¿ALGUNA VEZ VOLVERÉ A SER YO?

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Apenas quedan unas horas para que salga mi vuelo rumbo a una nueva ciudad, a un nuevo empleo y quizá a una... ¿nueva vida? Ojalá lo supiera, pero como siempre, va a ser que no. Aun no tengo la capacidad de predecir el futuro, si no, no me encontraría en la situación en la que ahora mismo me encuentro. Ni siquiera mi oráculo personal, ése que está sobre mi cabeza en mi habitación y al que me quedo mirando infinidad de noches buscando una respuesta ha sido capaz de echarme una mano.

Mi vida ha dado un giro de trescientos sesenta grados. Me miro en el espejo y no me reconozco. Ya no soy yo. Ya no soy la Olivia sosa y aburrida, que se vestía con trajes gris, que se ponía zapatos planos y, que no sabía distinguir un lápiz labial de uno delineador de ojos. Ya no soy la chica que vivía tranquila, sin emociones de ningún tipo. Aquella que en cuanto salía de su trabajo, llegaba a casa y la única diversión y vida social que tenía, era entrar en facebook y cotillear a todo bicho viviente. La que pensaba que el amor, era una de las peores enfermedades que existía y que trataba de evitarlo como si de la misma peste se tratara. La que se atrevió a escupir hacia arriba jurando y perjurando que jamás de los jamases se enamoraría, para más tarde ver como todo le daba de lleno en la cara al enamorarse completamente del que por aquel entonces, ella consideraba su archienemigo número uno. Su jefe Daniel Dempsey. ¿Cuándo empezaron a cambiar tanto las cosas?

Pues sencilla y llanamente desde que su solicitud fue aceptada en el "Lust", a raíz de ahí, todo su mundo se trastocó. ¿Quién le iba a decir a ella que en su primera reunión del club se acostaría con el mejor amigo de su chico? ¿Quién le iba a decir a ella que probablemente el hombre que la había hecho enloquecer de pasión y de lujuria en dicho club, y su chico eran la misma persona? Nadie. ¿Si ella hubiera sabido todo eso, hubiera dado marcha atrás y se hubiera rajado? Puede ser, ahora ya no lo sabría, ahora ya era demasiado tarde como pararse siquiera a pensar en esa posibilidad. Ahora ya no había vuelta atrás. Lo hecho, hecho estaba.

¿Alguna vez volveré a ser yo? No lo creo. Demasiadas cosas, demasiados cambios y, demasiados sentimientos encontrados. Solo de pensar en tener que enfrentarme a Daniel si de verdad se diera el caso de que él fuera Jack Sparrow, me parte en dos. No creo que exista justificación posible para un acto como ése. A pesar que le quiero con toda mi alma y con todo mi ser, me da miedo darme cuenta de que no creo que sea capaz de perdonar algo así, y tenga que decirle adiós para siempre.

El fin de semana ha pasado volando. Como acordamos, Rebeca vino a verme ayer a última hora de la tarde, digo ayer porque ahora mismo son las seis y media de la mañana del lunes y queda nada para que me vaya al aeropuerto. Estuvo un buen rato conmigo, hablando como no, de mi monotema, Daniel y su posible otra identidad. Ella sigue empeñada en que tengo que hacer algo en la próxima reunión del club, pero no lo tengo claro. A veces pienso, que lo mejor que puedo hacer, ya que voy a cambiar de ciudad y demás, es dejar de indagar, olvidarme de todo y comenzar de nuevo. Por supuesto que esto último no se lo he dicho a mi amiga. Ella no piensa igual que yo, ella es más guerrera y desde luego, mucho más atrevida. Total, que cuando llegó el momento de la despedida, no habíamos llegado a ninguna conclusión. Le di una copia de la llaves de mi apartamento y, con lágrimas en los ojos nos dijimos adiós, con la promesa de hablar todos los días para mantenernos informadas de todo.

El taxi que viene a buscarme para ir al aeropuerto, está a punto de llegar. Solo de pensar en estar casi siete horas metida en un avión, me da mal, demasiadas horas sin nada interesante que hacer y que probablemente perderé pensando en lo único que pienso últimamente. Quizá me tome un somnífero y así consiga dormir durante todo el vuelo para recuperar horas de sueño. Si, cuanto más lo pienso, más me agrada la idea de quedarme noqueada y con la mente en blanco, a ver si así el cerebro resetea y para cuando llegue a mi destino, tengo la ideas más claras. Llaman al portero automático, mi taxi ha llegado. Antes de bajar, dedico varios minutos a cerciorarme de que todo queda en orden y, solo cuando tengo la seguridad de que es así, salgo por la puerta.

LUSTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora