviosa y excitada por el simple hecho de haber recibido el sobre, enciendo el portátil y preparo el viaje. Reservo por internet un billete de avión en un vuelo regular que sale el viernes del aeropuerto JFK a las siete de la tarde. A continuación, busco un hotel próximo al aeropuerto internacional Búffalo-Niágara y también reservo una habitación. Una vez hechas las reservas, solo me queda esperar impaciente a que llegue el viernes.

Más tarde, acostada ya en la cama, no puedo dejar de pensar en la reunión anterior. ¿Veré a Hércules en Búffalo? Espero que si. No me importaría para nada nombrarlo mi mentor y que me enseñara los maravillosos placeres del sexo. Vuelvo a recrear en mi cabeza el magnífico polvo de mi inauguración en el club con él y me pongo muy, muy cachonda. «Si —pienso— Hércules sería un mentor de lo mas cualificado».

Lo siguiente que pienso, es en el atuendo que luciré el día señalado. Repaso mentalmente mi escaso vestuario sexy y no doy con ninguna prenda que me satisfaga, así que apunto en mi agenda mental la necesidad de ir de compras mañana en cuanto salga del trabajo. Rendida por haber tenido un día tremendamente agotador, y por no haber dormido nada la noche anterior, me duermo.

El jueves se me hace eterno y estresante. Eterno porque estoy demasiado ansiosa por salir de la oficina y estresante porque me paso el día intentando esquivar al capullo de mi jefe. No sé que mosca le habrá picado a este conmigo, pero empiezo a estar cansada de esta situación. Cada vez que levanto la vista del ordenador, lo encuentro mirándome. El muy cabrón no se corta ni un pelo y empiezo a sentirme inquieta. Ni siquiera entiendo porque coño me mira así. Si lo pillara mirando a Rebeca de esa forma, lo entendería, ella es alta, guapa, sexy... en cambio yo, soy todo lo contrario. Así que no, no me entra en la cabeza a que vienen ahora ese tipo de miraditas.

El viernes por la mañana, decido llevar el coche, así cuando salga del trabajo, no perderé tiempo en ir a buscarlo para ir al aeropuerto. Meto en el maletero el equipaje y mas feliz que una perdiz, me dirijo a la oficina. En cuanto pongo un pie en el despacho, el señor "soy un ogro", requiere mi presencia en la sala de reuniones. «Solo tu presencia, Rebeca puede quedarse en el despacho». (Palabras textuales del jefe). ¡Pero que borde es el tío por Dios!

Resuelta a que mi buen humor no cambie por tener que verle la jeta tan temprano, entro en la sala de reuniones.

— Buenos días señor Dempsey —saludo con una gran sonrisa.

— Olivia... Parece que hoy estás de buen humor.

— Siempre estoy de buen humor —respondo, y sin darle pie a que me diga nada tomo asiento frente a él.

— Discrepo.

— Vale —contesto como si no fuera conmigo la cosa y mientras me digo a mi misma una y otra vez: «No permitas que te joda el día, no permitas que te joda el día...» —Usted dirá...

— Acaba de llegar este burofax de San Francisco, el pedido que se les envió el lunes, viene de vuelta...

— ¿De vuelta? ¿Por qué?

— Si dejaras de interrumpirme cuando te hablo, te lo diría —me dedica tu típica mirada de "yo soy el manda más aquí y tu te callas"y, continua con la explicación—. Por lo visto hay varias prendas que tienen una tara...

— ¿Y han devuelto todo el pedido?

— ¡Deja de interrumpirme Olivia! —¡Mierda, parezco tonta joder!— En cuanto han visto el fallo en el pedido, ni siquiera se han molestado en mirar el resto. En cuanto llegue, quiero que lo compruebes y, lo soluciones ¿entendido?

LUSTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora