Entro con paso decidido en el despacho del señor Dempsey, dispuesta a presentar batalla en esta guerra absurda que él me ha declarado así porque si.
De espaldas a mi, mirando a través del gran ventanal, habla por teléfono. Se gira de medio lado y me hace una señal para que tome asiento y espere.
Mientras lo hago, aprovecho para hacer un regresión en el tiempo, exactamente al día que entré en este despacho por primera vez.
Hacía apenas un año que había terminado mi licenciatura de empresariales y buscaba trabajo desesperadamente. Me inscribí en una bolsa de empleo por internet, y a los pocos días me llamaron para una bacante en D&D. Me entrevistó la persona que por aquel entonces era la mano derecha del señor Dempsey, a ésta la destinaban a otra delegación y necesitaban cubrir su puesto con urgencia. Pasé la entrevista sin ningún problema. No tenía experiencia laboral ya que había terminado la carrera recientemente, pero les gusté y me contrataron.
Al Día siguiente, temblando como un flan, recorría el pasillo que me llevaba al despacho del jefe. No sabía que clase de persona iba a encontrarme y, como todo era nuevo para mi, pues estaba un poco asustada. Crucé la puerta temblorosa, y cuando le vi, casi me caigo de culo, literalmente, quedando en evidencia en mi primer día. ¿Os lo podéis imaginar? Me sentí morir, y su sonrisa confirmándome que no le había pasado desapercibido mi traspié, pues tampoco me ayudo mucho a recuperar un poco de la dignidad perdida. Deberían de advertir en los contratos laborales que el jefe está tan condenadamente bueno que es contraproducente para la salud ¿no os parece?
Me indicó que tomara asiento, y lo hice. No tengo ni idea de cómo fui capaz de dar los pasos que me separaban de la silla, pero lo hice, avergonzada si, pero lo hice con un par de ovarios, eso si, alterados a más no poder por su presencia.
Durante largo tiempo, él no dijo nada. Se limitó a mirarme de arriba abajo y de abajo a arriba, mostrando desagrado al ver mi atuendo de señorita Rotenmeyer ( para él ), o de funcionaria de cárcel ( para Rebeca ), para mi, un sencillo y sobrio traje de ejecutiva. La primera vez que me hizo sentir poca cosa, fue en ese preciso momento, y a día de hoy, sigo recordándolo con resquemor.
Cuando por fin habló, su voz, fría y dura como el iceberg que se cargó al Titanic, hizo que me encogiera en en la silla deseando ser invisible. Empezaba a arrepentirme de que la necesidad, hiciera que no me quedara más remedio que aceptar el empleo.
—Señorita...
— Murray. Olivia Murray —dije con un hilillo de voz al advertir que a él parecía costarle pronunciar mi apellido.
— Bienvenida a D&D señorita... Murray. Soy Daniel Dempesey, aunque supongo que eso usted ya lo sabe —asentí—. Estará usted un mes a prueba con nosotros. Durante ese tiempo, espero que sea capaz de demostrarme porque a Hilary le ha parecido buena idea contratarla dado que carece de experiencia para el puesto que se requiere. En realidad, he revisado su curriculum y no veo que tenga experiencia alguna en nada...
— Bueno —carraspeé para aclararme la voz—, no hace mucho que terminé la carrera y...
— No me interesa —me cortó—. Lo único que a mi me interesa, es que usted haga bien su trabajo. Aquí no pagamos a la gente porque seamos una obra de caridad. Aquí se viene a trabajar, y si su trabajo no me convence, simplemente se irá por donde ha venido. ¿Me he expresado con claridad señorita Murray?
«Más claro el agua —me apeteció responder. Pero me callé». No era el momento de mostrarme respondona, no fuera a ser que ni siquiera se me permitiera ese mes de prueba. Supongo que ahora comprenderéis de donde viene mi animadversión por el señor "soy un ogro", ¿verdad? Era y sigue siendo un capullo integral.
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LUST
Romance«REINA DE CORAZONES» Está disponible en Amazon en Ebook y Papel!! http://leer.la/B01DWPRQU6 #1BestSellerInternacional Olivia es una joven de treinta dos años que desde hace cinco años, trabaja para un magnate de la industria textil al que odia pro...